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LEONARDO TORRES QUEVEDO Y EL ESPERANTOConferencia pronunciada con ocasión de la conmemoración el 150 aniversario del nacimiento del ingeniero e inventor español Leonardo Torres Quevedo, dentro de las jornadas organizadas por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, el Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. La conferencia ha sido publicada en un libro editado por la citada Sociedad, y es accesible también en pdf. Al mia amiko Antonio Marco Botella, pro lia laboro kaj lia helpo |
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Esta comunicación trata de un aspecto de D. Leonardo Torres Quevedo que apenas ha sido considerado hasta el momento en sus biografías y que, sin embargo, él siempre consideró con un especial interés e incluso nos atrevemos a decir que con cariño: nos referimos a su relación con el idioma internacional esperanto. Ello nos permitirá además entender mejor sus intereses humanísticos, y su relación con algunas otras personas destacadas de la época.
Pero primero es necesaria una breve introducción que nos permita conocer el contexto y los motivos del interés de Torres Quevedo por este idioma.
La constatación de la diversidad lingüística y de los inconvenientes que tal situación conlleva es suficientemente antigua, sin necesidad de remontarnos al mito de Babel u otros de características similares. La humanidad ha considerado generalmente que tal situación era una desgracia (a pesar de que, obviamente, también comporte aspectos positivos desde el punto de vista cultural), y ha buscado la forma de minimizar los riesgos e inconvenientes derivados de tal situación.
Quizás el mundo de la ciencia es uno de los que han sentido con mayor fuerza la necesidad de contar con un instrumento común que permitiera el intercambio de información entre los sabios de los distintos mundos culturales, lo cual ha sido de siempre considerado como una de las premisas fundamentales del moderno método científico.
Generalmente, este objetivo se ha conseguido mediante la utilización de una lingua franca, de mayor poder o prestigio.
Como es conocido, en los primeros tiempos de la ciencia moderna, tal función fue asumida por el latín, idioma común de los hombres cultos de la época, aun cuando ya no sirviera de vehículo de expresión cotidiana desde varios siglos atrás.
El latín, no obstante, presentaba un inconveniente muy notable: su dificultad, de la que formaban parte esencial sus imperfecciones e irregularidades gramaticales. Esta circunstancia, entre otras, como el creciente prestigio de las lenguas vulgares y el fortalecimiento de los estados nacionales, hicieron que el papel del latín como vehículo de transmisión de los conocimientos científicos fuera disminuyendo gradualmente.
Comenzó entonces la utilización para fines científicos de los llamados idiomas nacionales. Sin embargo, el empleo de idiomas propios de una nación presenta inconvenientes para la comunicación científica. En primer lugar, el riesgo de aislamiento entre los diferentes colectivos nacionales de la comunidad científica mundial. Pero incluso la adopción de un único idioma de relación ocasiona problemas, derivados en ocasiones de su dificultad y en otros casos de la posición de ventaja que tal situación comporta para la cultura propia de tal idioma. En consecuencia, han sido numerosos los hombres de ciencia que se han planteado la conveniencia de recurrir a otra solución: la adopción de un idioma universal, creado ex profeso para soslayar los inconvenientes mencionados.
Incluso en la época en que el latín era aún el idioma de cultura comenzaron los intentos serios de desarrollo de una lengua perfecta, que no sólo sirviera de medio de comunicación común a la humanidad, y especialmente a la comunidad culta europea, sino que además, por sus características propias, permitiera la descripción del mundo real. Se trata de las llamadas lenguas filosóficas o lenguas a priori, en las cuales cada elemento constituyente permitía la descripción de algunas de las características que componían el concepto nombrado.
El primer intento elaborado, y el más famoso en su tiempo, aunque deben indicarse también sus conexiones de tipo mágico y religioso, que le apartan un tanto de los enfoques científicos, corresponde al mallorquín Ramon Llull y su «Ars magna», en los cuales la adopción de una simbología común se complementa con el empleo de métodos combinatorios sofisticados.
Entre los científicos que trabajaron en la búsqueda de una solución al problema citado se encuentran Descartes, Leibniz y otros menos conocidos como Jan Amos Comenius o John Wilkins. No es éste el momento de describir con detalle estos intentos, que están tratados en varios libros, entre los cuales, por su accesibilidad y alto nivel divulgativo merece citarse el de Umberto Eco “La búsqueda de la lengua perfecta” 1.
La búsqueda de lenguas perfectas fracasó, en definitiva, debido principalmente a la constatación de la dificultad para la creación de clasificaciones a la vez exactas y estables, y a que los esfuerzos memorísticos necesarios hacían inviable su generalización. No obstante, no debemos despreciar las consecuencias de los esfuerzos realizados ya que, al fin y al cabo, algunos resultados colaterales de este tipo de intentos son, por ejemplo, la generalización de un lenguaje común en las matemáticas, la unificación de la nomenclatura química o la sistematización de la clasificación y nomenclatura de los seres vivos debida a Linneo.
A partir de comienzos del siglo XIX el enfoque es distinto, y empiezan a cobrar mayor importancia los esfuerzos para crear un idioma universal, es decir, un instrumento de comunicación práctica, que no necesariamente debía de ser lógico y perfecto, pero que debía cumplir la función de facilitar la comunicación entre las personas de estados y naciones diversos.
Uno de los primeros intentos con un pequeño éxito corresponde precisamente a un español, Sotos Ochando, que publicó un proyecto de lengua universal muy detallado en 1845. El proyecto tuvo un cierto éxito en España, donde se formó una asociación y se publicó un boletín, pero no consiguió extenderse a otros países, entre otras razones por el papel relativamente periférico que entonces tenía nuestro país en los ámbitos culturales 2.
En 1879 aparece el primer idioma universal que llegó a tener tras de sí un verdadero movimiento de apoyo con extensión por una amplia área geográfica. Su nombre era el de Volapük, y su iniciador fue el fraile alemán Johann Martin Schleyer. Su difusión fue rapidísima, alcanzándose cifras de seguidores y hablantes que podían contarse por millares en pocos años, con numerosos clubes y revistas. La expansión se vio frenada también con gran rapidez; se atribuyen dos causas principales a esta circunstancia: la dificultad intrínseca del idioma y la actitud del creador, que no permitió la evolución y la eliminación de las dificultades más destacadas.
