Si a menudo siento que mis opiniones sobre nacionalismos y patriotismos son minoritarias, estos días creo que he batido un récord: apostaría que soy casi el único español contrario a la independencia del Sáhara Occidental, partidario de la integración de Ceuta y Melilla en Marruecos, y a la vez totalmente contrario al actual régimen marroquí.
Los graves incidentes de estos últimos días en El Aaiún han sido interpretados en general como una disputa nacionalista, a pesar de que no todos los participantes en los campamentos la han expresado así. Y ha sido la ocasión de que se vuelvan a escuchar voces a derecha e izquierda favorables a la independencia del Sáhara Occidental, la antigua colonia española. Hay una mala conciencia general sobre la forma en que se desarrolló el abandono del territorio y de sus habitantes hace 35 años. Las peticiones vienen también de la derecha, que posiblemente siente cierta unión con antiguos ciudadanos españoles, mezclada con antipatía hacia los marroquíes (los moros). Y parece que la izquierda favorece unánimemente el “derecho a la autodeterminación” del “pueblo saharaui”.
Así que el resultado parece unánime: una clara simpatía por los saharauis (aunque las instancias oficiales tengan que ser prudentes por motivos diplomáticos), y una confianza de que la independencia solucionará los problemas básicos.
Me temo que mi opinión va a contracorriente. Yo no creo en el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui, entre otras razones porque no creo en la existencia de un pueblo saharaui como tal. Existen desde luego los ciudadanos de esa antigua colonia, cuyas condiciones de vida son abominables, y la opresión por parte de la monarquía alauita es indignante. Sus protestas me parecen justificadas, y apoyaré si puedo sus quejas. Pero no creo que algo más setenta mil personas, según el censo oficial, tengan derecho de gobierno sobre doscientos mil kilómetros cuadrados y sus riquezas.
¿INDEPENDENCIA?
En general, soy anacionalista, es decir, no creo en la existencia de pueblos y naciones. Pero en este caso, y sin ser especialista sobre el tema, el asunto me parece aún más claro. No creo que haya nada que diferencie a los habitantes de la antigua colonia española del Sáhara Occidental de los pueblos del desierto del sur y oriente de Marruecos y de otros países cercanos. Nada justifica la creación de una nación en ese lugar, y ni siquiera la geografía lo aconseja: no hay más que mirar un mapa de la zona, y ver que las fronteras que se proponen son meras líneas rectas en su casi totalidad, creadas por las respectivas potencias coloniales.
Cuando tanto se ha argumentado desde la izquierda contra las desgracias causadas por el colonialismo en casi todos los países africanos, creando entes políticos caprichosos, a los que se acusa de gran parte de los sufrimientos de los habitantes de ese continente, me parece paradójico que la izquierda española defienda la persistencia de una frontera evidentemente artificial, que no tiene en cuenta para nada la realidad objetiva. Creo que se puede argumentar con mayor razón a favor de la independencia del Rif, una región con rasgos lingüísticos, culturales, históricos y geográficos más destacados, y con mayor abandono por parte de los regímenes de entonces y de ahora.
No favorezco las fronteras, y tampoco voy a defender la existencia del estado de Marruecos, al que haya de pertencecer una parte más o menos grande del continente. Pero mientras existan tales estados, considero más defendible la ligazón entre esos territorios y sus habitantes que la multiplicación de entes políticos y el levantamiento de nuevas barreras.
Esa es la razón de que defienda también la unión al mismo territorio de las ciudades de Ceuta y Melilla. Es verdad que en este caso la historia es diferente, y que probablemente la mayoría de sus actuales habitantes prefiere la ciudadanía española, pero las ciudades actúan actualmente más como fuente de perturbación de la economía de la zona y de imán de problemas políticos, que como dinamizadores de los alrededores. Prestaría mucha atención a los intereses materiales de los actuales habitantes, y buscaría un acomodo adecuado, de la misma forma en que favorezco un acuerdo cuidadoso para la reintegración de Gibraltar en el estado español, pero no veo ninguna razón para la conservación de esa anomalía presente.
EL VERDADERO PROBLEMA
Queda, sin embargo, un asunto peliagudo en el debate: la situación actual de los ciudadanos de todo ese territorio, marroquíes y casi-marroquíes, bajo el actual régimen político. Esa es para mí la auténtica desgracia de toda la situación, que los saharauis deben soportar los caprichos de una élite depredadora, bajo la dirección de un rey dictador, en vez de decidir sobre su destino en el sentido más real de la expresión. La situación económica es cada vez más inaguantable, lo que ha conducido a que la frontera entre Marruecos y España sea la que separa la diferencia de niveles de renta más alta del planeta. Las razones son muchas, por supuesto, pero en gran parte se debe a la corrupción de una monarquía que nada en al abundacia, mientras se multiplica la misera a su alrededor, como puede comprobar quien haya visitado el país recientemente, y haya observado que el ritmo de construcción de palacios reales no se detiene. Nada mal para una familia que en el momento de la independencia ni siquiera estaba entre las más ricas del país. Y quien haya leído libros como “Nuestro amigo el rey” no puede por menos que indignarse de que por motivos similares se haya cesado y ahorcado a Saddam Hussein, mientras que Hassan II se paseaba pisando las alfombras rojas de los países por donde pasaba.
