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Inteligencia artificial y lenguas

A estas alturas ya casi todo el mundo ha opinado sobre ChatGPT, sobre la inteligencia artificial y el futuro que nos espera en la creación de textos, por ejemplo en el ámbito académico o periodístico. Lo ha hecho gente que sabe más que yo en temas tecnológicos o sociales, así que no voy a entrar en un análisis general. Pero me ha llamado la atención que pocos han comentado las consecuencias sobre la traducción y el aprendizaje de idiomas, a pesar de que a mí me parece que es un asunto en el que estas herramientas van a causar una revolución. No solo en las maneras de aprender lenguas, sino en el hecho mismo de que tal aprendizaje sea incluso necesario.

Mucha gente, entre ellos yo mismo, ha mostrado su fascinación por los resultados de la redacción de textos, la creatividad que ChatGPT muestra, las capacidades en el desarrollo de narraciones. Pero entre los autores escritores no he visto alusiones a algo más profundo: que la IA no escribe textos en español, sino que traduce al español (ahora preciso este tema). Y que lo hace de forma perfecta.

Creo que la mayoría de los comentaristas sobre estas herramientas de charla no han incidido en este aspecto porque los hispanohablantes estamos tan acostumbrados a encontrar textos en nuestro idioma que no nos percatamos de lo raro que es que un robot creado en Estados Unidos se exprese de esta manera.

Sin embargo, yo sí me he fijado, porque el ChatGPT se expresa así de perfectamente cuando escribe ¡en esperanto!. Quizás no me debería extrañar que la inteligencia artificial sea capaz de escribir en una lengua también artificial, pero es que, como ya he escrito otras veces, el esperanto es una lengua muy normal, solo que minoritaria, y el que un instrumento como este sea capaz de expresarse de una manera tan fluida, sin que se note que lo hace una máquina, me tiene fascinado. En una entrada previa he escrito en esperanto sobre la experiencia, y si sabes la lengua puedes leer en ese enlace, incluyendo mi conclusión, que ya otros han expresado también, de que está muy bien que pidas información o creaciones, pero que no te fíes para nada de lo que te diga. Vamos, que ChatGPT también «alucina» en esperanto.

¿Pero traduce o crea directamente?

Bueno, para ser más exactos, el procedimiento de escritura en español parece ser mixto, es decir, es posible que se aprovechen textos en castellano, que parte del algoritmo emplee textos originales, o incluso que esté habiendo cierta evolución en este campo. Se lo he preguntado al propio ChatGPT, y esto es lo que me dice:

Hola, chatGPT. Quería saber cómo funcionas cuando escribes en español. ¿Escribes de forma original, o elaboras los textos primero en inglés y luego los traduces al español?
Hola! Soy ChatGPT y estoy entrenado para responder en varios idiomas, incluyendo el español. Cuando me haces una pregunta en español, utilizo una combinación de técnicas para generar una respuesta.
En algunos casos, puedo generar una respuesta directamente en español utilizando modelos de lenguaje entrenados específicamente en ese idioma. En otros casos, puedo utilizar modelos de traducción automática para traducir la pregunta del español al inglés, generar una respuesta en inglés y luego volver a traducir la respuesta al español.
En general, mi objetivo es proporcionar una respuesta precisa y útil a tu pregunta, independientemente del idioma en el que se haga la pregunta. Espero haber aclarado tus dudas y estaré encantado de ayudarte con cualquier otra pregunta que tengas.

Es decir, una parte importante de la redacción en castellano se hace traduciendo, cosa que me quedó claro ya desde mis primeros experimentos, cuando pedí a ChatGPT que me escribiera por ejemplo un haiku, y me encontré una perfecta explicación de lo que es esta forma poética, indicando el número de sílabas, pero luego me dio un ejemplo sin respetar lo que decía, es decir, el ejemplo mostraba versos con otra estructura; en cambio, si se lo preguntabas en inglés, sí te escribe un haiku como es debido. Lo mismo si le pides un soneto, o un poema rimado. Te lo hace en inglés, más o menos, pero no en castellano. O si le pides una regla mnemotécnica para aprender el número pi, en inglés te proporciona una de esas frases en que cada palabra tiene el número sucesivo de letras que la cifra correspondiente en pi, mientras que en castellano la frase incumple ese requisito. Lo he repetido ahora y este es el resultado actual:

¿Y si te pido un poema en español, podrías hacer que rimara en español y conservara la métrica de ese idioma?
¡Por supuesto! Como modelo de lenguaje, puedo intentar generar poemas en español que sigan ciertas métricas y ritmos para que rimen. Aunque a veces puede ser un poco difícil crear poesía que tenga un significado coherente y al mismo tiempo cumpla con las reglas de métrica y rima en español.
Sin embargo, hagamos un intento. ¿Tienes algún tema en mente? Si me das algunas palabras clave, podría crear un poema sobre ese tema.

Escríbeme un romance sobre la soledad del traductor de textos históricos, con alusión a la necesidad de respetar posibles arcaísmos y el problema de cumplir los plazos del editor
Aquí te presento un intento de poema sobre la soledad del traductor de textos históricos, con alusión a la necesidad de respetar posibles arcaísmos y el problema de cumplir los plazos del editor:

En la soledad del traductor,
lejos de la luz del sol,
se sumerge en su labor,
con la mente llena de afán.
Texto tras texto se suceden,
viejas historias que rescatar,
buscando arcaísmos perdidos,
que le hagan al lector vibrar.
Pero el tiempo apremia,
y el editor impone su ley,
exige que la tarea termine,
antes que llegue el anochecer.
La presión es inmensa,
el trabajo nunca cesa,
mientras se sumerge en el pasado,
y el presente parece un peso.
Con la vista cansada,
y la mente hecha un mar de dudas,
continúa el traductor su obra,
tratando de cumplir la encomienda.
En la soledad del traductor,
nada más queda que la pasión,
por la historia y la cultura,
que hacen grande la traducción.

¿Esto lo has escrito directamente en español, o has utilizado sobre todo un texto previo en inglés?
Este poema lo he escrito directamente en español. Como modelo de lenguaje, tengo la capacidad de generar contenido original en varios idiomas, incluyendo el español. En este caso, he utilizado mis conocimientos lingüísticos y mi capacidad para identificar patrones y estructuras en español para crear el poema. No he utilizado ningún texto previo en inglés como referencia para crear este poema. Mi objetivo es generar una respuesta coherente y adecuada a la pregunta que se me formula, en este caso, un poema en español sobre la soledad del traductor de textos históricos.

Como tampoco me fío mucho del robotito, he aquí otra prueba:

Y si te pido una regla mnemotécnica para recordar el número pi, escribiendo una frase en que cada palabra tenga un número de letras correspondiente a la cifra de pi que ocupa ese lugar
¡Por supuesto! Aquí te presento una posible regla mnemotécnica para recordar los primeros diez dígitos del número pi, escribiendo una frase en que cada palabra tenga un número de letras correspondiente a la cifra de pi que ocupa ese lugar:
«Que fácil es recordar esto, tres punto uno cuatro uno cinco»
En esta frase, cada palabra tiene un número de letras que corresponde al dígito que ocupa su lugar en la secuencia de los primeros diez dígitos del número pi. Por ejemplo, «que» tiene tres letras, que corresponde al primer dígito de pi, «fácil» tiene cinco letras, que corresponde al segundo dígito, «es» tiene una letra, que corresponde al tercer dígito, y así sucesivamente. Espero que esta regla mnemotécnica te sea útil para recordar los primeros diez dígitos de pi.

¿Me puedes hacer lo mismo en inglés?
¡Claro que sí! Aquí te presento una posible regla mnemotécnica para recordar los primeros diez dígitos del número pi en inglés, escribiendo una frase en que cada palabra tenga un número de letras correspondiente a la cifra de pi que ocupa ese lugar:
«How I wish I could calculate Pi, easily, today: 3.1415»
En esta frase, cada palabra tiene un número de letras que corresponde al dígito que ocupa su lugar en la secuencia de los primeros diez dígitos del número pi. Por ejemplo, «how» tiene tres letras, que corresponde al primer dígito de pi, «wish» tiene cuatro letras, que corresponde al segundo dígito, «I» tiene una letra, que corresponde al tercer dígito, y así sucesivamente. La última palabra «3.1415» es una forma adicional de recordar los dígitos de pi. Espero que esta regla mnemotécnica te sea útil para recordar los primeros diez dígitos de pi en inglés.

Como se ve, la «inteligencia» genera una regla perfecta en inglés, pero «alucina» en castellano (por si no te habías fijado, la regla no tiene ningún sentido y contradice su propia descripción).

Es decir, todo indica que ChatGPT lo que hace fundamentalmente en otros idiomas es traducir desde el inglés, aunque utilice corpus de la otra lengua para afinar el resultado.

El uso en la traducción

Pero lo que más puede llamar la atención es la enorme calidad del texto generado, si nos fijamos no en el contenido, sino en el lenguaje. Es decir, puede no saber contar las sílabas de un verso o las letras de una palabra, pero la frase en que describe el proceso ¿no es asombroso que pueda pasar por algo escrito por una persona nativa? Y, como decía, no solo en español, sino que el resultado es perfecto incluso en idiomas minoritarios como el esperanto o el gallego, que también he comprobado. Parece ser que traduce a más de 50 lenguas, aunque el número correcto no lo sabe ni él mismo, aunque la calidad sea casi perfecta en casi todas.

