Archivo por días: 2010/11/11

A favor de los saharauis, contra su independencia

Si a menudo siento que mis opiniones sobre nacionalismos y patriotismos son minoritarias, estos días creo que he batido un récord: apostaría que soy casi el único español contrario a la independencia del Sáhara Occidental, partidario de la integración de Ceuta y Melilla en Marruecos, y a la vez totalmente contrario al actual régimen marroquí.

Los graves incidentes de estos últimos días en El Aaiún han sido interpretados en general como una disputa nacionalista, a pesar de que no todos los participantes en los campamentos la han expresado así. Y ha sido la ocasión de que se vuelvan a escuchar voces a derecha e izquierda favorables a la independencia del Sáhara Occidental, la antigua colonia española. Hay una mala conciencia general sobre la forma en que se desarrolló el abandono del territorio y de sus habitantes hace 35 años. Las peticiones vienen también de la derecha, que posiblemente siente cierta unión con antiguos ciudadanos españoles, mezclada con antipatía hacia los marroquíes (los moros). Y parece que la izquierda favorece unánimemente el “derecho a la autodeterminación” del “pueblo saharaui”.

Así que el resultado parece unánime: una clara simpatía por los saharauis (aunque las instancias oficiales tengan que ser prudentes por motivos diplomáticos), y una confianza de que la independencia solucionará los problemas básicos.

Me temo que mi opinión va a contracorriente. Yo no creo en el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, entre otras razones porque no creo en la existencia de un pueblo saharaui como tal. Existen desde luego los ciudadanos de esa antigua colonia, cuyas condiciones de vida son abominables, y la opresión por parte de la monarquía alauita es indignante. Sus protestas me parecen justificadas, y apoyaré si puedo sus quejas. Pero no creo que algo más setenta mil personas, según el censo oficial, tengan derecho de gobierno sobre doscientos mil kilómetros cuadrados y sus riquezas.

¿INDEPENDENCIA?

En general, soy anacionalista, es decir, no creo en la existencia de pueblos y naciones. Pero en este caso, y sin ser especialista sobre el tema, el asunto me parece aún más claro. No creo que haya nada que diferencie a los habitantes de la antigua colonia española del Sáhara Occidental de los pueblos del desierto del sur y oriente de Marruecos y de otros países cercanos. Nada justifica la creación de una nación en ese lugar, y ni siquiera la geografía lo aconseja: no hay más que mirar un mapa de la zona, y ver que las fronteras que se proponen son meras líneas rectas en su casi totalidad, creadas por las respectivas potencias coloniales.Okcidenta Saharo

Cuando tanto se ha argumentado desde la izquierda contra las desgracias causadas por el colonialismo en casi todos los países africanos, creando entes políticos caprichosos, a los que se acusa de gran parte de los sufrimientos de los habitantes de ese continente, me parece paradójico que la izquierda española defienda la persistencia de una frontera evidentemente artificial, que no tiene en cuenta para nada la realidad objetiva. Creo que se puede argumentar con mayor razón a favor de la independencia del Rif, una región con rasgos lingüísticos, culturales, históricos y geográficos más destacados, y con mayor abandono por parte de los regímenes de entonces y de ahora.

No favorezco las fronteras, y tampoco voy a defender la existencia del estado de Marruecos, al que haya de pertencecer una parte más o menos grande del continente. Pero mientras existan tales estados, considero más defendible la ligazón entre esos territorios y sus habitantes que la multiplicación de entes políticos y el levantamiento de nuevas barreras.

Esa es la razón de que defienda también la unión al mismo territorio de las ciudades de Ceuta y Melilla. Es verdad que en este caso la historia es diferente, y que probablemente la mayoría de sus actuales habitantes prefiere la ciudadanía española, pero las ciudades actúan actualmente más como fuente de perturbación de la economía de la zona y de imán de problemas políticos, que como dinamizadores de los alrededores. Prestaría mucha atención a los intereses materiales de los actuales habitantes, y buscaría un acomodo adecuado, de la misma forma en que favorezco un acuerdo cuidadoso para la reintegración de Gibraltar en el estado español, pero no veo ninguna razón para la conservación de esa anomalía presente.

EL VERDADERO PROBLEMA

Queda, sin embargo, un asunto peliagudo en el debate: la situación actual de los ciudadanos de todo ese territorio, marroquíes y casi-marroquíes, bajo el actual régimen político. Esa es para mí la auténtica desgracia de toda la situación, que los saharauis deben soportar los caprichos de una élite depredadora, bajo la dirección de un rey dictador, en vez de decidir sobre su destino en el sentido más real de la expresión. La situación económica es cada vez más inaguantable, lo que ha conducido a que la frontera entre Marruecos y España sea la que separa la diferencia de niveles de renta más alta del planeta. Las razones son muchas, por supuesto, pero en gran parte se debe a la corrupción de una monarquía que nada en al abundacia, mientras se multiplica la misera a su alrededor, como puede comprobar quien haya visitado el país recientemente, y haya observado que el ritmo de construcción de palacios reales no se detiene. Nada mal para una familia que en el momento de la independencia ni siquiera estaba entre las más ricas del país. Y quien haya leído libros como “Nuestro amigo el rey” no puede por menos que indignarse de que por motivos similares se haya cesado y ahorcado a Saddam Hussein, mientras que Hassan II se paseaba pisando las alfombras rojas de los países por donde pasaba.

¿Cómo puede ser que esta familia haya conservado e incrementado su poder, mientras todos los monarcas del norte de África fueron poco a poco destronados? Entre otros motivos, y así volvemos a nuestro tema, porque se las arreglaron para explotar los sentimientos nacionalistas. Cuando el régimen se tambaleaba, y tales ocasiones no faltaron en las últimas décadas, bastaba con señalar las regiones separadas o separatistas para eliminar las dudas y las oposiciones. Otra vez el patriotismo está sirviendo para oscurecer las diferencias sociales, y para que los bribones y las élites conserven sus privilegios. No quiero culpar al Frente Polisario, pero no dejo de pensar que si en su momento hubiera combatido con la oposición marroquí contra el enemigo común, la situación sería mucho mejor para todos ellos.

Para concluir: no estoy en contra de la independencia o de una amplia autonomía para el Sáhara Occidental si se llegase a tal status tras los acuerdos correspondientes. Mientras existan estados, me da lo mismo si la raya en el mapa pasa por un grano u otro del desierto. Pero no me hago ninguna ilusión sobre la posible solución de los problemas por esa vía. Recuerdo que, cuando era más joven, se esperaba mucho de la independencia de Eritrea con respecto a Etiopía, una causa que casi todos los observadores consideraban completamente justificada y defendible, Y sin embargo obsérvese qué ha resultado de ello: ni siquiera la paz. Continuación de batallas, incluso por la posición de ciudades diminutas, rearme de los ejércitos, ruptura de los acuerdos, hasta el punto que uno se pregunta si la situación no era mejor anteriormente. O, por presentar un ejemplo aún más absurdo: véase qué resultó de la independencia de las repúblicas centroamericanas: hace unos días han estado a punto de entrar en guerra dos de ellas por un error de Google Maps.

La independencia frente al colonialismo, he ahí algo que apoyo de corazón. Sucesivas independencias y disgregaciones tras el colonialismo, en favor de las nuevas élites… en esas luchas no me van a encontrar.