En 1887 aparece en Varsovia, escrito en idioma ruso, el que sería el primer texto de un nuevo idioma. Su autor, el oculista de origen hebreo Lázaro Zamenhof, lo firmó con el seudónimo de Dr. Esperanto (literalmente, el esperanzado), nombre que pronto iba a recibir el propio idioma 3.
Su desarrollo fue también muy rápido, demostrando que cumplía una aspiración sentida por un amplio sector de la sociedad. Recogió apoyos entre los anteriores hablantes del Volapuk y entre sectores diversos de la intelectualidad europea. Entre ellos, como veremos después, el de un grupo importante de científicos, que veían en él un vehículo común de transmisión de conocimientos por encima de las fronteras nacionales e idiomáticas.
El esperanto es una lengua a posteriori. Su gramática es de tipo indoeuropeo. Su ortografía es completamente regular, y presenta rasgos que la hacen mucho más fácil de aprender que los idiomas nacionales, entre otros la ausencia de conjugaciones y de irregularidades. El vocabulario se estructura mediante desinencias específicas para cada categoría gramatical, y hace uso de un conjunto amplio de prefijos y sufijos y de una gran facilidad para la formación de palabras compuestas, que le dan gran versatilidad para formar vocablos a partir de un surtido inicial de raíces. Estas raíces son tomadas de los idiomas naturales, de acuerdo con su internacionalidad, por lo que es evidente la relativa abundancia de términos de origen griego o latino, aunque adaptados a la ortografía del esperanto 4.
Como se ha indicado, se sabe que Torres Quevedo se interesó por el esperanto y hablaba el idioma.
Debemos mencionar, no obstante, que los datos de que se dispone sobre este interés son relativamente escasos. Así, el hecho no es mencionado en las mejores biografías existentes sobre el sabio español 5. Tampoco existen documentos en este idioma en el archivo familiar 6.
Ha de indicarse, además, que la Guerra Civil española provocó una gran pérdida a la memoria y la historia del idioma esperanto en nuestro país, ya que esta conflagración produjo una ruptura en la continuidad histórica del movimiento esperantista organizado. Una parte muy importante de este movimiento falleció o tuvo que exiliarse tras la guerra, y sólo al cabo de varios años pudo llevarse a cabo una reconstrucción del esperantismo organizado. Ello ha tenido una consecuencia adicional en la pérdida de archivos del periodo anterior, por lo que la historia de la relación con el esperanto de algunas personas destacadas de comienzo de siglo se conoce únicamente de forma fragmentaria 7.
Sin embargo, el interés de Torres Quevedo por el esperanto no es nada extraño si se tienen en cuenta algunas de sus inquietudes e iniciativas que recogen sus biografías.
Por lo que respecta a su carácter, ha sido señalado en sus biografías su conexión con los movimientos científicos que se desarrollaban en aquellos momentos en Europa y América. Torres Quevedo nunca fue de esos sabios españoles que se mantienen al margen de las corrientes científicas y culturales mundiales, y con razón ha sido señalado que “Torres Quevedo era, rara especie, un ingeniero español universal” 8. Sus relaciones con los científicos e inventores extranjeros, principalmente franceses, fueron constantes, y estuvo en todo momento al tanto de los avances que se producían más allá de las fronteras españolas.
También es destacable su interés por los temas lingüísticos, tan importante como para merecer un capítulo específico en alguna de las biografías dedicadas a su trayectoria.
Así, se puede mencionar, en primer lugar, su invención de un sistema simbólico universal de descripción de las máquinas 9. Se trata de la creación de una serie de símbolos y notaciones para la representación de los principales componentes y de un juego de reglas de relación, que en conjunto permiten la descripción de las máquinas, sin necesidad de utilizar los idiomas naturales. Por cierto, que el paralelismo en el objetivo (que no en la realización) con nuestro tema se evidencia en la descripción que del invento hizo la Revista de Obras Públicas de 1906, en su sección Noticias, donde se le califica de la siguiente manera: «Del estilo de las modernas fórmulas químicas, de las del álgebra, de la lógica, etc., tiene todas las condiciones para servir de esperanto mecánico y á tal objeto ha sido propuesto á todas las naciones» 10.
Otro rasgo que demuestra su interés por la sistematización de la nomenclatura científica es su participación en iniciativas para la normalización del idioma español en este campo. Así, participó en calidad de representante español en el Congreso Científico Internacional que tuvo lugar en Buenos Aires en julio de 1910, donde presentó un proyecto de Unión Internacional Hispano-Americana de Bibliografía y Tecnología Científicas 11.
Por cierto, podemos mencionar de forma anecdótica, que el Congreso de Buenos Aires se hizo eco también de las tendencias internaciones para la adopción de un idioma internacional, y en su seno se debatió la polémica existente en aquellos momentos entre los partidarios del esperanto y el de una versión reformada, el ido, que muy poco antes había sido recomendado en algunos círculos científicos, sin que conste que Torres Quevedo interviniera en estas discusiones.
La Unión, que además del apoyo de Torres Quevedo fue impulsada por el científico argentino Santiago Barabino, fracasó por falta de apoyo institucional. No obstante, algunos años más tarde Torres Quevedo retomaría uno de los apartados de su proyecto, la publicación de un diccionario tecnológico en lengua castellana, que defendió con motivo de su ingreso como socio de número en la Real Academia Española de la Lengua en 1920 12. Su influencia permitió la creación de una Junta Nacional de Bibliografía y Tecnología Científica, cuya presidencia ostentó Don Leonardo. La actividad de este organismo condujo a la publicación de dos volúmenes de un Diccionario Tecnológico Hispano-Americano, que desgraciadamente no fue completado hasta 1983.
En cuanto al esperanto propiamente dicho, desconocemos el momento y las circunstancias en que Don Leonardo entra en contacto con el idioma. Nuestra primera referencia tiene lugar en Bilbao en 1906. En ese momento los primeros esperantistas vascos tomaron algunas iniciativas para formar un grupo local dedicado a la propaganda del idioma, que no alcanzaron gran acogida. Torres Quevedo hizo unas declaraciones públicas favorables al idioma ante círculos intelectuales, lo que produjo resultados muy positivos, que ayudaron a la constitución de uno de los grupos pioneros en el país 13.