Ya en los últimos años los traductores habían alcanzado calidades muy altas. Hay que tener mucho cuidado, y de hecho a veces me llegan textos en esperanto de personas que quieren usarlos para webs, para relatos, subtítulos, etc, que han utilizado traductores automáticos, como por ejemplo Google Translate, y quieren comprobar la traducción o corregirlos, y constato que aún presentan muchos errores. Es decir, aún no lo recomiendo para una traducción formal, de calidad, pero yo mismo lo empleo en diversos proyectos (como, me consta, muchos traductores profesionales) para crear el primer borrador y ahorrar tiempo. Eso sí, en el sentido contrario, para saber de qué trata un texto, supongo que muchos han comprobado que es ya posible emplearlo incluso en lenguajes muy alejados.

Pero con ChatGPT creo que se ha dado un paso más. La traducción ya es muy buena. Yo lo he probado para corregir un texto que tenía en esta web, en inglés, donde había unos cuantos fallos, y la conclusión (confirmada por la evaluación de un compañero nativo) es que lo ha mejorado mucho. También en el caso del esperanto se nota una mejora sustancial, aunque, por supuesto, para usos formales aún sigo recomendando que el resultado final lo controle una persona experta, porque a veces inventa palabras, o falla en algunos detalles o contextos.

Todo ello me lleva a una reflexión: ¿cuánto queda para que la traducción sea perfecta, o casi perfecta, al nivel de un profesional? Mi impresión es que poquísimo, unos pocos años a lo sumo. En mi texto en esperanto contaba que hace unos años un amigo me comentaba que el papel del esperanto lo tomaría la traducción automática, y aunque entonces no le creí, creo que ahora estamos llegando a ese nivel. No solo por el esperanto, sino incluso el inglés como lingua franca va a perder el papel actual. ¿Quién necesitará pasar años aprendiendo gramática y vocabulario cuando una aplicación ligada a un traductor automático con inteligencia artificial va a proporcionar un resultado suficiente para las necesidades más básicas?

Cuando se habla de profesiones en peligro por los nuevos desarrollos de inteligencia artificial no suelo ver incluidos a los traductores o a los profesores de idiomas, pero, amigos, sois los próximos. Hasta los esperantistas vamos a tener que reconvertirnos.

Doctor Zamenhof como torero, según MidjourneyDoctor Zamenhof como torero, según Midjourney

Troleo a la Wikipedia (y a otros medios serios)

¡Mira que se avisa a los estudiantes de que no deben fiarse demasiado de la Wikipedia, y de que deben buscar referencias fiables! Pues bien, parece que esa advertencia debería uno dirigírsela primero a los profesionales y a los medios de comunicación.

Hace ya unos años trataba en este blog no tanto sobre los peligros de la Wikipedia, que son bien conocidos, sino, especialmente, sobre el riesgo de que los errores y troleos se podían trasladar fácilmente a otros medios, que luego a su vez se convertían en fuentes de referencia para la propia enciclopedia, cerrando así el círculo y perpetuando la equivocación (lo hacía, por si a alguno le pica la curiosidad, por la afirmación de algún periódico de que el entonces cardenal de Sri Lanka era un firme candidato al papado y hablaba esperanto)

Pues bien, me acabo de encontrar otro ejemplo. Y aún más embarazoso.

Escuchaba hace unos días una emisión atrasada del conocido (y casi solitario) programa de divulgación científica de Radio Nacional de España “A hombros de gigantes”, cuando me encontré con la explicación sobre el origen y etimología del botiquín. Al parecer, este conveniente elemento médico fue inventado por el ruso Dimitri Ivanovich Votikyn, que le dio su nombre, aunque parece ser que le había robado el concepto a un alemán llamado Wilhelm Wienerschnitzel (que, al parece, conservó el consuelo de que en alemán es su apellido el que se emplea para designar el maletín)

Mmmm, no sé. ¿A nadie le resulta sospechosa esa historia? Quizás es que yo, a pesar de mi educación de ciencias, me interese por los aspectos filológicos, y tenga un cierto instinto lingüístico, pero el caso es que no cuadra mucho. No hay muchas palabras rusas en castellano, pero, sobre todo, ¿no se parece demasiado la palabra BOTIQUÍN a botica, boticario, y palabras similares relacionadas con la apoteka (incluyendo las bodegas y bodegueros)? Yo desconfío mucho de las etimologías populares, y no puedo evitar que se me enciendan alarmas cada vez que, por ejemplo, en un concurso televisivo muy popular sobre palabras se habla sobre orígenes de dichos y expresiones (muy a menudo con un tufo que tira para atrás de caprichoso)

Así que busqué en la red. Y me encontré con muchos otros lugares donde se recogía esa historia. A comenzar por la mencionada Wikipedia, pero también webs de entidades médicas o culturales como algún museo. Sin embardo, un repaso por la misma RAE o por otras entidades más fiables confirmaba el parentesco, evidente, del botiquín con la botica.

Es decir, lo de Votikyn es un invento. Es más, si en la propia Wikipedia se busca el equivalente alemán, por ningún aparece el señor Wienerschnitzel, que, por otro lado, es… ¡un plato de cocina! (el escalope vienés, por si alguien quiere buscarlo).

Es decir, que algún trol se la ha colado a todas esas webs y a algún divulgador científico que no ha tenido la preocupación de hacer sus deberes. Claro, que no me extraña, porque ya en otra ocasión tuve la ocasión de sufrir su falta de rigor cuando trató en el mismo programa sobre el iniciador del esperanto, el también médico Lázaro Zamenhof, de una forma tan frívola que daba vergüenza ajena.

Pero si vuelvo a traer este fenómeno al blog es porque hay una vuelta de tuerca: creo que en esta vez no tiene la culpa la Wikipedia, sino que a esta le ha llegado la historia de una manera indirecta. En realidad, la historia aparece en Wikipedia en abril del 2020, y muchas de estas webs que la recogen son previas. Es más, puede seguirse cuál de ellas la han tomado de la Wikipedia por la aparición de un error ortográfico, en el supuesto nombre alemán: Whilhelm en vez de Wilhelm Wienerschnitzel.

Y creo que he encontrado la fuente original, y es más embarazoso de lo que había supuesto: se trata de la Inciclopedia, la versión paródica de la Wikipedia. Allí es donde nace al parecer la historia, con un invento típico de esa web.

El artículo es graciosillo, más elaborado que muchos de otras webs que pasan por serias (con algún párrafo impagable, como “Siempre, siempre, SIEMPRE recuerde identificar y distinguir apropiadamente el termómetro oral y el rectal”). Quizás por ello algún investigador no se dio cuenta de su carácter satírico y lo incluyó en su bibliografía. A partir de ello el conocido efecto bola de nieve de la Red empezó a funcionar, y se transmitió a otras publicaciones. De éstas, ya como fuente fiable, la historia pasó a la Wikipedia, y de ahí a los programas de divulgación científica.

Así que la moraleja está clara. No te fíes de la Wikipedia, ni siquiera cuando sus informaciones procedan de otras fuentes. Y si eres responsable de un programa de divulgación científica, emplea el sentido crítico y ejerce un poco de rigor; es lo menos que se te puede pedir.

Nueva etapa

Inauguro con este texto una nueva etapa del blog. Lo he tenido medio abandonado durante estos últimos años, sobre todo por mi responsabilidad como presidente de la Federación Española de Esperanto, que me requería que atendiera más a otras webs, pero en octubre he dejado el puesto y ahora me puedo dedicar a asuntos más desenvueltos. Así que he renovado un poco la fachada de este espacio, y voy a ver si me animo a ir publicando nuevos textos.

También es verdad que no sé si el esfuerzo merecerá la pena. Durante estos años la forma de comunicarse en la web ha cambiado bastante, y las bitácoras están perdiendo gran parte de su audiencia. La mayor parte de los autores y de los lectores se han pasado a las redes sociales, es decir, a textos mucho más cortos y espontáneos, o bien a medios audiovisuales (vídeos de Youtube, fotos en Instagram, microvídeos en Tiktok, podcasts), así que la costumbre de leer artículos largos parece que ha disminuido notablemente. Pero, en cambio, me da la impresión de que la calidad media de los blogs ha crecido, quizás porque ha habido un proceso de depuración y han quedado los que tienen algo profundo que decir. Así que vamos a intentarlo, a ver si los lectores están de acuerdo.

Ya habrá ocasión de contar algo más, pero termino el texto de hoy comentando que, como los antiguos visitantes habrán notado, he cambiado el diseño del blog, y quiero llamar la atención sobre las dos figuras que he incluido en el mismo. La que se adivina en el título superior procede de un cartel de la época republicana, que me gusta especialmente, y que puede verse con detalle, en todo su esplendor, en este enlace.

Saluton, amiko, bonan matenonLa viñeta del margen derecho es obra del dibujante Alfonso Zapico (con su permiso), y originalmente se publicó acompañando a un reportaje de «La Nueva España» sobre el esperanto en las cuencas mineras asturianas. Se unen en ella dos temas a los que estoy muy ligado, el mundo universalista del esperanto y mi relación familiar a la minería del carbón. Justamente sobre la relación entre ambos, sobre el esperanto y la educación obrera, escribí hace algún tiempo con amplitud, así que aquí va el enlace, para que no se te quede corta esta entrada.

¿Dónde están ahora las banderas republicanas?

A pesar de los muchos amigos, sobre todo esperantistas de fuera de España, que me preguntan mi opinión, me he resistido hasta ahora como un jabato a escribir sobre el “tema catalán”, porque sé que, a pesar de lo que escribí cuando pasé a ser presidente de la Federación Española de Esperanto, que una cosa sería mi papel institucional y otra mis opiniones personales, va a haber mucha gente a la que costará hacer esa distinción.

