Archivo por días: 2012/10/07

¿Cómo acabar con la brecha generacional en el activismo social?

Esta mañana ha habido unas manifestaciones en distintas ciudades, convocadas por las fuerzas sociales y sindicales que integran la Cumbre Social, en contra de los recortes y la actual situación económica y política. La participación no ha estado mal, al menos en Madrid, pero me ha llamado la atención una circunstancia: Manifestación de la Cumbre Social contra recortesen una estimación aproximada y subjetiva, me dio la impresión que casi el 90% de los asistentes eran de mediana edad, entre 35 y 70 años.

Hace unos días otra manifestación igualmente multitudinaria ocupaba los alrededores del Congreso de los Diputados, para una protesta similar, convocada por plataformas sociales alternativas. En este caso, lo que llamaba la atención era que un porcentaje similar de asistentes tenía, en este caso, menos de 35 años.

Las razones de ambas movilizaciones eran similares y la mayoría de los lemas coreados eran iguales, pero me atrevo a conjeturar que sólo una minoría muy pequeña de personas hemos participado en las dos. Y creo que ése es el gran problema de las fuerzas que se oponen a las medidas del actual gobierno español y el resto de poderes europeos y mundiales, y que puede hacer que el poder político y económico resulte vencedor, a pesar de la impopularidad de lo que está ejecutando. No hemos logrado una convergencia satisfactoria entre los dos principales sectores que tienen capacidad de movilización frente a los ataques del poder: los nuevos movimientos sociales, mayoritariamente jóvenes, que han comenzado a organizarse alrededor de lo que podríamos seguir llamando el 15-M, y el movimiento sindical que todavía agrupa a la clase trabajadora.

No se trata de saber quién tiene la culpa, que seguro que es compartida. Al contrario, entender por qué no se ha producido esa convergencia, y ser capaces de crear puentes y vías de comunicación es algo crítico, si no queremos que el poder continúe aplicando la táctica de divide y vencerás, que tan buenos resultados le está proporcionando hasta el momento.

Desde luego, no me parece insalvable que la separación entre ambos movimientos se vea como generacional. No hay ninguna razón para que los actores establecidos y los recién llegados no puedan entenderse. Entre otras razones, porque esa unión permitiría solventar los defectos de la otra parte.

Los problemas de los movimientos asamblearios

El problema con los nuevos movimientos coagulados alrededor del 15-M es, a mi entender, el de desorganización y falta de foco. Sé que esto algunos lo verán como algo positivo, como muestra de las potencialidades del movimiento y de la libertad de sus integrantes, y como una consecuencia deseable de la organización que permiten las nuevas tecnologías para actuar en red. Permitidme que, sin querer dar lecciones a nadie, sea un poco escéptico. Como viejo militante que ya experimentó intentos similares de activismo hace muchos años, con retóricas similares que tendían a la búsqueda de una nueva izquierda, sé que esas búsquedas abiertas son inevitables cuando se comienza en los inicios de un movimiento, pero son inútiles o incluso perjudiciales si rápidamente no se convierten en alternativas y organización.

Mucho se ha hablado de los incidentes en las movilizaciones para rodear el Congreso, y aunque tengo claro que la culpa fundamental la tienen los mandos políticos y policiales, que – como era evidente para todos los presentes– ya estaban preparados para ello o incluso lo provocaron, debo decir que el carácter anarquizante del movimiento convocante se lo puso muy fácil, y que ello era previsible ya tiempo antes de las cargas. Cuando no estaban claros los objetivos a corto plazo (¿rodear el Congreso u ocuparlo?), ni a largo (¿que se vayan los políticos o se cambie el sistema?), cuando no hay interlocutores o coordinadores que sean capaces de marcar tiempos y contener exaltados, cuando no se tiene experiencia en responder a provocaciones, es muy fácil ser infiltrados y finalmente derrotados por una fuerza inferior en número pero mejor organizada y con unos objetivos más claros. Lo aprendí yo hace una treintena de años, cuando intentaba organizar un movimiento estudiantil, lo aprendieron los milicianos espontaneístas en el 36, y lo aprenderán ahora los nuevos actores sociales alternativas. Sólo espero que sea antes de quemarse o ser destruidos.

Hay también una confianza excesiva en los nuevos modos de activismo que permiten Internet o las redes sociales. De nuevo, yo soy más escéptico, y sé que estos medios son armas de doble filo. Creo que es de gran provecho leer lo que Evgeny Morozov escribe en su libro «The Net Delusion» (recientemente traducido al castellano como «El desengaño de Internet» aunque yo lo he leído en el original, por razones que ya comenté aquí), una obra que aunque se centra demasiado en los riesgos de los sistemas autoritarios, es fácilmente aplicable al activismo en un sistema como el español:

La descentralización de la organización política puede tener implicaciones magníficas para la creación de conocimiento (como muestra Wikipedia), pero la realidad es que la descentralización por sí misma no es una condición suficiente para una reforma política de éxito. En la mayoría de los casos, ni siquiera es una condición deseable, Cuando todos los nodos de una red pueden enviar un mensaje a todos los demás, la confusión se convierte en la nueva condición de equilibrio […]

La glorificación desmedida del activismo digital hace que sus practicantes confundan prioridades y posibilidades. Conseguir que la gente baje a la calle, aun cuando pueda hacerse más fácil gracias a las herramientas de comunicación modernas, suele ser la última etapa de un movimiento de protesta, tanto en democracias como en autocracias. No se puede empezar con las protestas y pensar después en las demandas políticas y los pasos posteriores. […]

Como un comentarista iraní comentó amargamente en su blog [tras las protestas por la democracia, hace unos pocos años]: “Un movimiento de protesta sin una relación adecuada con sus propios líderes no es un movimiento. No es más que una rebelión en las calles, que se esfumará antes de lo que uno imagina”.