No podemos suponer que en aquel momento dominara la lengua, ya que en los primeros tiempos de difusión del idioma fue habitual el apoyo al esperanto por parte de científicos destacados que veían en este idioma la oportunidad para el uso de un medio de comunicación común, pero que no tomaron la iniciativa en su aprendizaje, por lo que la oportunidad tomó un carácter más bien teórico. A partir de este año, más o menos, especialmente como consecuencia del ambiente generado por el Primer Congreso Mundial de Esperanto, que había tenido lugar en 1905 en la localidad francesa de Boulogne-sur-Mer, la aproximación al idioma tendió a ser más comprometida, y a presuponer la utilización práctica del mismo. Sobre este particular volveremos más adelante.
La referencia de mayor interés en la relación de Torres Quevedo con el esperanto es de comienzo de los años 20. Tiene lugar además en una circunstancia que evidencia la gran proyección internacional que tenía Don Leonardo en aquellos tiempos, y de la que no hemos encontrado referencias en las biografías escritas sobre su trayectoria vital, y muy pocas en la documentación general sobre su figura: nos referimos a su participación en el Comité Internacional de Cooperación Intelectual.
Este Comité (también se utiliza la expresión Comisión) fue instituido en el seno de la Sociedad (o Liga) de Naciones creada tras la Primera Guerra Mundial, como un instrumento de este organismo para facilitar las relaciones entre los intelectuales de su tiempo, por lo que suele ser considerado como el antecedente más directo de la actual UNESCO 14. En un comienzo estaba formado por doce personas, escogidas entre lo más selecto de los científicos y hombres de letras de los distintos países que formaban el organismo. Posteriormente, el número fue aumentado a quince. Cada persona era nombrada a título personal, por sus méritos científicos o literarios, y no representaba a su país.
Entre los miembros que formaban parte del comité, además de Leonardo Torres Quevedo, se encontraban intelectuales de la talla de Albert Einstein, Hendrik Lorentz, Marie Curie, Jules Destreé, Gilbert Murray, Gonzague de Reynold, y el filósofo francés Henri Bergson, que fue su primer presidente. “Todos eran eminentes eruditos, algunos de suprema eminencia en varias ramas del saber, y la primera ocasión en que (...) se reunieron alrededor de una mesa en las oficinas de la Sociedad, mereció ser considerada como una fecha memorable en la historia” 15.
Las funciones que se fijó el Comité eran muy amplias 16 y entre ellas pueden citarse, por ejemplo:
El Comité, desgraciadamente, fue incapaz de cumplir la ambiciosa misión que le había sido encomendada, entre otras razones porque su organización y estructura era muy pobre en comparación con su finalidad. Apenas se concretó en unas reuniones anuales de sus miembros, que carecían de todo poder para influir en los gobiernos o en la propia Liga, y su institución “debió parecer un acto de pura fantasía a los endurecidos políticos de aquel tiempo” 17. En 1924 se fundó un Instituto Internacional de Cooperación Intelectual, bajo los auspicios del Comité, con un carácter más estable, y con sede en París.
En abril de 1922 había tenido lugar en la sede de la Sociedad de Naciones una Conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas, que dio como resultado un informe del Secretariado General adoptado por la tercera Asamblea de la Sociedad en septiembre del mismo año 18, para su envío al Comité de Cooperación Intelectual, “para que este organismo diera su opinión sobre los distintos aspectos del problema de la lengua internacional”.
Fue precisamente Torres Quevedo quien tomó la iniciativa, proponiendo el primer día de la reunión la siguiente moción: “El Comité, convencido de la utilidad que tendría un idioma auxiliar artificial para facilitar las relaciones científicas entre los distintos pueblos, establece una subcomisión encargada de estudiar, con la ayuda de expertos, las diversas soluciones que le han sido propuestas” 19.
Aunque casi la mitad de los miembros del Comité eran en favorables al esperanto 20, la moción de Torres Quevedo se encontró con la oposición decidida de algunos otros participantes. Así, el poeta Gonzague de Reynold apoyó el uso del latín “ya conocido por los católicos y los intelectuales”. El ministro belga Jules Destrée afirmó que apoyaba el uso del esperanto para el pueblo, pero no para los intelectuales. Otros miembros preferían centrar sus esfuerzos en el aprendizaje de los idiomas nacionales. Finalmente, otros como el profesor de Oxford Lowes Dickinson y el matemático holandés Hendrik Lorentz preferían que el asunto se estudiase con mayor calma y que el fondo no se decidiera en ese momento.
No obstante, la principal oposición vino del propio presidente del Comité, Henri Bergson, que se oponía a que el Comité estudiase el tema. Según informaciones comprobadas en los archivos de la diplomacia francesa, se trataba de una decisión política del gobierno francés de la época, cuyo ministro de Instrucción Pública, Léon Bérard, había prohibido poco antes la enseñanza del esperanto en las escuelas francesas, y deseaba evitar la competencia que este idioma podía suponer como la principal lengua de relación internacional, un puesto que el francés desempeñaba sin ninguna discusión en aquellos momentos. Es más, el propio Bergson había mostrado su apoyo personal al esperanto una década antes.
Sin embargo, la decisión del gobierno francés era clara. Ya dos semanas antes de la reunión el embajador francés en Berna había enviado un mensaje al Ministerio de Asuntos Extranjeros informando sobre los intentos de recomendar el esperanto como idioma internacional en el seno de la Liga. No se olvidaba de señalar que el proponente de la moción en el seno del Comité de Cooperación Intelectual era Torres Quevedo, al que calificaba de “farouchement espérantiste” (esperantista feroz) 21.
Desde su posición como presidente del Comité, Bergson pudo utilizar su influencia para neutralizar la propuesta de Torres Quevedo. Empleando el pretexto de que el esperanto no estaba entre las cuestiones que tenía previsto tratar el Comité de forma oficial, consiguió que no se estudiara la cuestión.
El vicesecretario general de la Liga, el japonés Inazo Nitobe manifestaría posteriormente su pesar por la decisión, expresando su temor de que al cabo de veinte años la decisión del Comité sería considerada ridícula, ya que su propia experiencia personal había mostrado la importancia que el idioma había obtenido ya en aquellos momentos.