Por tanto, sobre el fondo del tema no quiero entrar mucho, aunque supongo que a nadie le extrañaría mi posición, dado que por aquí he escrito varias veces que soy esperantista porque no creo en las fronteras y aspiro a borrarlas, no a crear otras nuevas; y que no creo en los etnonacionalismos ni en el llamado derecho de secesión/autodeterminación, ni siquiera en los casos en que parece que todo el mundo opina que la separación es lo mejor (como en Sudán del Sur, en el que por desgracia el tiempo me ha dado la razón)

Pero estaba dándole vueltas a comentar un tema que parece que a muchos les ha pasado inadvertido: ¿adónde han ido a parar las banderas republicanas españolas?

Me ha terminado de decidir la aparición hoy mismo de un artículo de un escritor con el que suelo estar de acuerdo a menudo, Isaac Rosa, asombrándose de la súbita aparición de banderas españolas en los balcones y la manifestación pública de un nacionalismo español agresivo.

Lo llamativo es que hace unos meses el mismo Isaac Rosa afirmaba que el proceso independentista catalán era lo mejor que podría pasarle a España, porque podría “agrietar más el ya de por sí tambaleante edificio institucional español” y nos invitaba a “ver Cataluña como la más verosímil, sino [sic] la única, opción de cambio en España a corto plazo”. Utilizaba un argumento de Antonio Baños en su libro “La rebelión catalana”, y ello me animó a leer el libro original. Debo confesar que me dejó de piedra: no sólo es el libro más hipócrita y demagógico que he leído en mucho tiempo, sino que mostraba una ceguera inaudita y un desconocimiento de la historia que me resulta increíble, y que, por lo que he visto estos días, es común a muchos de mis amigos, catalanes o izquierdistas de otros lugares.

El argumento de Isaac Rosa en ese texto me pareció ya entonces extraño porque en un artículo anterior (“Cataluña, no nos dejes solos”) había  mostrado una idea con la que yo estaba de acuerdo: “amigos catalanes, no os vayáis, no nos dejéis solos, quedaos con nosotros y cambiemos juntos esta España, construyamos otra donde ni vosotros ni los demás nos sintamos incómodos, una España que tenga futuro y en la que no tengamos más motivos para temer o avergonzarnos de los que tienen los habitantes de otros países”, de la que quizás por entonces había desesperado.

Jamás, jamás de los jamases, el enfrentamiento nacional en un país europeo, y mucho menos en España, ha favorecido a las fuerzas de izquierda. Al contrario, la derecha española ha aprovechado siempre el “problema catalán” (permítaseme la expresión, que no me gusta) para machacar a los movimientos progresistas. Lo hizo en 1909, en 1917, en 1934, en 1936 y en muchos otros momentos de la historia contemporánea. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?

Los nacionalismos se apoyan unos a otros, se legitimizan entre sí. Claro que nunca se han visto más banderas rojigualdas que ahora, ni siquiera durante los acontecimientos deportivos. Pero es que incluso a los independentistas les ha encantado verla en las manifestaciones o durante la jornada del referéndum.

A mí no me gustan las banderas territoriales. banderasNo digo que me den igual, porque está claro que las banderas son símbolos muy poderosos, y a mí mismo no me importa usar otro tipo de estandartes. Las banderas son marcadores de ideas, y yo he mostrado a menudo la republicana española no como un símbolo de un territorio concreto, sino como un ideal organizativo, y a veces en combinación con otras dos con las que me identifico más.

Pero la bandera republicana ha sido una de las víctimas de los acontecimientos de estos días. Ha desaparecido del mapa. Incluso los que exploran otras vías piden que no se usen ninguna, ni siquiera ésta.

Por una vez soy mejor adivino que Isaac Rosa. Hace tres años vaticiné que “este proceso lo único que va a servir es para incrementar el nacionalismo español, en su versión castellano-madrileña, y para reforzar a las mismas élites corruptas en ambos lados de la batalla”.

No me atrevo a predecir los detalles de la salida de esta crisis (y menos en un día como hoy), pero sí tengo claro un resultado: la izquierda española y la izquierda catalana van a salir destrozadas. Y nos lo habremos merecido, por entrar en su juego: en cuestiones de nacionalismos, la derecha siempre juega en su terreno.

La respuesta puede ser Borges

Este verano he tenido una experiencia borgiana. Una de esas conexiones entre dos mundos diferentes, sobre los que uno comienza gradualmente a sospechar que no se encuentran aparte, que uno de ellos ilumina al otro, lo define o lo complementa. Y además el protagonista de ambos es, ni más ni menos, que el mismo Borges.

Es una lástima que yo carezca de su talento literario. Ni de lejos. Pero no me puedo resistir a contarlo y volver así al blog, aunque sea de esa manera vargasllosesca que alguna vez critiqué aquí. Daré un par de vueltas, y como siempre el texto me quedará demasiado largo para un blog y demasiado corto para un ensayo, pero espero que los borgianos aprecien el paralelismo, me lo perdonen y me sigan casi hasta el final.

Por cierto, el otro protagonista de la historia es el doctor Oliver Sacks, que acaba de fallecer. Ello me ha incitado a publicar ya mismo lo que había comenzado a redactar estos días y preveía refinar un poco más. Sirva al menos mi texto como un homenaje, aunque, como se verá, no tan entregado como los que supongo que vamos a leer durante los próximos días.

El hombre que confundió a su mujer con un sombrero

Creo que ya he comentado aquí alguna otra vez mi mala costumbre de leer varios libros a la vez. Cuatro o cinco, como mínimo, a veces unos cuantos más. Normalmente sobre distintos temas y en lenguas diferentes, así que no corro el riesgo de que se me mezclen los argumentos, como le ocurría al escribidor del citado Vargas Llosa. Pero sí que me ocurre a menudo que una lectura influye sobre otra, interacciona y sugiere, abriendo perspectivas que cada uno de ellos no habría sugerido de forma separada. Lo recomiendo, aunque reconozco que mis intereses librescos son poco habituales, y no estoy seguro de que funcione para todo el mundo.

Me acaba de ocurrir uno de los casos más claros en que un libro ilumina y sugiere lo que otro estaba preguntando. Y como necesito ayuda para confirmar mi intuición, lo pregunto aquí, por si alguno de los lectores me puede echar una mano.

Este verano me animé a leer por fin «El hombre que confundió a su mujer con un sombrero», de Oliver Sacks. Supongo que muchos de vosotros conocéis la obra, porque ya ha cumplido dos o tres décadas. Se trata de la descripción una serie de casos clínicos de personas con anomalías neurológicas, algunas muy espectaculares, tratadas por el autor, y que le hicieron muy famoso. El hombre que confundió a su mujer con un sombreroEl doctor Sacks había anunciado recientemente que sufría de un cáncer incurable, con un artículo muy emotivo, y ello ha aumentado aún más su ya gran fama y su apreciación pública. Cómo él mismo prevío, el cáncer acaba de terminar con su vida.

Cualquier motivo es bueno para leer un libro que uno tenía en su lista (y su tableta) desde hace tiempo, así que por fin me animé. Supongo que alguno más lo hará estos días, y de hecho lo recomiendo.

Debo confesar, sin embargo, que al poco de leer varios de los capítulos me invadió un cierto desconcierto, y no debido a las historias en sí mismas (aunque algunas sean, en efecto, desasosegantes). Empecé a preguntarme si las historias son reales y pertinentes, si no estaban embellecidas. Si además son significativas. En suma, si en vez de un libro de divulgación científica estaba leyendo una pieza literaria.

Oliver Sacks deja claro, desde el comienzo, su punto de vista de que la literatura médica ha(bía) olvidado a los seres humanos concretos y se estaba centrando en estructuras y leyes generales. Él procura recuperar la historia clínica individual, al paciente como persona. Me parece por tanto lícito que él elija otro camino y me parece honesto el que nos lo diga desde el principio. Ello presenta la ventaja de presentar a los enfermos en su individualidad, aunque a mí me molesta en ciertos casos la evidente pérdida de intimidad que ello supone.

Pero el principal de los inconvenientes que veo al libro es que el rigor científico inevitablemente se resiente. En alguno de los casos, sobre todo al comienzo, los síndromes que se consideran son raros, pero no excepcionales. Uno puede sacar conclusiones generales, por la similitud de síntomas en diferentes personas, por la coherencia en las acciones. Las personas son individuos, pero no atracciones de feria.

Poco a poco, uno empieza a sospechar que algunos de los rasgos descritos, o de sus interpretaciones, si no han surgido de la imaginación del doctor Sacks están, al menos en parte, ficcionalizados. ¿Estoy leyendo una descripción fiel de un síndrome, o una elaboración del autor, más o menos consciente? No tengo ninguna base científica en psicología o neurología, así que no puedo contestar. Sólo mi fuerte espíritu escéptico empezaba a asomar ya a medio libro, y me estaba planteando el preguntar en algún foro, para ver qué opinaba gente que sabe más que yo. Y en eso llegó el segundo libro a echar una mano.

La sekreta miraklo

En eso llegó Borges.

En este caso la chiripa fue doble. Últimamente leo muy poca ficción, casi nada en castellano. Y aunque leo bastante más en esperanto, tanto original como traducciones, prácticamente nunca se trata de literatura española vertida a esta lengua. Evidentemente no tiene mucho sentido para un hispanohablante, salvo que uno tenga un interés filológico, en el análisis o la crítica literaria, o para aprender. Pero en este caso hice una excepción: también tenía desde hace tiempo un ejemplar de una recopilación de relatos de Jorge Luis Borges, traducida al esperanto por un grupo de algunos de los mejores escritores actuales en este idioma, algunos de ellos incluso amigos.

