30.6.06

 

Verdes ingenieros del alma

El título "Ingenieros del alma" la he tomado del libro del mismo nombre escrito por el periodista holandés Frank Westerman, que tuvo gran éxito en varios países y que editó el año pasado en castellano la editorial Siruela Siruela.

La expresión se refiere a los literatos de la época soviética, encuadrados en lo que se llamó el realismo socialista, y que fueron designados por este nombre por el mismo Stalin: era su deber influir en las almas de la misma forma que los ingenieros modificaban la naturaleza, entre otras maneras mediante la construcción de canales gigantescos que fueron diseñados en aquel tiempo. El libro sigue la historia de varios escritores, y especialmente de Konstantin Paustovski (si el enlace a la wikipedia rusa no funciona, por cuestiones de alfabeto, inténtalo a través de la inglesa), y de su obra más característica, "La bahía de Kara Bogaz". (Debo confesar que no conocía al autor, y sólo ahora he leído un par de cuentos que se pueden localizar en la red en esperanto: El cocinero ciego y Los arroyos donde nadan las truchas).

El libro es atractivo por un par de temas que considera. Por un lado, hay un tratamiento interesante de las grandes obras hidráulicas, su efecto sobre los regímenes políticos y sus consecuencias ecológicas. Sobre este esunto el autor no siempre me convenció, no sólo porque construcciones similares, aunque a una escala menor, se han emprendido en otros regímenes, sino, sobre todo, porque me resultó extraño leer esto de un habitante de los Países Bajos, que no parece considerar digno de atención el caso especial de su país al comentar las acciones en otros lugares.

La segunda cuestión que induce a la reflexión, con un resultado más bien deprimente, es a la vez política y literaria. Me refiero al tratamiento que recibieron por parte del estalinismo todos estos escritores, que creyeron en la revolución y se integraron en la corriente estilística del realismo proletario. El resultado final fue, sin embargo, que terminaron siendo dirigidos y manipulados por el Estado, hasta el punto de que perdieron no sólo interés literario, sino, sobre todo, credibilidad. Cuando llegaron las Grandes Purgas, su espíritu revolucionario no les salvó de la liquidación, sino que fue contraproducente. Al fin y al cabo, los oportunistas se suelen salvar más fácilmente que los honrados que aún creen en los antiguos ideales.

Hubo una situación muy similar en el caso del esperanto. En el libro de Westerman puede verse una ligera pista, en una mención de pasada a esta lengua. Cuando el autor visita el campo de concentración de las islas Solovki, conocido como SLON, que se encontraba alrededor de un antiguo monasterio, escribe:

Según las historias de terror que circulaban acerca del periodo de la SLON, en este suelo sagrado fueron torturados hasta la muerte un gran número de personas: músicos de jazz, hablantes del esperanto, poetas satíricos y todo aquel acusado de ser enemigo del pueblo.
Es cierto, un gran número de hablantes de esperanto fueron a sufrir las penalidades de estas instalaciones. La represión del esperanto en la Unión Soviética en los tiempos de Stalin, sobre la que ya escribí en un texto anterior barrió durante muchos años la utilización de esta lengua en media Europa.

Pero el paralelismo es aún más poderoso si consideramos que entre los que más sufrieron estuvieron un grupo de literatos en esperanto, cuyo estilo se encuadra en la misma corriente que trata el libro, el realismo socialista. Un caso ejemplar es el de Eugen Mijalski, del cual tengo en otra página un poema dedicado al militar republicano español Julio Mangada, publicado en una revista en esperanto durante la guerra civil. Poco después de esta muestra de solidaridad con los luchadores españoles, fue liquidado. Para los que no conozcan el idioma esperanto, puede indicarse que su estilo poético es próximo al de Vladimir Mayakovski, uno de mis favoritos cuando todavía leía poesía.

Más próximo todavía al caso de los autores tratados en el libro reseñado, en su mayoría novelistas, es el caso de Vladimir Varankin, a quien no podía apartar de la cabeza mientras leía el libro. Se trata del autor de una de las mejores novelas en esperanto, “Metropoliteno”, sobre los trabajos de construcción de un metro en Moscú. Esta actividad es también un importante motivo en las obras de la época, por lo que no me hizo falta haber leído ninguna obra de Paustovski o del resto de autores para hacerme una idea del movimiento estilístico y la trayectoria de los escritores considerados en el libro. Porque también aquí la trayectoria fue la misma: partiendo del compromiso con la revolución, se llega a la sospecha, y finalmente ¡a la acusación de traición y espionaje!.

La verdad es que tampoco los regímenes actuales que han sustituido a la Unión Soviética sean un modelo. El libro de Westerman deja un sabor de boca aún más amargo cuando se ve la situación política de Turkmenistán (o Turquimenia, que creo que queda mejor), y los delirios de su actual padre de la patria. Pero la conclusión que uno saca tanto del libro comentado como de la historia del esperanto en los antiguos países soviéticos es que ¡no se puede apoyar a un régimen que te puede matar!, por muy poco que te gusten el resto de alternativas.

El libro “Ingenieros del alma” está muy bien escrito, con un estilo atractivo y un tratamiento inteligente del tema. El siguiente libro de Westerman se titula “El Negro y yo”. Bueno, no sé cómo se traducirá en castellano, porque El Negro es como aparece en el original en neerlandés, así en español. Se trata de la historia del famoso Negro de Bañolas (o El Negre de Banyoles), aquel bosquimano que estuvo expuesto, disecado, en un museo de esa ciudad, para ser después llevado a Botsuana y enterrado allí, a pesar de que probablemente no había tenido nada que ver con el territorio ahora ocupado por ese país. Seguro que es interesante, ya que tiene que ver tanto con los temas del racismo y el colonialismo, como con esta moda actual de la búsqueda a toda costa de autenticidades e identidades, aunque haya que inventarlas. A ver cuándo se publica en castellano.

En esperanto
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