Existían precedentes para la actitud del gobierno francés. Recordemos que en aquellos momentos el francés era sin duda alguna el idioma de la diplomacia y las relaciones internacionales, y que justamente la creación de la Sociedad de Naciones había supuesto la primera amenaza a esta hegemonía, debido a la incorporación del inglés como lengua cooficial, en atención al papel destacado que el presidente norteamericano Wilson había desempeñado en el nacimiento de esta organización. Ya en diciembre del año 1920, Francia, prácticamente en solitario, se había opuesto a una resolución que pedía medidas para favorecer la introducción del esperanto en las escuelas; el delegado francés, Gabriel Hanotaux, miembro de la Academia Francesa, ex ministro de asuntos exteriores, historiador que en sus obras había glorificado el imperialismo francés, se enfrentó a la resolución de forma agresiva, exigiendo “honor” a su idioma, y consiguió un retraso en la aprobación de la moción 22. Al año siguiente se presentó una nueva moción, cuyo resultado fue la conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas que hemos mencionado anteriormente; de nuevo la oposición del gobierno francés impidió la aprobación de cualquier tipo de recomendación.
Debemos tener en cuenta, además, que la política cultural era la gran baza de Francia, que había visto disminuir su peso político, económico y militar ya desde hacía algún tiempo. De hecho, el Comité de Cooperación Intelectual era visto por muchos como un instrumento de la política francesa para extender su influencia y para obtener ventajas morales e incluso políticas, y en este sentido encontró una tácita pero constante oposición por parte de los países anglosajones y germánicos. No es extraño, pues, que Francia fuese especialmente beligerante en el Comité contra un idioma que pudiese hacer frente a su incontestable hegemonía en este campo.
La ofensiva del gobierno francés no terminó tras las maniobras en el seno del Comité de Cooperación Intelectual. En la Cuarta Asamblea, en septiembre de 1923, el delegado francés, que había recibido instrucciones de su gobierno para “expulsar el esperanto de una vez por todas”, intentó utilizar el resultado en el Comité para hacer aprobar una resolución en la que se hacía hincapié en el aprendizaje de los idiomas nacionales, con preferencia a una lengua auxiliar. Sin embargo, numerosas delegaciones protestaron contra esta actitud y obligaron a retirar la resolución.
Más adelante, la Sociedad de Naciones volvería a tratar el tema del esperanto, en conexión con las telecomunicaciones, pero no se volvería a considerar el aspecto educativo o cultural, donde su papel podría haber sido muy superior, como acertadamente había visto Torres Quevedo.
Según los datos existentes, en la iniciativa de Torres Quevedo había desempeñado un papel importante el principal organizador del movimiento esperantista español en aquellos años, Julio Mangada Rosenörn, del que más adelante trataremos con mayor detalle. Al conocer la existencia, objetivos y composición del Comité, publicó un artículo en la revista «Hispana Esperantisto» 23, proponiendo a las sociedades esperantistas de las naciones en las que había un miembro del Comité, que se dirigieran a éstos y les informaran sobre las cuestiones relacionadas con el esperanto, y especialmente sobre los resultados de la Conferencia sobre la enseñanza del esperanto en las escuelas, a la que hemos hecho referencia anteriormente. Por su parte, él informaba sobre la posición de Torres Quevedo sobre la cuestión lingüística, recordando que a comienzos de siglo, a la vuelta de un congreso científico internacional en Viena, al informar a la Academia de Ciencias, había hecho notar que a pesar del uso de tres idiomas oficiales, o precisamente por esa razón, había sido imposible una adecuada comprensión durante el desarrollo de las sesiones científicas. Mangada citaba al boletín de la Academia de Ciencias, para indicar que Torres Quevedo había propuesto el estudio del empleo de una sola lengua para los congresos científicos internacionales. Finalizaba pidiendo a los lectores que le enviaran su felicitación por su nombramiento como miembro del nuevo Comité. La iniciativa de Mangada tuvo éxito, al menos en la parte que hacía referencia a la adhesión de Don Leonardo a los objetivos del movimiento esperantista, no sólo como puede deducirse de su actuación; también hemos encontrado una noticia en el «Boletín Informativo de la Sociedad Barcelonesa de Esperanto», de agosto de 1922, en el que se da cuenta de la recepción de una carta de Torres Quevedo, agradeciendo la felicitación de esa entidad con motivo de su nombramiento, así como las noticias e informaciones referentes al esperanto, y asegurando que en la expresada Comisión “encaminará sus esfuerzos a favor de los deseos de los esperantistas y que le será muy grato que los resultados sean satisfactorios”.
Como es sabido, los años 1920 a 1926 fueron dedicados por Torres Quevedo principalmente a actividades de tipo institucional. De este tipo es el siguiente episodio relacionado con el esperanto, su participación en la Conferencia Internacional sobre el Uso del esperanto en las Ciencias Puras y Aplicadas, que se organizó en París en 1925.
Las iniciativas para generalizar el empleo del esperanto en las publicaciones científicas era uno de los esfuerzos más tempranos del movimiento esperantista. Ya en el Segundo Congreso Mundial de este idioma, en Ginebra, se habían reunido los esperantistas interesados en materias científicas, y en 1908 se fundó la Asociación Científica Esperantista Internacional (ISAE, en las siglas propias), bajo la presidencia del general Sébert, miembro de la Academia francesa de Ciencias. Posteriormente se fundó un boletín de la asociación, donde colaboraron científicos muy destacados de comienzos de siglo.
La asociación enmudeció en la práctica durante la Gran Guerra, pero inmediatamente tras la conclusión de ésta se reanudaron las iniciativas para volver a ponerla en marcha. En 1921 una mayoría de miembros de la Academia Francesa de las Ciencias firmó una declaración favoreciendo el uso del idioma internacional esperanto en el terreno científico y técnico. En concreto, solicitaban:
« 1º. Que la enseñanza del esperanto, maravilla de lógica y de sencillez, se introduzca, con carácter electivo al menos, en los programas oficiales de las carreras de ciencias de los establecimientos de ciencias de los establecimientos docentes.
» 2º. Que en los Congresos internacionales sea adoptado como lengua oficial en igualdad de condiciones que los idiomas nacionales hasta el momento en que la experiencia confirme su aptitud para ser empleado como única lengua oficial.
» 3º. Que se llame la atención de las Casas Editoriales científicas y técnicas acerca del interés que sería para ellas emplear el esperanto en sus publicaciones destinadas al extranjero.