La verdad es que el libro, «La sekreta miraklo», es excelente. La selección es irreprochable, las traducciones son fluidas; las notas, justas y pertinentes; la apariencia, profesional. La sekreta mirakloAunque Borges es siempre Borges (se nota que trata de mi literato favorito, ¿verdad?), y su lenguaje es tan personal, en este caso estoy seguro que él mismo hubiera apreciado que personas con tanto talento hayan encontrado la forma de transmitir su prosa a una lengua tan especial, que aunque sólo menciona una vez, de pasada, en una de sus obras, que yo sepa, no está tan lejos de sus temas de interés (al fin y al cabo, una lengua creada es el tema de su ensayo «El idioma analítico de John Wilkins», una referencia literaria ineludible sobre el tema).

Creo que Borges habría apreciado también cómo su prosa influyó sobre la interpretación de un libro que trata un tema tan distinto. Como decía, es un argumento muy borgiano, y sólo puedo lamentar el carecer de su talento, sólo puedo dar vueltas alrededor del argumento, esperando que los (eventuales) lectores aprecien esta ligera aproximación.

El caso es que tras leer varias de las historias de la antología, y volver a retomar «El hombre…», empecé a notar las similitudes. Algunas de las historias clínicas, ¿no parecían un poco borgianas? ¿No podría ocurrir como el «Tema del traidor y del héroe», que el texto había sido puesto en boca del autor, quizás de forma inconsciente? ¿No sería el doctor Sacks él mismo algo borgiano?

Vuelvo a Borges, leo «El jardín de senderos que se bifurcan» y luego «Funes el memorioso», y ya la sensación empieza a ser opresiva. Regreso a «El hombre…» y ahora aparece Borges ya de pleno, primero mencionado en el caso de «Los gemelos» y luego en «El artista autista». Sacks no lo oculta, explora la relación entre descripción clínica y ficción literaria, y aunque él plantea una influencia inversa, ya no sé si también en la recreación de Sacks no se ha colado una perspectiva literaria.

Y esa sensación insidiosa que comentaba, que las descripciones de Sacks estaban en parte borgianamente ficcionalizadas, ya no me pudo abandonar hasta el final. Pero, eso sí, cambió la perspectiva: lo que en principio llegué a sospechar que era una falta de rigor, y hasta de honestidad, se convirtió en otra cosa: en un artificio literario, donde, al menos en parte, se deja volar a la imaginación o a la fantasía, si no en las descripciones, al menos en las interpretaciones.

Como decía al inicio, no sé hasta qué punto mi interpretación es correcta. Al fin y al cabo, no deja de ser una evocación, en sí misma muy propia de Borges: cada vez que uno lee un libro, éste cambia. Así que necesito el criterio de quien pueda valorar los casos que describe Sacks. ¿Son rigurosos? ¿o son borgianos? ¿Algún neurólogo en la sala? ¿O, en su defecto, un crítico?

NOTA ADICIONAL: Tras la redacción de este artículo, he leído dos necrologías que completan en parte las preguntas que me hacía y casi las responden. La publicada en el New York Times hace referencia a que sus casos clínicos «se leen como cuentos de Borges o Calvino». La despedida en The Guardian menciona que algunos de sus detractores le acusaron de escribir «cuentos de hadas» (fairytales) y que podía haber adornado el caso cuando convenía a su propósito (he may have used a measure of embellishment when it suited his purpose). Bueno, me alegra saber que no andaba tan desencaminado.

Confesémoslo: el Estado de las Autonomías ha fracasado

Estas últimas semanas varios miles de chavales de 18 años han tenido su primera experiencia directa con la maquinaria burocrática del Estado. Y miles de ellos han podido comprobar que la autonomía, la de las Autonomías y la de las Universidades, sólo ha conseguido hacerles la vida más difícil. Perder tiempo, dinero y nervios. Sin ventajas, sin justificación, lo que podría haberse solucionado en 5 minutos, sin coste, se ha convertido en un proceso desesperante, absurdo, ineficiente.

Me estoy refiriendo, claro está, al proceso de matriculación en las universidades. Para quien no lo conozca, el procedimiento que han tenido que seguir los nuevos estudiantes, para las carreras con límites de plazas, es el siguiente: una vez definida la nota final del bachillerato y el examen de selectividad (o como se llame ahora), te preinscribes en todas las universidades posibles y quizás en varias carreras, y esperas a la nota de corte. Si te llega la nota en una universidad, aunque no sea tu primera elección, empiezas el proceso de matrícula, pero manteniendo tu atención a lo que ocurre en el resto de universidades. Como todo el mundo ha hecho lo mismo, los que han conseguido ya una plaza van renunciando a las segundas y sucesivas opciones, así que se van abriendo nuevas oportunidades para los siguientes. En estas fases sucesivas se van creando nuevas posibilidades de conseguir plaza en una universidad o carrera, así que puedes renunciar a tu elección previa, aunque ya te hubieras matriculado (es decir, hubieras completado toda la labor burocrática, realizado el traslado de expediente e incluso pagado), y puedes comenzar el proceso de nuevo. Como cada universidad ha establecido un procedimiento diferente, con distintas exigencias burocráticas, con plazos diferentes, todo se puede complicar hasta el infinito.

No hace falta ser un lince ni un arbitrista para ver cómo todo el proceso se podría solucionar en cinco minutos: con una aplicación que pidiese a los alumnos ordenar sus preferencias por carrera y universidad, y fuera asignándolas en función de las calificaciones obtenidas, con las correcciones que se estimasen necesarias. Incluso yo mismo, que no tengo conocimientos informáticos especializados, sabría programarlo para que en una mañana todo el mundo supiera dónde iba a estudiar. Con el sistema actual, a día de hoy, dos meses después de que empezara el proceso, y tres semanas después de que hayan comenzado las clases en algunas universidades, cientos de estudiantes (entre ellos mi hija) no saben dónde va a terminar estudiando. A finales de septiembre sigue habiendo renuncias y matriculaciones, pagos y devoluciones, viajes y papeleos. Una pesadilla, un caos.

Me he extendido en este caso porque me ha tocado (me sigue tocando) de cerca, por pura frustración, pero los ejemplos son infinitos. En mi propio trabajo me encuentro situaciones similares de forma continua. La normativa de gestión de residuos, por poner un ejemplo, se diseña a nivel europeo, se aprueba por el Estado central, se aplica a nivel autonómico o local. En teoría todo tiene lógica: la protección del medio ambiente debería ser global, la gestión ha de hacerse donde se crea el problema. En la práctica, para una compañía que genere o gestione residuos en todo el territorio español, los requisitos documentales (permisos, trámites, justificantes) se complican infinitamente. Como me reconoció un día un alto representante de una Comunidad Autónoma, es más fácil transportar un residuo desde Galicia a Brasil que a Murcia.

Ejemplos como estos se podrían multiplicar hasta el infinito, y supongo que cada lector de estas líneas puede aportar el suyo: tratamientos médicos, convalidaciones educativas, trámites para cualquier permiso.

Uno podría suponer que la división en Comunidades Autónomas iba a acercar los procesos de gestión y decisión a los ciudadanos, pero no es eso lo que ha ocurrido. También podría pensarse que íbamos a adaptar las normativas a las características de cada territorio, pero ninguno de los ejemplos que he detallado tienen nada que ver con esto. Es sólo el capricho o la buena intención de cada Consejero o Jefe de Negociado los que han creado normativas diferentes, interpretaciones propias. Todo el mundo es consciente de que el sistema no funciona, que son necesarios procesos de coordinación o clarificación, pero cada uno es celoso de su competencia, temeroso de las intenciones de los otros niveles de decisión, y la conclusión es que cada organismo oficial compite por hacerle la vida más complicada al ciudadano.

¿Cómo hemos llegado aquí?

Lo confieso: yo pertenezco a la generación que creó este sistema, y me considero en parte responsable de él. No voy a echarle la culpa a nadie. No he tenido responsabilidades políticas, pero con mi voto y mi asentimiento he ayudado a crear el Estado de las Autonomías.

Me parecía, como a otros muchos, la mejor manera de solventar muchos de los problemas de los años de salida de la Dictadura. Dar respuesta a la evidente diversidad del país, contentar las ansias autonómicas de diversos territorios, evitar privilegios para una parte de los ciudadanos, eliminar las viejas élites gobernantes y los caciques enquistados. Nunca nadie se hizo muchas ilusiones de que fuera un sistema perfecto, y de hecho ya hace unos años comenté aquí una de las consecuencias más absurdas: la existencia de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Pero lo que era un parche, que continuaba existiendo a falta de una alternativa mejor, se ha convertido en una carga inaguantable. No sirve para contentar a las nacionalidades con mayor voluntad de autogobierno, como estamos comprobando todos estos días en Cataluña. No acerca la Administración al ciudadano. Pone barreras artificiales a la utilización de los servicios públicos. Favorece a los poderosos que quieren presionar a administraciones más débiles. Multiplica el número de funcionarios, sin que mejore el servicio. Nos sale carísimo, en un momento de fuerte crisis económica.

¿Y cuál es la solución? Pues debo confesar que no lo sé. Se me ocurren muchas, como a cualquiera en la barra del bar o un foro de Internet, pero tampoco voy a ser tan orgulloso como para creer que las mías iban a funcionar mejor que ninguna otra.

Tengo claro que la secesión no es una solución. No lo ha sido ni siquiera para los casos que todo el mundo veía claro, como el de Sudán del Sur, sobre el que fui uno de los poquísimos en mostrar públicamente mi escepticismo antes de la espiral de violencia en que se ha sumido el país, e incluso he manifestado mi posición contraria, frente a casi todos en España y en la izquierda, a la independencia del Sáhara Occidental. Al fin y al cabo este proceso lo único que va a servir es para incrementar el nacionalismo español, en su versión castellano-madrileña, de la misma forma que el referéndum escocés ha reforzado el nacionalismo inglés, y para reforzar a las mismas élites corruptas en ambos lados de la batalla.

