Archivo por días: 2011/01/21

Sin traducción en el Senado

Gran escándalo se ha producido por el uso de las lenguas cooficiales en el Senado. ¡Imperdonable despilfarro en épocas de crisis! El debate ha dividido a quienes están a favor de la visibilidad de las lenguas minoritarias, frente a quienes lo ven innecesario y caro.

No voy a entrar a fondo en algo ya tan debatido por otras personas. Pero me permito presentar un compromiso, a la vez original y razonable: que se usen todas las lenguas españolas pero no se traduzcan.

¿De verdad un senador no es capaz de entender el gallego o el catalán sin un traductor (el caso del vasco lo dejo para luego)? Una Cámara diseñada para representar la pluralidad de España debe mostrarla en su seno, pero es que también sus integrantes deberían ser conscientes y representantes de esta diversidad.

Además, creo que no es difícil. Se ha hecho casi habitual no traducir ni subtitular las declaraciones que se muestran en gallego en la televisión, y casi todos los hispanohablantes son capaces de entenderlas sin grandes dificultades. El caso del catalán no es muy diferente, y conozco a algún gallego que se ofende de que no se subtitule su lengua pero sí el catalán. En cualquier caso, incluso aunque no sea inmediato para todo el mundo, los senadores podrían hacer un esfuerzo, y además nos evitamos las polémicas sobre el caso del valenciano o el balear. Ojo: no estoy hablando de aprender a hablar o escribir la lengua, sino de entenderla. Es decir, sugiero un bilingüismo pasivo.

Si hace falta, creo que nadie se opondría a que se impartieran clases para los senadores nuevos al principio de la legislatura. Sólo en casos excepcionales podría recurrirse a los traductores, o incluso, dado que actualmente casi todos los discursos suelen ser leídos, a la entrega previa de una traducción escrita, lo cual por otra parte sería inevitable en la práctica en el caso del eusquera.

Ello evitaría la mayor parte de los gastos que tanto parecen importar en estos tiempos (aunque si se recurriera a la medida de los famileuros que proponía en un anterior artículo se observaría que estamos hablando de cantidades de unos familicéntimos, muy inferiores a lo que se gasta en otros proyectos mucho menos importantes). Además, el mismo método podría emplearse en el resto de encuentros informales, en comisiones, pasillos o cafeterías, que también se han mencionado en otras reacciones.

Pero sobre todo sentaría un importante ejemplo para otros encuentros que se plantean en la convivencia cotidiana en España. Seguramente ganaría la normalización si viéramos que nuestros representantes son capaces de hacerlo. La mayoría de españoles medianamente cultos podrían llegar fácilmente a alcanzar un nivel suficiente para niveles medios de comprensión.

Además, creo que este procedimiento se podría generalizar. No sólo al resto de ciudadanos, sino a otras lenguas.

Entender las lenguas romances

De hecho, a pesar de que he aprovechado esta circunstancia particular del debate en el Senado, se trata de una propuesta que me ronda desde hace algún tiempo, y al que ya hace tiempo tenía previsto dedicar algún artículo, tras diversos contactos con italianos y hablantes de portugués. Y es que con carácter general debería ser innecesario traducir entre la mayoría de las lenguas romances. Desde luego, más absurdo aún es emplear una lengua de relación perteneciente a una familia separada, como el inglés, algo que he experimentado y he visto hacer a menudo a turistas españoles en Italia.

En realidad, la mayoría de las lenguas romances se parecen lo suficiente como para que, con un pequeño entrenamiento, casi cualquier persona pueda entender a un hablante de otra de estas lenguas. Insisto: no digo hablar el idioma, lo cual es evidentemente más difícil, sino entenderlo. Es decir, practicar el bilingüismo pasivo al que hacía referencia anteriormente.

Sé que tampoco es inmediato, y por eso hablo de entrenamiento, aunque mejor tendría que decir educación. Los gobiernos de países latinos deberían promover la enseñanza del resto de lenguas de la misma familia. Podría incluso sustituirse las lecciones de latín de la enseñanza media, que no tienen ningún sentido tal como hoy en día se promueven, y sustituirlas o complementarlas con una asignatura de lenguas latinas, más amplia y más general. Esta asignatura, coordinada en los distintos países, podría ayudar a alcanzar ese conocimiento pasivo de algunos de los idiomas más cercanos. Soy consciente de que en el caso de los hispanoparlantes ello no es fácil para conocer el francés o el rumano, pero al menos podría alcanzarse un nivel medio, mientras que entender italiano, portugués, y, desde luego, catalán o gallego, no presentaría ninguna dificultad.

Sugiero además que los acuerdos sean multilaterales y regionales. No sería difícil que los gobiernos latinos europeos se pusieran de acuerdo. También en el caso de Latinoamérica, aunque quizás con algunos matices diferentes (por ejemplo, insistiendo más en el español y el portugués). Un acuerdo más general corre el riesgo de quedarse en simbólico, como ocurre en el caso de la casi inoperante Unión Latina.

Se podría incluso incluir al esperanto, que en muchos aspectos es casi una lengua romance. De todos modos, en este caso no hay problema, ya que aquí el idioma se puede aprender de forma activa con la misma facilidad. Pero eso da para otro texto 😉