» 4º. Que los sabios y técnicos se pongan desde luego en condiciones de servirse del Esperanto en sus relaciones con los colegas extranjeros y les hagan saber que están ya dispuestos a emplear dicho idioma.
» Y 5º. Que se nombre una Comisión encargada de preparar y elaborar los vocabularios en esperanto de las ciencias puras y que se invite a las Sociedades técnicas a hacer lo mismo en lo que se refiere a la especialidad que cultiven.»
La asociación ISAE, bajo el impulso del ingeniero francés Rollet de l'Isle, decidió convocar una Conferencia Internacional que mostrara las posibilidades del idioma y favoreciera el empleo que preconizaba la declaración de los académicos franceses. Además, se aprovechó la ocasión para celebrar simultáneamente otra conferencia para favorecer el uso del esperanto en el comercio y la industria. Ambas tuvieron lugar del 14 al 16 de mayo de 1925, en París.
Participaron en la Conferencia algo más de 200 hombres de ciencia, de distintos países. El gobierno español envió una representación oficial, nombrada por Real Orden de fecha 10 de marzo de 1925 24. La componían D. Leonardo Torres Quevedo, nombrado por el Ministerio de Instrucción Pública, y dos ilustres militares científicos, nombrados por el Ministerio de la Guerra: D. Vicente Inglada y D. Emilio Herrera, ninguno de ellos tan conocido en la actualidad como merecerían, a pesar de haber sido ambos miembros de la Academia Española de Ciencias.
De los tres, Vicente Inglada Ors (nacido en Alicante en 1879 y muerto en 1949) fue el más activo en el movimiento esperantista, y el que llevó la representación efectiva de las instancias oficiales españolas. A él debemos una completa descripción de las sesiones que preparó para la Real Academia de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba, cuya representación había llevado a la conferencia 25. Inglada era un militar científico de reconocido prestigio, incluso a nivel internacional, en el campo de la geología. Fue profesor de Astronomía, Geodesia y Meteorología de la Escuela Superior de Guerra y director durante muchos años del Observatorio Sismológico de Toledo. A finales de los años 20 fue nombrado miembro de la Real Academia de Ciencias. Escribió numerosas obras literarias en esperanto, y tradujo gran cantidad de piezas, entre las que cabe destacar casi toda la producción teatral de Jacinto Benavente [ver 1 y 2]. Fue miembro de la Academia de Esperanto, vicepresidente de ISAE y también participó activamente en actividades organizativas y de propaganda del movimiento esperantista español. 26
Por su parte, Emilio Herrera Linares tuvo una trayectoria científica aún más destacada, y mayor vinculación con Torres Quevedo. Se trataba de uno de los pioneros de la aviación española; había destacado en el empleo de los globos en España, y fue más adelante uno de los primeros pilotos españoles. Posteriormente dedicaría su atención a la investigación científica. Fundó la primera Escuela Superior de Aerotecnia, actualmente Escuela Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid. Estuvo entre las primeras personas que atravesaron el océano Atlántico en dirigible. Es conocido que impulsó muy decididamente el establecimiento de una línea regular de viajeros entre Sevilla y Buenos Aires, iniciativa que fue uno de los principales motivos que llevaron a Torres Quevedo a investigar el desarrollo de dirigibles semirrígidos. También fue muy conocido su intento de viaje a la estratosfera en globo abierto, en 1936, para lo que diseñó una de las primeras escafandras espaciales. Su figura es, desgraciadamente, poco conocida en la actualidad, a pesar de los esfuerzos que desarrolla la Fundación que lleva su nombre, entre otras razones por una extracientífica: durante la Guerra Civil permaneció leal al gobierno republicano y posteriormente hubo de exiliarse; en los años 60 llegaría a ser presidente del gobierno republicano en el exilio. Murió en Ginebra en 1967 27.
Las gestiones para el nombramiento oficial de los tres científicos españoles también habían sido llevadas a cabo por Julio Mangada. Según narró en un artículo en la revista «La Suno hispana» de marzo de 1925 28, tras los esfuerzos realizados en colaboración con Rollet de l'Isle, logró de las autoridades españolas tal representación. En el artículo se menciona que Torres Quevedo apenas habla el idioma, en comparación con el alto nivel de Inglada y el suficiente de Herrera. Las negociaciones habían sido llevadas a cabo inicialmente sin su conocimiento, pero Torres Quevedo aceptó agradecido, a pesar de su excesivo trabajo. Mangada da cuenta de la conversación en la que le comunicó el nombramiento, e informa de la actitud de Torres Quevedo hacia el esperanto «al que juzgó y juzga de toda necesidad para la Humanidad, bajo todos los puntos de vista». Don Leonardo cuenta también que él había sido «objeto de burlas por parte de algunos científicos por su inclinación al Esperanto y sobre todo por elevadas personas del corro científico del Ateneo», y que en su descargo había hablado de su facilidad para ser aprendido por uno mismo, sin maestro, y que había leído a sus oponentes algunos textos de una revista. Añadió también que había estudiado algo al comienzo del siglo, aunque por su constante labor no lo había podido practicar y seguir estudiando, por lo que consiguió escribirlo mejor que hablarlo. Finalmente, Torres Quevedo y Mangada recordaron al ingeniero Ricardo Codorníu, con quien el primero correspondía constantemente, incluso acerca del Esperanto. Recordemos que Codorníu, pionero del movimiento esperantista español, y abuelo del inventor Juan de la Cierva, está considerado el padre de la ingeniería forestal de nuestro país.
Volviendo a la Conferencia, ésta recibió un numeroso conjunto de adhesiones, colectivas e individuales. Entre las primeras se encontraban, por ejemplo, los citados ministerios españoles de Guerra e Instrucción Pública, el Ministerio de Instrucción Pública de China, las Asociaciones francesa y americana para el progreso de las Ciencias, la Real Academia de Ciencias exactas, físicas y naturales de España, la Liga alemana de Asociaciones Científicas Técnicas, entre otras muchas de distintas ramas del saber científico, hasta un total de 230 sociedades de 37 países.