Tampoco me parece que el incremento del centralismo, en su versión más clásica, «todo se decide en Madrid», fuera a mejorar la mayoría de los problemas. No va a ser sacando banderas cada vez más grandes como se van a solucionar los problemas sociales y de funcionamiento de la Administración.

Pero sí tengo claro que lo primero necesario es claridad y coordinación. Normas y procedimientos sencillos, con responsables bien definidos, con órganos de colaboración. Que esté clara la competencia en cada nivel. Si  una competencia es del Estado Español, sobran embajadas autonómicas (y no me refiero sólo a las catalanas). Si es autonómica, sobra el Ministerio correspondiente. Basta una Secretaría de Estado, que deje claro que no compite con las Consejerías, pero que pudiera ayudar a coordinar los procedimientos comunes. Con oficinas únicas que dirijan los procedimientos adonde correspondan, sin que el ciudadano deba volverse loco intentando adivinar la instancia pertinente (en una visita reciente a una capital me encontré las sedes de la subdelegación del gobierno central, la delegación del gobierno autonómico, la diputación provincial y el ayuntamiento en un radio de unos 500 metros; el responsable de una de ellas me comentó que se pasan el tiempo reuniéndose para ver a quién corresponde cada competencia, y eso lo puedo entender porque ocurre en cualquier organización compleja, pero es inadmisible que esa situación la sufra el ciudadano que paga el sueldo de todos ellos)

Bueno para los ricos

He dejado para el final el efecto más perverso de este proceso de competición y descoordinación: que beneficia a los poderosos. Estos días lo hemos comprobado, a pesar de que la prensa (con su creciente servilismo ante los potentados) apenas ha hablado de ello: los impuestos por la herencia de Emilio Botín van a ser ridículos, entre otras razones por la pelea a la baja que desde hace unos años se ha entablado entre las Comunidades Autónomas para atraer los impuestos de los ricos, o para regalarles exenciones. Como consecuencia, en la práctica casi han desaparecido los impuestos de Sucesiones y de Patrimonio, al menos para las grandes fortunas. Si se suman los esfuerzos de las Comunidades Forales para reducir los impuestos sobre los beneficios empresariales, la conclusión es que el sistema autonómico es una de las fuerzas principales para que los presupuestos públicos se basen en la actualidad casi exclusivamente en el trabajo y el consumo personales.de la wikipedia: doble irlandés con sandwich holandés

Aprovecho este ejemplo para dejar claro que mi queja no se queda en el nivel estatal. Exactamente el mismo problema de competición y falta de coordinación es aplicable a la Unión Europea. La libertad de comercio es absoluta, pero los impuestos se pagan donde uno quiere, es decir, no se pagan. Parece mentira, pero existe un procedimiento llamado «doble irlandés con sándwich holandés», que incluso dispone de un artículo en alguna wikipedia (no en la española, aquí nadie parece ser consciente de él), por el que las compañías se quedan con miles de millones de beneficios sin pagar ni un céntimo en impuestos.

También a nivel supranacional, la existencia de barreras para la acción de los Estados y los ciudadanos, pero no para las grandes empresas, empieza a hacerse inaguantable. Las estratagemas para evitar regulaciones y para no pagar impuestos se están revelando cada vez con mayor descaro. Ya no sólo son las corporaciones de comercio electrónico: hasta quien trabaja con tiendas físicas se las arregla para deslocalizar su sede para pagar menos impuestos. Y que sigan existiendo paraísos fiscales, años después de los teóricos compromisos para acabar con ellos, demuestra que los poderosos siempre se salen con la suya. Al final, los políticos y economistas, obsesionados con las grandes magnitudes nacionales, no son capaces de salir de esa dinámica (o directamente no lo desean).

Yo estoy en contra de las fronteras, por eso aprendí esperanto y formo parte de organizaciones anacionalistas (no internacionalistas, voy incluso más allá). Espero que desaparezcan las barreras dentro de la Unión Europea, y confío en que esto sea sólo un paso para que vayan difuminándose las fronteras también en otras regiones. Que hayamos creado más fronteras dentro de las que había, me parece ahora un error.

Y también lo han comprobado en su primer contacto con la Administración los jóvenes que van a gobernar la sociedad de pasado-mañana. Ya sospechaban que el Sistema político actual no funciona en general. Ahora han comprobado de forma práctica que la organización territorial es otro de los aspectos que hay que cambiar. No sólo desde el nacionalismo.

Otra forma de ver Fukushima

Están a punto de cumplirse los tres años del terrible terremoto y tsunami que asolaron las costas de Japón, causando más de 15000 muertos y la devastación de una amplia zona en la costa oriental de Japón, sobre todo alrededor de la ciudad de Sendái. Una enorme tragedia, que fue recogida en todos los medios de comunicación del mundo, de la que se ha seguido hablando desde entonces y que la prensa va a recordar de nuevo durante estos días.

Pero voy a hacer una predicción y por eso escribo este texto dos días antes: en los reportajes que se publicarán el día 11 y alrededores se va a dedicar más del 50% de su espacio a una consecuencia concreta: el daño sufrido por los reactores nucleares de la Central de Fukushima-Daiichi. Es más, me atrevo a apostar que la palabra Fukushima aparecerá en la prensa 50 veces más que Sendái u otras ciudades que sufrieron mucho más por el terremoto.

Es una apuesta segura: es lo que lleva ocurriendo desde entonces; si no desde el principio, al menos desde que pasaron unos meses. Cualquier búsqueda actual en la web, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales o los foros de Internet, lleva a esa conclusión: de Fukushima se habla todas las semanas, del tsunami sólo causa coadyuvante a la tragedia nuclear.

Quizás a muchos les parezca lógico. A mí no.

No me parece mal que se hable del accidente nuclear, por supuesto, pero me parece fuera de cualquier criterio racional que se recuerde mucho más un problema que, sin minimizar su gravedad, no ha causado ni una sola muerte de forma directa, mientras que parece que todo el mundo ha olvidado las trágicas circunstancias del fenómeno original y se ignore el resto de las consecuencias que el tsunami ocasionó.

Es más, la mayoría de esas informaciones suelen adolecer de un carácter muy poco riguroso, y en ellas se mezclan las denuncias sobre errores reales con especulaciones poco sólidas y con estimaciones incorrectas sobre el propio carácter del riesgo nuclear. Y lo que es peor: parece que los entendidos en este campo han decidido callarse, y han renunciado a plantear un enfoque crítico o al menos objetivo de las informaciones. Es curioso, porque no es eso lo que ocurrió al comienzo de la crisis: aparecieron reportajes muy rigurosos sobre los problemas de la Central, y un tratamiento equilibrado en relación con el resto de las consecuencias. Algunos desmintieron las noticias más alarmistas, pero ahora es muy difícil encontrar este otro punto de vista, hasta el extremo de que incluso los que opinan y son honestos empiezan diciendo que no son expertos en la materia.

Así que lo voy a hacer yo. He pensado que a algún lector le puede resultar interesante conocer el punto de vista de alguien que conoce el mundo nuclear, ha trabajado en él, está acostumbrado a valorar los riesgos de otra manera, y es capaz de detectar las informaciones erróneas o sensacionalistas que a veces aparecen allí. A la vez, hace tiempo que dejé ese mundillo, y no tengo intereses directos (bueno, eso no es 100% cierto, pero lo voy a explicar más adelante), y tampoco me considero pro-nuclear (y también eso lo explicaré después), por lo que espero que, incluso aunque se me lea de forma crítica, no se desprecie mi opinión desde un comienzo, presuponiendo que pertenezco a un lobby pronuclear, como tan a menudo se zanjan las discusiones en determinados foros.

Debo decir que gran parte de lo que voy a decir aquí ya lo escribí al poco tiempo del inicio de la catástrofe. Sólo que había tantos especialistas que lo hicieron mejor que yo, que, como digo, ya no estoy tan al tanto de la ciencia y tecnología en el campo, que no me pareció necesario escribirlo en castellano. Lo hice en esperanto, porque en la comunidad de hablantes de ese idioma no es tan habitual encontrar especialistas en el tema, y me pareció que podía aportar algo. portada revista Kontakto sobre energía nuclearLo puedes leer en este enlace y de hecho tuvo cierto éxito, hasta el punto que el artículo también fue reproducido en otros medios, incluyendo “Kontakto”, la revista de la Asociación Mundial de Jóvenes Esperantistas. Como tres años después muchos hispanohablantes habrán olvidado esos artículos mejores que el mío, voy a presentar esa opinión ahora. Al repasarlo me he dado cuenta de que la mayor parte de lo que entonces contaba sigue siendo válido, así que en gran parte se trata de una traducción fiel de ese original.

Temor y otros sentimientos

Mi artículo en esperanto se titulaba justamente así “Temor y otros sentimientos”, y empezaba aclarando, como lo reitero ahora, que el temor a las consecuencias del accidente nuclear es un sentimiento perfectamente comprensible y legítimo. Cada uno valora su propia escala de riesgos, y nadie puede reprochar nada al respecto. Es más, soy consciente de que cuando intento poner el riesgo en contexto puedo parecer insensible. Pero es todo lo contrario: creo que puedo ayudar a muchos, porque definir los riesgos en su justa medida puede ayudar a disminuir la angustia que muchas personas están sufriendo y que, estoy convencido, es mucho más peligrosa que la misma radiación.

Hay que empezar por decir algo evidente: la energía nuclear es peligrosa. Si alguien os dijo lo contrario, es porque mintió o simplificó. Es por eso que existen departamentos de protección radiológica y seguridad nuclear en todas las instalaciones que usan esa fuente de energía. Por eso existen sistemas sucesivos para detener la transmisión de calor y contener el material radiactivo. No existe el riesgo nulo: eso lo saben y aceptan  todas las personas en cuanto comienzan a trabajar en una central nuclear. Simplemente, se deben pesar las ventajas y los riesgos, minimizar éstos últimos todo lo posible y comparar con otras alternativas similares para decidir qué riesgos son aceptables y cuáles no deben admitirse.