La dificultad de la convergencia

Por otra parte, el movimiento sindical tendrá que sacar sus propias conclusiones de su terrible estado actual, en gran parte debido a campañas externas (yo siempre digo que si uno quiere conocer si su interlocutor es de derechas o izquierdas, pregúntale por lo que opina sobre la necesidad de la existencia de los sindicatos), pero también en gran parte de forma merecida. De nuevo, no quiero que parezca que doy lecciones, porque ni quiero ni estoy capacitado para ello. Sólo constato demasiada rigidez. La organización de esta mañana era excelente, algo que le falta al movimiento juvenil, pero por eso mismo parecía ahogar la espontaneidad. Falta algo de coraje y de imaginación. Parece que la movilización sólo se produce cuando le afecta a mi sector, a mi empresa, o mi propio bolsillo.

El movimiento sindical ha estado mucho tiempo sin moverse fuera de los despachos. Pero eso, a mi entender, y a riesgo de parecer paradójico, puede facilitar el encuentro con el movimiento alternativo. Durante muchos años ha faltado movilización social en el país, salvo para apoyar a nuestro equipo de fútbol, y cuanto antes lo asumamos todos, en vez de considerarlo como un arma arrojadiza frente a los demás, mejor será para encontrar una nueva razón para hacerlo de forma conjunta.

Debo reconocer que esto queda algo teórico, y que yo mismo no tengo claro cómo favorecer esa convergencia. Manifestación de apoyo a los mineros en MadridHasta el momento sólo he visto dos lugares o momentos donde se ha producido una unión por encima de generaciones. Una positiva: las movilizaciones de los mineros, los únicos que supieron combinar la radicalidad y el voluntarismo con la unidad y disciplina del movimiento sindical tradicional, y que en consecuencia recibieron la simpatía y el apoyo de todos los sectores transformadores.

El otro es el caso de Cataluña, donde el nacionalismo, el mejor cemento social, ha permitido unir todas las vías de descontento, creando un enemigo común territorial por encima de otros intereses. No está de más decir que, aunque entiendo las razones que están detrás (y que Isaac Rosa ha explicado mejor), no me parece que esa vía de escape sea la más adecuada, y que me parece profundamente reaccionaria, además de que debilita a las oposiciones y otorga más munición a los gobernantes en el resto del Estado.

Un caso concreto

Todo lo anterior queda quizás un poco teórico, y sin soluciones concretas. No participo en la primera línea de ninguno de los dos movimientos y no me atrevo a darles consejos a quienes se están bregando con las realidades organizativas. Pero sí conozco y trabajo en un grupo transformativo donde la situación es similar, donde cuesta romper una brecha generacional.

En la comunidad que usa y promueve el idioma esperanto se está produciendo un fenómeno similar: las nuevas generaciones que se acercan al idioma y lo aprenden están generando una cultura nueva. Es fácil aprender el esperanto en la red, practicarlo y relacionarse con personas de otros países y lenguas, y de forma natural se crean comunidades y redes virtuales que emplean el idioma. Los nuevos hablantes ya no necesitan los clubes y asociaciones tradicionales, que poco a poco están perdiendo fuerza y envejeciendo. Pero a su vez éstas hacen falta para consolidar el movimiento, realizar las labores de propaganda y movilización, relacionarse con las instancias oficiales y crear puntos de encuentro.

Se está dando incluso una nueva situación en los encuentros de esperanto: que se están segmentando por edades y circunstancias vitales. Los congresos tradicionales atraen a las personas de más edad, mientras que los jóvenes acuden a encuentros más informales, que se están multiplicando. Incluso en España estos últimos años estamos comprobando que los congresos tradicionales atraen sobre todo a las personas de mediana edad, mientras que los jóvenes se decantan por encuentros puramente juveniles, y los más veteranos se van a encontrar en un encuentro específico (que por cierto acaba de comenzar en Cambrils ayer mismo)

Pues bien, ello es magnífico desde el punto de vista del disfrute del esperanto y de la comunicación internacional, pero ocasiona problemas cuando se quiere consolidar un movimiento que mire a más largo plazo.

Hace tiempo que le doy vueltas, como responsable de una asociación que justamente pretende fomentar el esperanto, y producir un compromiso mayor entre los nuevos hablantes. Y constato que no es fácil unir a las dos comunidades y aprovechar las sinergias y los puntos fuertes relativos, sin recurrir a nacionalismos y grupalismos, que en el mundo del esperanto tienen aún menos sentido que en ningún otro lugar.

Por eso decía antes que yo mismo veo la necesidad imperiosa de la unión entre generaciones y tradiciones diferentes, a nivel español y a nivel mundial, pero no tengo claras las vías y las soluciones. ¿Alguna idea antes de que esto acabe en un desastre?