Como hemos indicado, el número de participantes individuales y delegados de la Conferencia era de unos 200, aunque no todos hablaban el esperanto, y se consideraban más bien partidarios o simpatizantes del idioma. En las sesiones formales o solemnes se emplearon otras lenguas, especialmente el francés, pero las sesiones de trabajo tuvieron lugar íntegramente en esperanto.
Las reuniones de trabajo tuvieron lugar en la sede del Instituto Oceanográfico, bajo la dirección del profesor Cotton, miembro de la Academia de Ciencias y profesor de la Universidad parisina. Previamente había tenido lugar una sesión solemne de apertura, común a las dos conferencias, en la que habían intervenido, entre otros, los académicos Charles Richet y Daniel Berthelot.
Las dos primeras sesiones examinaron las posibilidades de llevar a cabo los deseos del manifiesto de los académicos franceses, y subrayaron la necesidad de añadir a los artículos publicados en las revistas nacionales un resumen en esperanto. Esta iniciativa la cumplieron en aquellos años algunas revistas científicas, principalmente en Japón. En España, el mencionado Emilio Herrera, a su vuelta del Congreso, publicó en la revista “Madrid Científico” un artículo en castellano titulado “El Esperanto y la Ciencia”, donde describía las principales características del idioma, sus ventajas y perspectivas, al final del cual incluyó un resumen en el propio idioma esperanto 29.
La tercera sesión (cada sesión ocupaba medio día) discutió la organización y fortalecimiento de la asociación científica esperantista ISAE.
La cuarta sesión se dedicó fundamentalmente a la iniciativa de redactar diccionarios especializados en cada rama de las ciencias y las técnicas. En este caso merece destacarse que como consecuencia de la iniciativa se publicarían más adelante numerosos diccionarios técnicos. Entre ellos podemos mencionar el diccionario de arquitectura, con traducción en ocho lenguas, cuyo redactor fue el arquitecto cordobés Francisco Azorín Izquierdo, que fue diputado de las Cortes Constituyentes de la República por el Partido Socialista y ocupó otros cargos políticos y profesionales de cierto relieve. También Herrera participó en la elaboración de un diccionario aeronáutico, como se deduce de la correspondencia conservada en la Fundación que lleva su nombre.
La Conferencia científica, al igual que la dedicada a la aplicación en el comercio, tuvieron un importante eco propagandístico. Pero sirvieron sobre todo para reforzar entre los participantes la confianza en las posibilidades que ofrecía el esperanto en su aplicación práctica, no sólo en teoría. La experiencia de llevar a cabo reuniones técnicas en un plano de igualdad, con participación de personas procedentes de distintos países, sin necesidad de intérpretes y sin que tuvieran mayor ventaja los naturales de los estados con un idioma dominante, produjo fuerte impresión en los asistentes, sobre todo entre los que no habían tenido la oportunidad de asistir a reuniones esperantistas internacionales con anterioridad.
El entusiasmo que, según acabamos de mencionar, ocasionó la Conferencia entre los participantes puede ser ejemplificado por una anécdota que protagonizó Leonardo Torres Quevedo a su regreso de París, y que tendría una importante consecuencia en el movimiento esperantista español.
Apenas regresado, supo D. Leonardo que uno de sus mejores amigos, el doctor Carlos Mª Cortezo, había sufrido un grave accidente de automóvil. El Doctor Cortezo había sido Director General de Sanidad en 1899 y entre 1902 y 1904, Ministro de Instrucción Pública durante un breve periodo en 1905. Fue presidente de la Real Academia de Medicina, académico de la Real de la Lengua desde 1918 y era presidente del Consejo de Estado. Gozaba de un alto prestigio social y profesional.
Pues bien, Don Leonardo le visitó en el hospital, donde le informó sobre la Conferencia de París, y sobre los avances que el esperanto estaba teniendo en todo el mundo. El doctor Cortezo se contagió del entusiasmo de su visitante y le solicitó que le proporcionara material para aprender el idioma durante su convalecencia. Así lo hizo, haciéndole llegar una gramática de Inglada, junto con varios textos, entre ellos una traducción de la «Iliada». D. Carlos no sólo se mostraría un alumno aventajado, aprendiendo el idioma en un breve plazo de tiempo, sino que pocos meses después sería nombrado presidente de la entonces denominada Asociación Española de Esperanto 30.
El propio Torres Quevedo tendría también un papel en el movimiento esperantista organizado en España, aunque a un nivel más simbólico.
Debemos mencionar en primer lugar que la organización de los hablantes de esperanto en España fue durante esos años un asunto complicado, que sufriría diversas polémicas, algunas de ellas muy ácidas, ya que gran parte de los esperantistas españoles no estaban interesados en una organización centralizada, bien sea por razones ideológicas, de organización territorial o de visión sobre los objetivos del movimiento. En 1925 se había fundado la citada Asociación Española de Esperanto (HEA), que intentaba agrupar a los esperantistas españoles que deseaban trabajar para conseguir reconocimientos oficiales para el idioma.
El principal impulsor de la citada asociación fue el varias veces citado Julio Mangada Rosenörn. Mangada era una personalidad muy conocida, que tuvo una enorme influencia en el movimiento esperantista español, hasta el punto de que puede ser considerado "el" esperantista español por antonomasia. Tenía una visión con una fuerte carga ideológica, ya que para él el esperanto era un medio privilegiado para conseguir una fraternidad universal. Era militar profesional, y se interesó por otros movimientos entonces considerados radicales, como la masonería, el vegetarianismo, el espiritismo, etc. En los años 30 adquiriría una gran popularidad principalmente debido a dos circunstancias de carácter político. El primero fue el llamado “incidente de Carabanchel”, donde se enfrentó públicamente a otros militares conservadores, en defensa de la nueva normativa republicana, y que serviría al entonces ministro de la Guerra, Manuel Azaña, para remozar parte de los mandos superiores del Ministerio. El segundo sería su participación en los primeros momentos de la guerra civil, donde al mando de la famosa “columna Mangada” participó en la defensa del Madrid republicano, con algunas importantes victorias que le valieron la Medalla de Oro del Ayuntamiento de Madrid y el nombramiento popular como “general” (aunque oficialmente sólo se le reconoció el grado de coronel).