El punto de vista de una persona externa casi nunca es ése. La radiación es una tecnología nueva, que no parece natural (aunque en realidad eso no es así), que se emplea en instalaciones complejas y algo apartadas, fuera de la vista de la población. Además, es invisible y no se puede detectar por los sentidos, y para conocer su presencia y magnitud hay que depender de instancias oficiales o grandes empresas. Y para rematar, la primera vez que el gran público supo sobre ella fue como consecuencia de una hecatombe militar. Se juntan todos los ingredientes para que nazcan el temor y la desconfianza.

Así que comprendo perfectamente la reacción de muchas personas en relación con los eventos de Japón. Si además se pueden incluir elementos dramáticos, como la existencia de “malos” (TEPCO) y “buenos” (los héroes que mitigaron la catástrofe), no es de extrañar que la atención mediática se haya concentrado en este concreto incidente.

Lo que me molesta es el completo olvido de otros integrantes de la tragedia. ¿Por qué no aparecerán reportajes sobre la contaminación química, sobre las culpas en la construcción de barreras, sobre los abandonos de desplazados por la destrucción del tsunami? La primera foto que aparece en el artículo de la Wikipedia inglesa sobre el tsunami es el negro penacho por el incendio de una refinería ¿Por qué nadie plantea la prohibición del petróleo?

Un fenómeno más normal de lo que se supone

La explicación, como ya he comentado, es clara: una central nuclear aparece ante la mayoría como un riesgo completamente especial, mientras que para mí, y para todos los que trabajan en el sector, se trata en efecto de un riesgo, pero totalmente comparable a otros que no son considerados de la misma manera. vestido de nuclearUn ejemplo trivial: cada vez que aparecían noticias en los primeros momentos, los periódicos y televisiones solían mostrar a personas vestidas de blanco, midiendo radiactividad, y he comprobado que esas imágenes llaman la atención y crean inquietud. Sin embargo, para mí se trata de una imagen normal, neutra. Yo mismo me vestía así cuando trabajaba en esas instalaciones, y para mí era como vestir un mono de trabajo o ponerme una corbata. En la foto de al lado se me puede ver hace más de veinte años, y recuerdo haber enseñado la foto a la familia casi con orgullo, no con miedo ni vergüenza.

También en relación con las medidas de radiación el punto de vista de los profesionales es diferente. La radiación no puede verse, pero es muy fácil de detectar, por medio de equipos técnicos, pero no demasiado complicados. Es más, se trata de la manera más sensible que existe para detectar un material, y diversas variantes de ese proceso se emplean en numerosas técnicas para identificar trazas de materiales, tanto en la industria como la investigación o la medicina.

Por otra parte, hay que recordar que la naturaleza es radiactiva, y siempre lo ha sido. Todo lo que nos rodea, el aire, el agua, la tierra poseen cantidades notables de radiactividad. El uranio es mucho más abundante que el oro, por poner un ejemplo. Incluso nosotros mismos contenemos cantidades apreciables de radionúclidos (los radioisótopos carbono-14 y potasio-40, entre otros), y siempre los hemos tenido, incluso antes de que se descubriera la radiactividad y fuéramos capaces de detectarlo. Las cavernas y las casas de piedra donde vivían  nuestros antepasados estaban bañadas en radón.

Así que, cuando medimos la radiactividad en el ambiente, somos capaces de detectar incluso las cantidades más insignificantes, y el problema a menudo es establecer si se trata de un aumento real sobre la variabilidad natural en el ambiente. Incluso cuando la respuesta es positiva, casi siempre se trata de cantidades no significativas, es decir, que pueden estar dentro de los niveles de variación de unos lugares a otros (por ejemplo, inferior a la diferencia entre el noroeste de la región de Madrid, muy rica en granito y por tanto en radón, y el sureste de la misma región), y que no tienen ningún impacto real en la salud de los ciudadanos. Es por esa razón por la que tan a menudo se dan esos malentendidos en los reportajes sobre la presencia de radiactividad en un emplazamiento: es posible leer un titular periodístico “¡detectada radiactividad!” y un informe oficial “¡no existe riesgo de radiación!”, y ambos pueden ser igualmente verdaderos. No es de extrañar por tanto que los no especialistas experimenten una confusión total, piensen que se les engaña o que hay una conspiración de silencio. Es verdad que las autoridades y las empresas no difunden información, a veces por mala voluntad, pero más a menudo porque no consideran necesario llamar la atención sobre algo que consideran que no tiene la suficiente importancia.

Otro ejemplo: la famosa escala internacional de incidentes nucleares se creó para proporcionar cierta perspectiva sobre la importancia de éstos. Y sin embargo, he llegado a ver en portada de los periódicos informaciones sobre incidentes por debajo del nivel 1, que, por definición, significan que no tienen ninguna importancia (salvo como aviso para los profesionales)

Igualmente, recuerdo que cuando el accidente de Chernóbil se montó una gran polémica en relación con la llegada de radiactividad a la Península Ibérica, y se acusó al gobierno de ocultar los datos. La realidad es que los niveles eran tan reducidos que no era de extrañar que las autoridades dijeran que no había llegado radiactividad. Ni unos ni otros mentían.

Dilema político

En definitiva, ¿cómo abordamos las personas como yo el debate sobre la energía nuclear? Muy sencillo: como todos los fenómenos que contienen ventajas y riesgos, y comparando con las alternativas existentes. Dado que no se trata de un fenómeno especial, considerémoslo como se hace con cualquier otra forma de tecnología.

Un ejemplo sencillo para que se entienda es examinar un uso concreto de esta tecnología en un contexto no energético: la utilización de la radiación para detectar el cáncer, por ejemplo el de mama. El dilema para los especialistas es muy simple: a partir de qué edad se deben montar campañas para detectar el cáncer por medio de mamografías, que involucran el uso de una radiación ionizante, los rayos X, y que por tanto pueden causar cierta cantidad de cánceres ellas mismas. Pues bien: cuando los beneficios excedan los riesgos, teniendo en cuenta  las incertidumbres existentes y el resto de consideraciones sociales. Lo mismo ocurre cuando se usa la radiación para curar el cáncer, por medio de la Radioterapia; se estudian los riesgos y las alternativas (cirugía, quimioterapia, etc.); solamente los pirados se oponen a la radiación sólo porque el cáncer es natural y el cobalto-60 no.

El uso de la energía nuclear para producir electricidad debería seguir el mismo proceso, aunque en este caso reconozco que hay muchos más elementos en la ecuación. Se trata de medir las ventajas y los inconvenientes, incluyendo los riesgos respectivos de cada una de las fuentes de energía. Y aquí quiero subrayar algo evidente: la energía nuclear efectivamente presenta riesgos y desventajas. Si alguien dice que se trata de una decisión técnica, que hay que dejar a los expertos, no le hagáis caso. Pero tampoco es el diablo, como a menudo se lee, al que hay que condenar desde un principio.

La decisión es política, en el sentido más noble de la palabra, no en el sentido de politiquería y partidismo que esa palabra ha llegado a significar para muchos. Es política en el sentido de que se trata de una elección entre las diversas preferencias que las personas muestran en su interacción social. Unas personas no desean experimentar riesgos, y prefieren una vida más tranquila, aunque para ello fuera menos rica. Otros valoran la seguridad en la obtención de electricidad, sin depender de otros factores. Unos quieren pagar lo mínimo posible, a otros no les importa pagar más si con ello reciben otras compensaciones. Unos temen a las instalaciones complejas y las grandes corporaciones, otros se sienten más protegidas por una organización sofisticada. A unos no les gusta depender de una tecnología dominada por las superpotencias, otros prefieren no depender de materias extraídas de países de los que no se fían. Para mí el problema de los residuos es muy importante, a otros les preocupa menos.

Es decir, no quiero hacer un alegato pronuclear. Yo mismo no tengo una opinión muy clara, y en un hipotético referéndum mi voto dependería de muchos factores, entre los cuales algunos personales.

Lo que quiero es insistir sobre la necesidad de que se definan las alternativas. El debate no es tan simple como suele presentarse, y desde luego lo enmaraña del todo la división derecha=pronuclear / izquierda=antinuclear, que en España es especialmente aguda y que desde mi punto de vista no tiene ningún sentido. Aquí los debates se parecen al fútbol: primero veo lo que piensan los míos y así me evito el trabajo de pensar. En cambio, en muchos otros lugares hay conservadores que se oponen a la energía nuclear (por algo son conservadores) y progresistas que la apoyan (porque la consideran progreso). Incluso hay ecologistas que prefieren esta alternativa cuando la comparan con las alternativas, y en ese sentido recomiendo el debate que en los últimos tiempos ha lanzado el británico George Monbiot.

También comprendo que al pesar las alternativas, el miedo es un factor muy importante, y como dice el refrán, es libre. Pero también es un mal consejero. Por desgracia, la gestión del riesgo en esta sociedad contemporánea – en la que se tratan los asuntos de forma superficial, sin atención al contexto, y en la que los políticos tienen terror a cometer el error más nimio – es casi imposible. Pero eso da para otro artículo en algún otro momento…

El caso de Fukushima

Creo que ahora se entiende mejor cómo abordo yo las noticias sobre Fukushima. Me parece una tragedia, por supuesto. Pero es que todo el terremoto me parece una tragedia, y me temo que nos hemos olvidado de ella.