¿Cómo puede ser que esta familia haya conservado e incrementado su poder, mientras todos los monarcas del norte de África fueron poco a poco destronados? Entre otros motivos, y así volvemos a nuestro tema, porque se las arreglaron para explotar los sentimientos nacionalistas. Cuando el régimen se tambaleaba, y tales ocasiones no faltaron en las últimas décadas, bastaba con señalar las regiones separadas o separatistas para eliminar las dudas y las oposiciones. Otra vez el patriotismo está sirviendo para oscurecer las diferencias sociales, y para que los bribones y las élites conserven sus privilegios. No quiero culpar al Frente Polisario, pero no dejo de pensar que si en su momento hubiera combatido con la oposición marroquí contra el enemigo común, la situación sería mucho mejor para todos ellos.
Para concluir: no estoy en contra de la independencia o de una amplia autonomía para el Sáhara Occidental si se llegase a tal status tras los acuerdos correspondientes. Mientras existan estados, me da lo mismo si la raya en el mapa pasa por un grano u otro del desierto. Pero no me hago ninguna ilusión sobre la posible solución de los problemas por esa vía. Recuerdo que, cuando era más joven, se esperaba mucho de la independencia de Eritrea con respecto a Etiopía, una causa que casi todos los observadores consideraban completamente justificada y defendible, Y sin embargo obsérvese qué ha resultado de ello: ni siquiera la paz. Continuación de batallas, incluso por la posición de ciudades diminutas, rearme de los ejércitos, ruptura de los acuerdos, hasta el punto que uno se pregunta si la situación no era mejor anteriormente. O, por presentar un ejemplo aún más absurdo: véase qué resultó de la independencia de las repúblicas centroamericanas: hace unos días han estado a punto de entrar en guerra dos de ellas por un error de Google Maps.
La independencia frente al colonialismo, he ahí algo que apoyo de corazón. Sucesivas independencias y disgregaciones tras el colonialismo, en favor de las nuevas élites… en esas luchas no me van a encontrar.
Saluton, Toño!
Somos un grupo de amigos que, sin ser esperantistas, simpatizamos con la idea del idioma universal y, algunas veces seguimos tu blog, por parecernos que expones información e ideas que nos parecen de gran interés y que muchas veces compartimos.
No eres el único español que piensas lo que refleja tu post y queremos comentar, tal vez de una forma un poco deshilvanada, algunas de las cosas que escribes.
Efectivamente, como bien dices, un país con 250.000 km cuadrados y, actualmente, con una población que ronda los 300.000 habitantes, es inviable como estado. Con esa población no se puede mantener una administración pública y los servicios que debe proporcionar un estado moderno (seguridad, sanidad, educación, etc…).
El primer tratado de amistad entre el Sultanato Marroquí y España data de finales del siglo XVIII. En él, el gobierno español solicita del sultán la protección y ayuda para los barcos pesqueros españoles que históricamente han faenado en la zona. El sultán marroquí reconoce ante el gobierno español que no tiene jurisdicción más allá del Río Dra (500 km al Norte de la actual frontera internacional entre Marruecos y el Sahara Occidental).
Pero tampoco se trata de ahondar excesivamente en la Historia, sino saber qué es lo mejor para el pueblo saharaui en estos momentos.
Y lo mejor, según nosotros, sería que se acogieran al estatuto de autonomía que les ofrece el gobierno marroquí, pues esto posibilitaría la vuelta de todos los exiliados y el comienzo de una nueva etapa que podría dar paso a un proceso mínimamente democrático en el Sahara y, por extensión, en el resto de Marruecos.
Esto no significa, en absoluto, que avalemos al actual rey de Marruecos y su gobierno, pero nos parece que, lo que debe acabar de una vez por todas, es la inútil y obcecada resistencia en Tinduf, que no conduce a ningún sitio.
¿Qué van a esperar? ¿Treinta y cinco años más sobreviviendo penosamente en los campamentos del desierto argelino?
Somos conscientes de que la postura oficial de la izquierda española se aleja bastante de lo que tú planteas, y nosotros pensamos también, pero creemos que ha llegado el momento de atreverse a discrepar de la opinión general sobre este asunto.
De manera que no tenemos sino que felicitarte por atreverte a exponer lo que, tan valientemente, planteas en tu artículo.
Y, en relación al asunto de las ciudades de Ceuta y Melilla (motivo de fricción constante con Marruecos), es evidente que son ciudades históricamente marroquíes.
Al principio decías que eras el único español que pensabas así. Puedes ver que no es así, porque somos muchos los que pensamos como tú.
Esperamos, para finalizar, que sigas dando estos puntos de vista tan interesante sobre los temas de actualidad, que tanto nos interesan.
Por nuestra parte, esperamos seguir disfrutando de tu blog.
Saludos cordiales,
Gxis la revido!