Pues bien, en la organización de la Asociación Española de Esperanto, bajo la influencia de Mangada, tuvo una importancia notable la búsqueda de la respetabilidad social, mediante la atribución a personalidades importantes de puestos en el movimiento. Como hemos indicado, Mangada había intervenido en el nombramiento de Torres Quevedo como representante del Ministerio de Instrucción Pública en la Conferencia de París, y en general había influido en la búsqueda de reconocimiento en las instancias oficiales, basándose en sus contactos profesionales y sociales.
Una manifestación de esta tendencia fue la creación de un Instituto de Esperanto, como organismo ligado a la Asociación, que sirviera de nexo de unión con las autoridades oficiales y desarrollara otras funciones representativas. También fue creado un Comité de Honor de la Asociación Española de Esperanto, formado por personas relevantes en la Ciencia, la Literatura o las Artes, con funciones exclusivamente honoríficas. De acuerdo con los estatutos, que fueron aprobados en el VI Congreso Nacional de Esperanto, que tuvo lugar en Madrid en 1926, era necesario que los integrantes del Comité “siendo españoles y hablando Esperanto, sean mantenedores del ideal esperantista y contribuyan a la difusión y oficialización del Esperanto por el Estado”.
Don Leonardo Torres Quevedo fue elegido miembro del Comité de Honor de la Asociación desde un comienzo. Por el contrario, no fue miembro del Instituto, para lo que se exigía un mayor compromiso con el movimiento organizado.
En cualquier caso, ambos tuvieron una vida propia muy reducida, debido a problemas organizativos de la propia asociación, y, en concreto, no se conocen datos sobre la actividad de Torres Quevedo en estos organismos.
Los últimos años de la Dictadura de Primo de Rivera y especialmente el periodo de la República vieron un gran desarrollo del esperanto como movimiento, con un notable crecimiento del número de hablantes en España. No tenemos datos sobre la actividad de Don Leonardo en ese periodo, aunque podemos suponer que fue reducida, dada la avanzada edad y su estado de salud cada vez más precario, aunque el movimiento esperantista le continuó considerando públicamente como uno de los suyos.
Como es sabido, Torres Quevedo falleció en plena guerra civil, en Madrid (por cierto, en un momento en el que el alcalde de la ciudad era otro activo esperantista, el socialista Cayetano Redondo Aceña).
Con la guerra también el movimiento esperantista sufriría un fortísimo golpe 31. Aunque hubo hablantes del idioma en ambos lados, una clara mayoría, incluyendo gran parte de los dirigentes del movimiento, tomaron partido por el bando perdedor; unos fallecieron, otros debieron ir al exilio (es el caso de los citados Herrera, Mangada o Azorín) y finalmente otros sufrieron prisión 32.
En el año 1947, con ciertas dificultades, se reconstituyó en España el movimiento esperantista organizado, con la creación de la Federación Española de Esperanto (HEF). Aunque se perdió una parte de la continuidad histórica, el nuevo movimiento no olvidó la memoria de algunos de los pioneros previos a la guerra, y entre ellos a Leonardo Torres Quevedo.
Así, a comienzos de 1953 se conmemoró el 100 aniversario de su nacimiento, con la publicación en primera página de la revista oficial de la organización, de un artículo conmemorativo, recordando su calidad de esperantista. El artículo, con tratamiento de editorial, no estaba firmado, pero podemos suponer que se debía a la pluma del redactor del “Boletín”, Luis Hernández Lahuerta, destacada figura del movimiento esperantista ya en los tiempos anteriores a la confrontación.
Otra muestra de reconocimiento, si se quiere anecdótica, la constituye la visita que los esperantistas llevaron a cabo el 25 de julio de 1957, durante el XVIII Congreso Nacional de Esperanto, al Instituto “Torres Quevedo” del CSIC, donde se recordó la figura de Don Leonardo.
Finalmente, mencionaremos que este pasado año 2002 se ha conmemorado el 150 aniversario del nacimiento de Torres Quevedo, mediante la publicación de un artículo en el número 358 del “Boletín” de la Federación Española de Esperanto 33.
Como puede verse, el movimiento esperantista organizado no ha cesado de considerar a Don Leonardo como uno de sus miembros más valiosos, y de reconocer que las características que le inspiran permiten mostrar de forma inequívoca la universalidad, en el sentido más profundo, de la figura de Torres Quevedo.
1 ECO, Umberto (1994): “La búsqueda de la lengua perfecta en la cultura europea”, Ed. Crítica, Barcelona, traducción de María Pons (edición original en italiano, 1993); existe edición en bolsillo; también se ha publicado una traducción al esperanto.
2 Íbidem. Véase también: LAPENNA, Ivo; Tazio CARLEVARO y Ulrich LINS (1974): “Esperanto en perspektivo”, Centro de Esploro kaj Dokumentado pri la Monda Lingvo-Problemo, Rotterdam.
3 PRIVAT, Edmond (1927): “Historio de la lingvo Esperanto”, Ferdinand Hirt & Sohn, Leipzig, 2 volúmenes.
4 Existen numerosas obras sobre el esperanto en castellano. Un buen texto introductorio es: AULD, William (1992): “El esperanto: fenómeno de la comunicación”, Madrida Esperanto-Liceo, Madrid, traducción de Marcos Cruz. El escocés Auld es, probablemente, el mejor literato en esperanto vivo en la actualidad. [Otro posterior es: VALÉN, Antonio (2004): El esperanto, lengua y cultura, mga, Santander].
5 RODRÍGUEZ ALCALDE, Leopoldo (1974): “Biografía de D. Leonardo Torres Quevedo”, Institución Cultural de Cantabria, CSIC, Diputación Provincial de Santander; GARCÍA SANTESMASES, José (1980): “Obra e inventos de Torres Quevedo”, Instituto de España, Madrid; GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco (1993): “Leonardo Torres Quevedo”, Biblioteca de la Ciencia Española. Fundación Banco Exterior, Madrid.
6 Leonardo TORRES-QUEVEDO Y TORRES- QUEVEDO, comunicación personal.
7 MARCO BOTELLA, Antonio (1987): “Analoj de la Esperanta movado en Hispanujo”, Zaragoza, dos volúmenes. Antonio Marco es el autor de referencia sobre la historia del movimiento español, y sus publicaciones han conseguido paliar la discontinuidad a la que hacíamos referencia.
8 GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco (1986): “Leonardo Torres Quevedo: europeo preorteguiano e ingeniero español universal”, Aula de la Cultura Científica. Amigos de la Cultura Científica, Laredo; la cursiva es del autor.
