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Emilio Herrera, un pionero casi olvidado

Protagonizó el inicio de la aviación en España

General Emilio Herrera Herrera protagonizó el inicio de la aviación en España, tanto en su variante aventurera como en la tecnológica. Los avatares históricos han dificultado su reconocimiento.

Poco a poco se va recuperando el recuerdo de algunas figuras históricas españolas, que destacaron en campos científicos y culturales amplios, pero a los que el resultado de la guerra civil condenó a un olvido temporal. Uno de estos personajes polifacéticos fue Emilio Herrera Linares, general y pionero de la aviación, y posteriormente representante de la República en el exilio.

Emilio Herrera gozó de reconocimiento intelectual y profesional durante las primeras décadas del siglo XX. Pero su sentido del honor le condujo a permanecer leal al gobierno legítimo en el momento en que estalló la guerra civil, y su subsiguiente exilio, causaron que gran parte de su legado fuera consecuentemente eliminado.

Primeros años

Herrera nació el 13 de febrero de 1879 en Granada, hijo de un militar muy interesado en el progreso científico, que transmitió a su hijo sus dos rasgos principales, la curiosidad y el sentido del honor.

Siguió la carrera familiar, y a los 22 años se hizo ingeniero militar en Guadalajara, donde conoció a su futura mujer, Irene Aguilera.

También en Guadalajara nació su interés por la aviación, un campo que empezaba a nacer en ese momento. Comenzó a pilotar globos, y participó en diversas competiciones, entre las cuales el Grand Prix de París, donde quedó en segunda posición, lo que le acarreó cierta fama.

Cuando comenzó a conocerse la aviación a motor, fue, junto con su amigo Alfredo Kindelán, uno de los primeros pilotos reconocidos. En 1914 su tripulación fue la primera que atravesó el Estrecho de Gibraltar, por lo que fue reconocido con el título de gentilhombre real por el rey Alfonso XIII.

Ciencia y aviación

Tras los primeros años de aventura, la aviación se convirtió en una disciplina más científica, y Herrera fue uno de los pioneros en esta transición. En 1918 organizó la construcción del Laboratorio Aeronáutico de Cuatro Vientos, junto a Madrid. Allí se construyó un completo túnel de viento, y realizaron investigaciones y pruebas los ingenieros Juan de la Cierva, con su autogiro, y Leonardo Torres Quevedo, con sus dirigibles. También contribuyó destacadamente a la creación de una Escuela Superior de Aerotecnia, de la que fue el primer director, y que puede ser considerada el antecedente de la actual Escuela de Ingenieros Aeronáuticos de Madrid.

Participó también en labores de difusión de la ciencia, y fue una de las personas que acompañó a Albert Einstein durante su visita a España en 1923. En 1932 fue elegido miembro de la Academia de Ciencias.

También desarrolló labores de normalización lingüística en su campo. Fue un destacado partidario del idioma esperanto, y representó a España en la Conferencia Internacional para el uso del Esperanto en las Ciencias que tuvo lugar en París en 1925, junto con Leonardo Torres Quevedo y el también militar científico Vicente Inglada Ors.

Escafandra espacial que diseñó Emilio Herrera para subir a la estratosfera en 1936Durante esos años no descuidó la aviación práctica. Formó parte del primer viaje transatlántico en dirigible. Durante los años 30 planificó una ascensión en globo a la estratosfera, para lo que diseñó un traje espacial pionero. La ascensión fue programada para el verano de 1936... y la guerra abortó los planes. No obstante, el diseño de la escafandra sirvió de inspiración en la era espacial, y la contribución del diseño de Herrera fue reconocida por la NASA, que entregó una de las piedras lunares a uno de sus colaboradores (esta piedra fue depositada posteriormente en el Museo del Aire de Cuatro Vientos, y desapareció misteriosamente)

La guerra le sorprendió en Santander. Se le tenía por un militar conservador, que se había tomado la molestia de solicitar al rey Alfonso que le liberara de su voto personal de lealtad como gentilhombre real, antes de prometer fidelidad a la República cuando ésta fue proclamada. Sin embargo, por este mismo sentido del honor decidió permanecer fiel al gobierno que consideraba legítimo, y se puso a las órdenes del mando republicano, como otros muchos militares leales. Fue nombrado responsable de los Servicios Técnicos de la Aviación. Durante la guerra fue uno de los pocos militares republicanos ascendidos a general.

Guerra y exilio

La guerra le ocasionó uno de sus momentos más desgraciados desde el punto de vista personal, la muerte de su hijo menor Emilio, que estaba combatiendo como aviador. Su otro hijo, José Herrera Petere, fue un destacado poeta, también hoy en gran parte olvidado.

El final de la guerra le encontró en Sudamérica, de viaje oficial con Indalecio Prieto. Se exilió a París, donde tuvo que retomar sus labores científicas para subsistir, escribiendo en revistas científicas y asesorando a organismos franceses. También trabajó para la Unesco, de donde dimitió cuando fue admitido en esta organización el régimen de Franco.

Cuando se constituyó el gobierno republicano en el exilio, fue encargado como hombre de consenso para formar parte del mismo, encargado nominalmente, aunque con pocas atribuciones, de los asuntos militares. En 1960 fue nombrado presidente del gobierno en el exilio. Se concentró en su breve mandato en mantener la legitimidad republicana en los foros internacionales, promovió una vía de reconciliación y estableció colaboración con los exiliados portugueses para facilitar acciones comunes. En 1962 fue sustituido por el historiador Claudio Sánchez Albornoz

Emilio Herrera falleció en 1967 en Ginebra.

Olvidos y recuerdos

Su labor fue olvidada totalmente en la España franquista. A la llegada de la democracia, poco a poco fue recibiendo reconocimientos públicos, aunque el recuerdo popular dista de ser el que merecería una persona tan destacada en tantos campos. Una Fundación que lleva su nombre mantiene su legado, y de vez en cuando algunas instituciones reconocen su aportación. Sin embargo, queda mucho por hacer para que se reconozca su gran estatura intelectual y su ejemplo ético.

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Artículo publicado por primera vez en Suite101.
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