Pero no es una tragedia terrorífica, que deba estar todos los días en las portadas de los agregadores de noticias. No ha causado ningún fallecimiento directo. Es posible que cause alguno de forma indirecta debido a la radiación, pero no creo que sean muchos – aunque no puedo asegurarlo, y a riesgo de equivocarme sobre un tema en que he dejado de ser especialista, como mucho habrá algún incremento en el cáncer de tiroides, una enfermedad bastante fácil de tratar. Insisto: no es que me parezca despreciable, es que seguro que se producen cánceres por los destrozos en las refinerías y las  plantas químicas afectadas por el tsunami, y nadie los está contabilizando. Los residentes en la zona tienen derecho a que se les controle, y me parece bien que lo exijan, pero al mismo nivel que los afectados en Tohoku.

Sin embargo, el principal daño que van a sufrir los habitantes van a ser de tipo psicológico, y en esto quiero insistir. En algunos medios de comunicación se recogieron declaraciones del responsable de la Comisión de Estudio oficial, que hablaban de más de mil muertos como consecuencia del accidente nuclear. Pues bien, independientemente de que no tengo muy claro el rigor del dato, el propio responsable afirmó que se trataba de muertes por motivos psicológicos y sociales, no por la radiación. Y aquí hay una tremenda paradoja: lo que mata no es la radiación, es la alarma generada. Es decir, ¡el propio hecho de que el accidente esté siendo portada todos los días contribuye a sus consecuencias!

Se ha hablado incluso de los divorcios de Fukushima: hombres que prefieren seguir viviendo en zonas cercanas, pero no inmediatas, a la Central, mientras que las mujeres se han desplazado a lugares más lejanos. Un ejemplo típico de diferencia en percepción del riesgo, incluido el influjo del género, en el que otro día entraré.

Cualquier estudio científico serio llega a la misma conclusión: es la radiofobia, no la radiación, quien está afectando a la salud de los evacuados.

En cuanto a los efectos sobre otros países, puede decirse algo más contundente: el efecto será cero. En Menéame y en los comentarios de los foros aparecen a menudo enlaces a artículos en algunas webs que se han especializado en alarmar sobre los efectos en Estados Unidos o en otros lugares. Cualquiera que conozca algo sobre radiación sabe que se trata en un 99,99% de las ocasiones de auténticas bobadas. En algunos casos por conspiranoia, en otros por intereses, es raro que tengan algún sentido. En cuanto al océano, puede haber efectos ecológicos locales, seguramente, y espero que el gobierno japonés pueda contener los vertidos, pero no va a producir ningún síndrome de China ni nada parecido. Y sin embargo es curioso que las noticias sobre contaminación convencional pasen casi inadvertidas, al menos en español.

Es más, el accidente nuclear va a tener un efecto medioambiental tremendo; ha provocado un aumento notable de la emisión de gases de efecto invernadero. La paralización de las centrales nucleares en Japón, que muchos consideran positiva, aparte de contribuir a cierto ahorro energético del país, de lo cual me alegro aunque me temo que va a tener un efecto muy temporal, ha necesitado de la puesta en servicio de instalaciones de carbón y petróleo. Un desastre sin paliativos.

Una nota personal

Si has llegado hasta aquí, espero que ahora comprendas el punto de vista con el que yo, y muchos otros que trabajan o han trabajado con radiaciones, vemos los acontecimientos y las consecuencias de Fukushima.

Cuando ocurrieron los hechos seguí con detalle los acontecimientos en Japón, entre otras razones porque gracias a mi actividad en el mundillo del esperanto tengo unos cuantos amigos en aquel país, alguno de los cuales informó de forma continua sobre los acontecimientos. No es que no me preocupara Fukushima, es que no focalizaba la atención en un solo apartado del conjunto.

Pero además seguía con atención lo que pasaba en Fukushima por una razón personal, que anuncié al principio y comento ahora: pensaba en parte de mi familia. Como he dicho antes, yo ya no trabajo en el sector desde hace mucho, pero uno de mis hermanos sí (y otro mantuvo alguna relación). Es decir, claro que entiendo la posición angustiosa que pasaron los trabajadores y los vecinos de la central. Podía imaginármela desde un punto de vista incluso personal.

Toda mi familia y mi entorno de origen tiene una trayectoria ligada con el riesgo: venimos de una zona de mineros del carbón, y para mi medio social el peligro ha sido siempre algo cotidiano, algo que se intentaba minimizar, pero que no constituía una barrera infranqueable, sino algo que se consideraba como parte de la ecuación de la vida. Cuando mis hermanos empezaron a trabajar en la mina, a nadie nos resultó agradable, pero aceptamos el riesgo como un elemento más de la elección vital. Cuando la mina cerró y pasaron a trabajar en las nucleares, la transición fue equivalente, con la percepción incluso de que el riesgo era ahora mucho menos importante.

Es más, yo mismo en su tiempo, y mi hermano ahora, hubiéramos trabajado en una función equivalente a la de los famosos “héroes de Fukushima” si la tragedia hubiera sucedido aquí. héroes de FukushimaEs decir, sé de lo que va el riesgo y lo viví como propio. Por eso valoro su determinación y su valentía, pero a la vez me extrañó en parte la reacción de gran parte del público cuando llegaron las noticias, y cuando se les premió con el Príncipe de Asturias (un premio, por cierto, que hace tiempo dije que deberíamos eliminar cuanto antes). Los héroes fueron tales porque juzgaron los riesgos de forma realista y porque cumplieron con su deber.

Algunos medios hablaron de la cultura japonesa, y del código de honor de los samuráis. Gilipolleces. No dudo que los profesionales de la protección radiológica en las centrales nucleares españolas habrían actuado de la misma manera. De la misma manera que los mineros hispanos no dudan en arriesgar su vida cuando sus colegas están atrapados por un derrumbe o los bomberos entran en una casa en llamas, esos profesionales hacen lo que consideran su deber.

Fueron unos héroes, sin duda. Pero es un signo de los tiempos el que hacer su trabajo se considera una heroicidad. Quizás porque en la sociedad de consumo se ha olvidado que el trabajo es una de las principales fuentes de dignidad. Creo que todos debemos estar orgullosos de ellos. Y aceptar que los riesgos se afrontan, no se evaden.

Si deseamos acabar con la energía nuclear, que sea porque hemos valorado los riesgos y tenemos alternativas mejores. No porque nos hayan asustado con exageraciones y algunas mentiras.

El próximo Campeonato Mundial de Fútbol lo ganará…

Acabo de leer que justo en estos momentos se está celebrando el sorteo definitivo para el próximo Campeonato Mundial de Fútbol, que tendrá lugar el año que viene en Brasil. Así que es el momento adecuado para comunicar al mundo quién va a ser el ganador. Y me voy a lanzar a ello, a pesar de que no tengo ni idea de tan famoso deporte (de hecho, estoy tan alejado de los detalles del mismo, que me he enterado de tal sorteo porque en el periódico le quitaba la primera página al fallecimiento de Nelson Mandela). Pero tengo información privilegiada, medio año antes, sobre quién va a llevarse la Copa, y quiero compartirlo con todos los lectores, incluso arriesgándome a escribirlo públicamente.

El año 2014 el campeonato mundial de fútbol lo ganará… Argentina.

La razón es fácil: así lo ha decidido la Asociación Universal de Esperanto.

La razón ya la dije aquí hace tiempo, pero la repito, porque siempre hay escépticos y aguafiestas, que no ven la íntima conexión entre el deporte universal y la lengua internacional. Desde hace unos cuantos lustros, los esperantistas deciden mostrar su poder oculto, y cada cuatro años eligen un país para que se lleve la Copa. Para complementarlo, celebran su Congreso Mundial en ese país. Ya en el año 74 se hizo una prueba, y ganó el Campeonato Alemania mientras el Congreso esperantista tenía lugar en Hamburgo, pero la racha de aciertos sólo se ha consolidado desde 1998 (Francia), y se repitió en el 2002 (Brasil) y, como ya anuncié entonces, en el 2006, cuando el congreso, al que tuve la ocasión de asistir un par de días, tuvo lugar en Florencia, y el ganador resultó ser, lógicamente, Italia.

Reconozco que en el año 2010 la conexión fue un poco indirecta: Logo Congreso Mundial de Esperanto, Buenos Aires, 2014el congreso internacional de esperanto tuvo lugar en Cuba, y dado que este país no participó en el campeonato de fútbol, hubo que hacer un apaño, y adjudicar la Copa al país más íntimamente ligado desde el punto de vista histórico, la vieja potencia colonizadora, España.

Pero en el 2014 no hará falta ningún rodeo. El Congreso Mundial de Esperanto tendrá lugar el próximo año en Buenos Aires.

Y por tanto el Campeonato de Fútbol lo ganará Argentina. Sin duda. ¿Alguien quiere apostar?

TED o la anticiencia

Ya he hablado aquí alguna vez sobre TED, y normalmente para bien. Para quien no lo conozca, es un formato de conferencias, organizadas en Estados Unidos, que tratan sobre temas de conocimiento muy diversas, normalmente en la vanguardia del conocimiento o la evolución de la sociedad, bajo el lema «ideas que merece la pena difundir». Aunque el formato original se expresa en inglés, han llevado a cabo un destacable esfuerzo por favorecer la traducción de contenidos, y yo mismo he colaborado en la traducción de algunas de las charlas al esperanto. Han creado una marca tan potente que incluso han podido franquiciarla mediante la organización de los eventos TEDx, organizados por entidades externas bajo el mismo modelo, y de las que también hablé en este blog (aunque sólo en la versión en esperanto) por la participación de David de Ugarte en TEDxMadrid con una conferencia impartida en su totalidad en la lengua internacional.

Ahora bien, nunca me he dejado llevar por el entusiasmo, como les ha pasado a muchos modernos tecnológicos, que se dejan llevar por la última moda, y alguno de los cuales ha llegado a proponer que se introduzcan de manera sistemática y obligatoria en todo el sistema educativo. A mí ya me parecía antes que aunque puede constituir una interesante herramienta divulgativa, es una iniciativa demasiado sesgada hacia la novedad no consolidada y hacia, por simplificar, la sociedad que representa California.