9 TORRES QUEVEDO, Leonardo (1907): “Sobre un sistema de notaciones y símbolos destinados a facilitar la descripción de las máquinas”. Publicado por la revista “Ingeniería”, Madrid, imprenta de J. Palacios.
10 Citado en GONZÁLEZ DE POSADA, 1993; la cursiva es del original.
11 Véase comunicación de G. OLAGÜE DE ROS, Alfredo MENÉNDEZ NAVARRO y Mikel ASTRAIN GALLART “La participación de Leonardo Torres Quevedo en el proyecto de creación de un Instituto Latinoamericano de Documentación e Información científicas: la Unión Internacional de Bibliografía y Tecnología Científicas (1910)”, en: GONZÁLEZ DE POSADA, Francisco, editor (1991): “Actas del II Simposio: «Leonardo Torres Quevedo: su vida, su tiempo, su obra»”, Amigos de la Cultura Científica, Santander. Véase también GARCÍA SANTESMASES (1980), capítulo XV y GONZÁLEZ DE POSADA (1993), capítulo 10.
12 TORRES QUEVEDO, Leonardo (1920): “Discursos leídos ante la Real Academia Española en la recepción pública de Don Leonardo Torres y Quevedo el 31 de octubre de 1920”. Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, Madrid.
13 MARCO (1987), volumen I, p. 24. (Nota posterior: ver referencia aquí)
14 Así puede verse en las propias publicaciones de la UNESCO o en la página web de este organismo, en el apartado de presentación histórica.
15 WALTERS, F. P. (1971): “Historia de la Sociedad de Naciones”, Editorial Tecnos, Madrid, traducción de Federico Fernández de Castillejo (edición original en inglés, 1960).
16 Sociedad de Naciones (1923): “La Sociedad de Naciones y la cooperación intelectual”. Sección de Información, Secretaría de la Sociedad de Naciones, Ginebra.
17 NORTHEDGE, F. S. (1986): “The League of Nations, its life and times 1920-1946”, Leicester University Press.
18 Sociedad de Naciones (1923): “El esperanto como lengua auxiliar internacional. Informe de la Secretaría General a la tercera sesión, revisado por la quinta comisión y adoptado por unanimidad por la Sociedad de Naciones el día 14 de septiembre de 1922”. Versión española editada por la Federación Zamenhof. Madrid.
19 PRIVAT, 1927; LAPENNA, 1974. Edmond Privat es la fuente de información más directa sobre el tema; diplomático en la Sociedad de Naciones, fue también presidente de la Asociación Universal de Esperanto.
20 LESCURE, Jean-Claude (1999): “Un imaginaire transnational? Volapük et Espéranto vers 1880-1939”, Institut d'Etudes Politiques, París, 4 volúmenes
21 LESCURE (1999), que cita a Jean- Jacques RENOLIET, “Institut de Coopération Intellectuelle, 1919-1940”, París, Institut Pierre Renouvin, 1995, p. 79, que a su vez se basa en documentos del Ministerio de Asuntos Extranjeros francés.
22 LINS, Ulrich (1988): “La danghera lingvo, studo pri la persekutoj kontrau Esperanto”, Bleicher, Gerlingen (República Federal Alemana).
23 Revista “Hispana Esperantisto” número 57, Madrid, abril-mayo 1922. Este boletín actuaba como órgano oficial de varias de las sociedades esperantistas organizadas en aquellos años en el territorio español.
24 Publicada en la “Gaceta de Madrid” de 12 de marzo. La revista «La Suno hispana» (literalmente, «El sol español», que había sustituido a «Hispana Esperantisto» como órgano oficioso de los esperantistas españoles) lo reprodujo en la portada de su número 96.
25 INGLADA ORS, Vicente (1925): “La Conferencia Internacional para el empleo del Esperanto en las Ciencias públicas y aplicadas, París, 14- 16 mayo 1925”. Córdoba, 1925.
26 RODRÍGUEZ DE LA TORRE, Fernando (1982): “Vida y obra de Vicente Inglada Ors”, Instituto de Estudios Alicantinos, Alicante.
27 Existe una biografía muy completa de Emilio Herrera: ATIENZA RIVERO, Emilio (1994): “El general Herrera - Aeronáutica, milicia y política en la España Contemporánea”, Fundación AENA, Madrid. Véase también: LÁZARO ÁVILA, Carlos (2001): “Emilio Herrera, Juan de la Cierva: la aventura aeronáutica”, Nivola, Madrid. Finalmente, podemos citar su autobiografía: HERRERA, Emilio (1986): “Memorias”, edición a cargo de Thomas F. Glick y José M. Sánchez Ron, Ediciones de la Universidad Autónoma de Madrid, Madrid, publicado anteriormente en inglés por la Universidad de Nuevo Méjico.
28 «La Suno hispana», 3ª época, número 94, marzo 1925. Véase también: MANGADA ROSENÖRN, Julio (1928): “Algo sobre el movimiento esperantista español”, Madrid.
29 HERRERA, Emilio (1925): “El Esperanto y la Ciencia”, en «Madrid Científico», año XXXII, núm. 1140, páginas 177-180.
30 MARCO BOTELLA (1987), página 197. De las circunstancias de este aprendizaje se hicieron eco numerosas publicaciones esperantistas, incluso internacionales.
31 Véase por ejemplo: MARGAIS, Xavier (2002): “El moviment esperantista a Mallorca (1898-1938)”, Edicions Documenta Balear, Palma, pp. 239-244.
32 No fue una situación privativa de España: el final de los años 30 y la II Guerra Mundial ocasionaron un gravísimo quebranto al movimiento esperantista mundial, especialmente tras la persecución sufrida por el movimiento bajo los regímenes de Hitler, que le acusó de ser una lengua de judíos, y de Stalin, que le consideraba un idioma de cosmopolitas. Este tema, un aspecto negro de la represión totalitaria en los mediados del siglo XX, ha sido objeto de investigación detallada en el citado libro de Ulrich Lins (1988).
33 MARCO BOTELLA, Antonio (2002): “Leonardo Torres Quevedo, esperantisto”, en Boletín de Hispana Esperanto-Federacio, número 358, pp. 16-17.
José Antonio del Barrio, 2003. |
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