(Por cierto, falta poco para la próxima Zamenhofa tago…)
Hola,
Me parece muy respetable tu postura sobre el Sahara Occidental, en contra de su existencia como estado independiente. Yo, por mi parte defiendo lo contrario, pero creo que ni a ti ni a mí nos corresponde decidir sobre el tema, y ese es el quid de esta cuestión que dura ya 35 años: el asunto es que en su día la ONU y el tribunal del La Haya dictaminaron que ese territorio no era terra nullius, es decir, que aún siendo un desierto, tenía pobladores autóctonos y que ellos eran los dueños del destino de dicho territorio, y que deberían ejercer, por tanto su derecho a decidir su destino.
Me ha sorprendido tu argumento de que ‘son pocos’, pues su aplicación con carácter general en el resto del planeta nos podría llevar a situaciones pintorescas: habría estados en los que sobraría población y, por el contrario, otros en los que sobraría territorio. Pero los asentamientos humanos son los que son y esperar que en un territorio desértico exista mucha población contradice su propia noción de ‘desierto’. Pero, por extraño que parezca, los saharauis viven en ese territorio y lo consideran su tierra. Por cierto, los mongoles tienen un estado mucho mayor, con lo que su densidad de población es todavía menor que la estimada para el Sahara Occidental.
Dices que no crees en el pueblo saharaui como tal. ¿Qué son, entonces los pobladores de ese territorio? ¿Son marroquíes? ¿Por qué lo crees así? Si te tomas la molestia de conocerlos un poco verás rápidamente que sus costumbres, idioma, forma de vida, etc. son bastante diferentes de las de los marroquíes. De parecerse a otro pueblo vecino, sin duda, sería en todo caso a los mauritanos, con quienes comparten –en efecto- lo que ambos llaman cultura bidan (de los blancos). Pero el Sahara Occidental no está ocupado por quien más cercanía cultural o política tenía con sus pobladores, sino por quien hizo valer el recurso de la fuerza. A eso se le llama invasión.
Por cierto, en lo referente a las fronteras no cabe culpabilizar a los saharauis de su trazado: ellos son víctimas en ese aspecto (junto con numerosos pueblos de África) de acuerdos entre las potencias coloniales. En ese sentido, cualquier saharaui conoce las fronteras naturales de su tierra, que no coinciden con las marcaciones a sus espaldas hechas por franceses y españoles, pero que el Frente POLISARIO dice que respetará por ser las internacionalmente reconocidas.
En lo que se refiere a su límite con Marruecos, en efecto la línea no debería ser recta (y debiera estar más al norte) ya que tradicionalmente se consideró el río Draa la frontera natural entre quienes hablan hassanía (al sur) y quienes hablan dariya (al norte). No deja de ser curioso que la primera población, una vez cruzado el Draa hacia el norte se llame Gulimín, cuyo significado sería ‘¿De dónde vienes?’ (bonito nombre para un puesto fronterizo). Pero esa franja, la llamada ‘Franja de Tarfaya’ fue cedida por España a Marruecos , no en 1975, sino en 1957.
Dices al final de tu post: “La independencia frente al colonialismo, he ahí algo que apoyo de corazón”. Es algo en lo que coincido y por lo que apoyo al pueblo saharaui en su reivindicación, pues la situación que sufren sólo puede calificarse de ese modo. Y ello con todos los peores tics colonialistas de los imperios de antaño: relegando a los naturales del territorio a la condición de ciudadanos de segunda, obligados a emplear una lengua ajena en la escuela y la administración, relegados a los peores empleos, expoliados sus recursos naturales, y con frecuencia, apaleados y atropellados (literalmente, sí, por misteriosos Land-Rover en la noche…)… O bien, exiliados en el medio de la nada, en la terrible hamada de Tinduf.
Gracias a los dos por los comentarios.
Pepe y Juan: me alegra ver que no soy el único 🙂 Bueno, ya nos veremos en la zamenhof-tago; estaros atentos, que creo que este año va a ser muy buena.
Alberto: a mí las resoluciones de la ONU no me parecen la Biblia. Bueno, reconozco que la comparación no es muy buena: prefiero la ONU; pero quiero decir que se suelen basar en relaciones de fuerza, no de razón, y me temo que si la resolución fuera diferente tampoco a ti te bastarían como argumento. Pero yendo al fondo, si reconoces que las fronteras actuales son artificiales, ¿por qué el Polisario insiste tanto sobre el censo que realizó España? Según eso, también deberían votar los ciudadanos del sur de Marruecos, o los de Mauritania, ¿no?
El argumento lingüístico es bastante flojo para mí. Eso lo podrás ver en otros textos de mi web. Para mí no es el que debe marcar las fronteras; no creo en el estado-nación, y a veces sospecho, además, que en el caso de lenguas o dialectos próximos, suele ocurrir lo contrario: que primero viene la frontera administrativa y luego la lingüística.
Finalmente, creo que ha quedado algo oscuro mi argumento principal: que todos esos atentados al pueblo saharaui que describes (expolio, apalamientos, desprecio…) los aplica el régimen marroquí al resto de sus ciudadanos, a esos 30 millones de personas que en España parecen no importar porque no hay una lucha étnica que defender.