5.1.08

 

Dos autores con nombre español

Poco a poco los españoles se van acostumbrando a compatriotas con nombres exóticos.

A mí me fascina todavía encontrarme personas de tierras lejanas con nombres evidentemente españoles. Y dos de ellos han coincidido ahora en la edición en esperanto, como autores de dos de las obras más interesantes recién publicadas.

Kalejdoskopa rememoroEl primero de ellos se llama Alberto Fernández, y es belga. Fue uno de esos niños de la guerra, evacuados durante la guerra civil, y que no volvieron a España a finalizar ésta. Desarrolló en Bélgica su carrera, y aún vive allí. Recuerdo que me encontré su nombre hace unos años en el mundo del esperanto, gracias a un libro de divulgación científica que escribió, aún uno de los mejores publicados originalmente en ese idioma, y ya entonces me chocó encontrar su presentación como “Alberto Fernández, belga”. Después he tenido ocasión de conocer más su labor, y tener contacto postal con él. Entre otros, he podido disfrutar de varios de sus artículos en esperanto, entre los cuales el más conocido es uno sobre la relación de los socialistas con el esperanto, que puede leerse también en castellano. También se ha dedicado a la traducción, por ejemplo, de forma sistemática, de artículos de la revista pacifista Vrede.

Ahora, una amplia selección de sus artículos, originales y traducidos, se ha editado en forma de libro. Para los que entienden el esperanto, lo recomiendo. Para los que no, me conformo con sugerir la lectura del original de un poema cuya traducción está contenida en él: “Mi corazón es patio” de Marcos Ana.

El segundo libro es la traducción de una obra escrita originalmente en ruso. Su autor se llama Rubén Gallego. Supongo que a muchos lectores les suena su nombre, no sólo porque el libro es accesible también en castellano, con el título “Blanco sobre negro”, sino por las circunstancias de su vida. Nacido con parálisis cerebral, está seriamente impedido en su movimiento, y fue apartado de su madre, hija del dirigente comunista Ignacio Gallego, entonces exiliado en Rusia, haciéndole creer que había muerto. Pero sobrevivió a los infanatos y a las dificultades, gracias a su fuerza mental, su inteligencia y a una envidiable voluntad. En los años de la Perestroika consiguió escapar de las instituciones y reunirse con su madre, entonces traductora en Praga, gracias a un programa de la televisión española.

foto de Rubén GallegoRecuerdo que vi dicho programa, un poco por casualidad, y que me impresionó. Conocía la figura del abuelo, quizás olvidada para gran parte de las generaciones actuales, pero cuyo papel en la lucha antifranquista fue importante, y cuya escisión del Partido Comunista viví de cerca: tuve contacto con una asociación cercana a su nuevo partido, cuando pensé en aprender ruso, pero el ambiente me llevó a dejarlo (sólo me queda el conocimiento del alfabeto y de la frase “Кто это?”, “¿qué es esto?”, si no recuerdo mal)

Pero sobre todo impresionaba la figura del nieto: su peripecia, su inteligencia, su actitud ante la vida. Y el documental era magnífico, incluso con el tacto de su retirada en el momento del reencuentro de Rubén con su madre.

Posteriormente lo olvidé, como suele ocurrir en este mundo saturado de noticias y sensaciones. Pero lo volví a encontrar hace ahora un año... gracias al esperanto. Un periodista finlandés, Kalle Kniivilä, especialista en Rusia, comentaba en su blog la impresión recibida al leer un libro escrito por Rubén Gallego, y mostraba su interés en traducirlo al esperanto, adelantando en la red la versión de los dos primeros capítulos. De nuevo me impresionó, esta vez por la fuerza de la literatura.

Ahora se ha publicado en esperanto con el título “Blanko sur nigro”. En este caso sí puedo recomendar el libro, incluso a quien no habla esperanto, ya que, como he dicho, existe desde hace un par de años versión en castellano de este libro, y de su obra posterior, “Ajedrez”. Ambos son excelentes, tanto en cuanto al contenido, ya que recogen escenas de la vida del autor, como por la forma de contarlo. Optimistas pero sin concesiones, realistas pero sin estridencias. Con humor, con ese sentido de normalidad que ya en otra ocasión tuve la ocasión de comentar en obras relacionadas con el Holocausto.

Pero mejor léelo en esperanto. Entre otras razones, porque le acompaña un prólogo especial del propio autor, sobre el propio idioma esperanto.

Y porque, en cualquier caso, para autores belgas y rusos el esperanto es siempre la mejor opción.


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