Pero tras un pequeño empacho de charlas TED sobre educación, creo que he dado con una caracterización más exacta de estas conferencias: TED es la anticiencia, o quizás mejor, la pre-ciencia.

No me refiero a la pseudociencia, es decir, el procedimiento de obtener resultados falsos a partir de métodos presuntamente científicos. No, aquí las conclusiones  posiblemente sean válidas, pero la forma de presentarlas y comunicarlas va en contra  de lo que nuestros mayores aprendieron y que hacen de la ciencia una herramienta tan poderosa.

En concreto, antes de la consolidación del método científico, el conocimiento se transmitía por medio del prestigio de unos sabios, que con poderosos argumentos retóricos demostraban las verdades. No había referencias verificables, no se producía o no servía para nada la replicación. Poco a poco la ciencia fue haciéndose más colectiva, fue importando menos crucialmente la opinión del científico gurú y cada vez fue más necesaria la descripción exacta del experimento, ofreciendo la posibilidad de comprobación y replicación.

No ignoro lo lejos que a menudo se encuentra la práctica real de esta descripción simple e idílica que he ofrecido. Aunque mi ocupación se encuentra lejos de la investigación, me siguen fascinando los casos de falsedades, especialmente cuando involucran autoengaños. Sé del peso de la tradición. The economist, science goes wrongHe leído bastantes debates sobre los problemas actuales de la ciencia, especialmente sobre los que apuntan a los problemas de la replicabilidad o los resultados negativos, a los que la reciente portada de The Economist da un buen repaso, y algunas de las posibles soluciones que se están proponiendo o sobre los que recientemente ha insistido por ejemplo Ben Goldacre. Pero al menos los principios básicos del método científico están ahí como ideal.

En cambio, en TED, lo que prima es exactamente lo contrario, aquello de lo que la ciencia nos iba a librar. El poder del presentador y su carisma, la retórica y la presentación, son los que hacen una charla TED memorable. No hay posibilidad de replicar, en ambos sentidos de la palabra: repetir el experimento o contestar las afirmaciones del ponente. No son de extrañar las explicaciones exageradas o los saltos en el vacío, cuanto más espectaculares mejor.

Por no dejar estas afirmaciones sin sustanciar, voy a poner un par de ejemplos. Decía que estas consideraciones se me presentaron recientemente, y voy a explicarme. En la recopilación sobre educación «Unstoppable learning» se presenta una serie de afirmaciones sobre educación que me gustaría comprobar en qué se basan y cuál es la evidencia.

El mayor peso del programa, editado por la radio pública de Estados Unidas, recae en Sugata Mitra, que presenta sus ideas sobre aprendizaje espontáneo, basado en el experimento, que se ha hecho famoso, sobre los ordenadores que se dejaron al alcance de niños de los suburbios indios, sin explicaciones, y que éstos fueron capaces de manejar sin haber sido enseñados, llegando incluso a aprender inglés por sus propios medios para ser capaces de programar. Había oído hablar del tema de forma superficial, pero al escuchar al gurú se me encendieron unas cuantas alarmas, que parece que a la audiencia, ricos anglosajones, no se les plantea. ¿Aprender inglés solos? ¿en un par de meses? ¿Me está tomando el pelo? Cualquiera que haya  tenido un contacto incluso mínimo con el aprendizaje de idiomas sabe que eso tiene que tener agujeros por todos los lados. El inglés no es una lengua especialmente sencilla y ya solo la diferencia entre lenguaje hablado y escrito debería levantar todas las alarmas. No sólo eso, otra clase aprendió sola inglés para autoenseñarse los secretos de la replicación del ADN. En fin, no soy un experto en la materia, pero, como apuntó Hume y popularizó Sagan, «afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias». Algunos expertos han criticado los experimentos y teorías de Mitra, y aunque no puedo decidir quién tiene razón, un formato como el de TED no permite ese tipo de interacciones y búsqueda de la verdad.

Este caso debería bastar para ejemplificar TED, porque de hecho Sugata Mitra fue el ganador del premio creado por TED y dotado con 1 millón de dólares, para proyectos innovadores, pero ofreceré otro ejemplo de la misma charla, ligado con mi interés por las naciones y los idiomas: una escritora defiende las habilidades de aprendizaje del niño en el útero materno. Llega a afirmar que ya entonces se transmiten algunas de las características que constituyen el idioma materno. Lo siento, pero me parece completamente exagerado. No sólo porque soy anacionalista y no creo en las naciones. Es que los ejemplos me parecen inconcluyentes: con decir que en los ejemplos que se escuchan en la charla, en la que los niños lloran de forma diferente según el idioma de la madre, me pareció que efectivamente parecía que el niño francés «lloraba en francés», hasta que me di cuenta de que lo había entendido mal, y en realidad se trataba del niño alemán. En fin, es una anécdota, pero muestra bien la facilidad de engañarse y la necesidad de controles que quizás en la investigación original se tuvieron en cuenta, pero que en una presentación de TED desaparecen bajo toneladas de retórica emocional.

Se me podrá alegar que estas críticas son también aplicables a cualquier caso de divulgación científica. Lo admito: ya dije en otra ocasión que la expresión divulgación científica es un oxímoron, del estilo de consumo responsable y justicia militar, e igualmente necesario. No voy a pedir a un documental que llene la pantalla de notas a pie de página. Pero es que el formato de TED empuja hacia la glorificación de la personalidad por encima del contenido. Como bien demuestra la entrevista del gran físico Murray Gell-Mann hablando de idiomas (por poner un ejemplo que contiene una parte de autocrítica, porque en la traducción al esperanto colaboré yo mismo… y porque es también mi caso)

Seguiré escuchando charlas de TED. Pero que nadie me intente convencer de que es algo más que un interesante espectáculo… al que hay que aplicar una dosis muy alta de escepticismo. No es ciencia ni siquiera cuando tratan temas científicos. Esta sí que es una «idea worth spreading».

La conspiración angloparlante

En la polémica sobre el espionaje de Estados Unidos a los gobiernos presuntamente aliados (europeos y latinoamericanos) hay un detalle que me parece altamente significativo y sobre el que estimo que no se ha hecho el suficiente hincapié: que estas acciones no han caído sobre todas las naciones y todos los ciudadanos, ya de ellas no sólo se han librado, sino que incluso han cooperado, otros países, unidos por un lazo común: el idioma. Hasta el punto de que podríamos hablar de una auténtica «conspiración angloparlante».

Aclaro que no creo en «la gran conspiración». Un plan maestro, de los judíos, Davos, el club Bilderberg, la CIA o los extraterrestres. Mi educación científica me lleva a inclinarme ante la «navaja de Occam»: la explicación más sencilla es la más probable. De hecho, tenía medio redactado un texto contra la llamada conspiranoia para un dosier para una revista en esperanto en la que colaboro a veces, y algunos de cuyos miembros en ocasiones se han mostrado demasiado proclives a interpretar el mundo como un gran teatro manejado por una mano oculta. Este visión me parece no sólo errónea, sino peligrosa, porque nos hace sentir inferiores y paraliza la rebelión contra las iniquidades del sistema.

Pero es evidente que existen conspiraciones, es decir, que hay individuos, organizaciones y gobiernos que con-spiran, respiran (y planifican y actúan) juntos. Y que algunos de ellos son más poderosos que los demás, y de alguna manera nos marcan el camino.

Tanto en el caso actual de la NSA, como el ya conocido de Echelon, no es verdad que EEUU espíe a todos, amigos como enemigos. En realidad se ha confirmado que no espía a los gobiernos anglosajones: Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Es más, colabora con ellos para espiar a los demás, incluso por motivos meramente económicos. Hay aquí una verdadera conspiración, que es mucho más significativa de lo que parece: con los que comparten el mismo idioma y cultura frente a todos los demás, incluidos los que parecían aliados pero son considerados como «los otros»

En las noticias se han filtrado detalles sobre reuniones secretas, acuerdos ocultos de los que no se enteran ni las autoridades poco fiables, intentos de dominación mundial de un bloque. Lo que podríamos llamar una conspiración. Incluso con un nombre en clave, «Cinco Ojos» (Five Eyes)

Así que de conspiración podemos calificar los intentos de extender el inglés como única lengua internacional. Debo confesar de nuevo que era una idea en la que algunos compañeros esperantistas suelen insistir, y que yo consideraba simplemente como una de las vías de dominación cultural, a la que no merecería la pena calificar como conspiración porque se trata de un medio de promoción de la supremacía cultural, similar a los esfuerzos similares del Instituto Cervantes u otros similares.

Creo que me voy a tener que tragar parte de mi escepticismo. Las conspiraciones existen. Y la hegemonía del inglés, por si alguien lo dudaba, no es casual. Está promovida por los países anglosajones para defender su interés común. Como dijo abiertamente Margaret Thatcher ante la Hoover Institution en la Universidad de Stanford en julio del 2000:

«In this twenty-first century, the dominant power is America; the global language is English; the pervasive economic model is Anglo-Saxon capitalism.»

La conclusión que yo deduzco es que los que pretenden transformar el mundo deberían con-spirar más, en vez de hacer cada uno la guerra por su cuenta y fiarlo todo a la revolución interna individual. Deberíamos promover más la colaboración, y, visto lo visto, tampoco vendría mal algo de secretismo, en vez de tantas plazas abiertas y tantas asambleas. Y deberíamos darnos cuenta que una lengua como el esperanto no es un lujo ni una frikada: es un elemento de resistencia a la dominación imperial. Ellos tienen clara la importancia del idioma.