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¿Dónde están ahora las banderas republicanas?

A pesar de los muchos amigos, sobre todo esperantistas de fuera de España, que me preguntan mi opinión, me he resistido hasta ahora como un jabato a escribir sobre el “tema catalán”, porque sé que, a pesar de lo que escribí cuando pasé a ser presidente de la Federación Española de Esperanto, que una cosa sería mi papel institucional y otra mis opiniones personales, va a haber mucha gente a la que costará hacer esa distinción.

Por tanto, sobre el fondo del tema no quiero entrar mucho, aunque supongo que a nadie le extrañaría mi posición, dado que por aquí he escrito varias veces que soy esperantista porque no creo en las fronteras y aspiro a borrarlas, no a crear otras nuevas; y que no creo en los etnonacionalismos ni en el llamado derecho de secesión/autodeterminación, ni siquiera en los casos en que parece que todo el mundo opina que la separación es lo mejor (como en Sudán del Sur, en el que por desgracia el tiempo me ha dado la razón)

Pero estaba dándole vueltas a comentar un tema que parece que a muchos les ha pasado inadvertido: ¿adónde han ido a parar las banderas republicanas españolas?

Me ha terminado de decidir la aparición hoy mismo de un artículo de un escritor con el que suelo estar de acuerdo a menudo, Isaac Rosa, asombrándose de la súbita aparición de banderas españolas en los balcones y la manifestación pública de un nacionalismo español agresivo.

Lo llamativo es que hace unos meses el mismo Isaac Rosa afirmaba que el proceso independentista catalán era lo mejor que podría pasarle a España, porque podría “agrietar más el ya de por sí tambaleante edificio institucional español” y nos invitaba a “ver Cataluña como la más verosímil, sino [sic] la única, opción de cambio en España a corto plazo”. Utilizaba un argumento de Antonio Baños en su libro “La rebelión catalana”, y ello me animó a leer el libro original. Debo confesar que me dejó de piedra: no sólo es el libro más hipócrita y demagógico que he leído en mucho tiempo, sino que mostraba una ceguera inaudita y un desconocimiento de la historia que me resulta increíble, y que, por lo que he visto estos días, es común a muchos de mis amigos, catalanes o izquierdistas de otros lugares.

El argumento de Isaac Rosa en ese texto me pareció ya entonces extraño porque en un artículo anterior (“Cataluña, no nos dejes solos”) había  mostrado una idea con la que yo estaba de acuerdo: “amigos catalanes, no os vayáis, no nos dejéis solos, quedaos con nosotros y cambiemos juntos esta España, construyamos otra donde ni vosotros ni los demás nos sintamos incómodos, una España que tenga futuro y en la que no tengamos más motivos para temer o avergonzarnos de los que tienen los habitantes de otros países”, de la que quizás por entonces había desesperado.

Jamás, jamás de los jamases, el enfrentamiento nacional en un país europeo, y mucho menos en España, ha favorecido a las fuerzas de izquierda. Al contrario, la derecha española ha aprovechado siempre el “problema catalán” (permítaseme la expresión, que no me gusta) para machacar a los movimientos progresistas. Lo hizo en 1909, en 1917, en 1934, en 1936 y en muchos otros momentos de la historia contemporánea. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?

Los nacionalismos se apoyan unos a otros, se legitimizan entre sí. Claro que nunca se han visto más banderas rojigualdas que ahora, ni siquiera durante los acontecimientos deportivos. Pero es que incluso a los independentistas les ha encantado verla en las manifestaciones o durante la jornada del referéndum.

A mí no me gustan las banderas territoriales. banderasNo digo que me den igual, porque está claro que las banderas son símbolos muy poderosos, y a mí mismo no me importa usar otro tipo de estandartes. Las banderas son marcadores de ideas, y yo he mostrado a menudo la republicana española no como un símbolo de un territorio concreto, sino como un ideal organizativo, y a veces en combinación con otras dos con las que me identifico más.

Pero la bandera republicana ha sido una de las víctimas de los acontecimientos de estos días. Ha desaparecido del mapa. Incluso los que exploran otras vías piden que no se usen ninguna, ni siquiera ésta.

Por una vez soy mejor adivino que Isaac Rosa. Hace tres años vaticiné que “este proceso lo único que va a servir es para incrementar el nacionalismo español, en su versión castellano-madrileña, y para reforzar a las mismas élites corruptas en ambos lados de la batalla”.

No me atrevo a predecir los detalles de la salida de esta crisis (y menos en un día como hoy), pero sí tengo claro un resultado: la izquierda española y la izquierda catalana van a salir destrozadas. Y nos lo habremos merecido, por entrar en su juego: en cuestiones de nacionalismos, la derecha siempre juega en su terreno.

Confesémoslo: el Estado de las Autonomías ha fracasado

Estas últimas semanas varios miles de chavales de 18 años han tenido su primera experiencia directa con la maquinaria burocrática del Estado. Y miles de ellos han podido comprobar que la autonomía, la de las Autonomías y la de las Universidades, sólo ha conseguido hacerles la vida más difícil. Perder tiempo, dinero y nervios. Sin ventajas, sin justificación, lo que podría haberse solucionado en 5 minutos, sin coste, se ha convertido en un proceso desesperante, absurdo, ineficiente.

Me estoy refiriendo, claro está, al proceso de matriculación en las universidades. Para quien no lo conozca, el procedimiento que han tenido que seguir los nuevos estudiantes, para las carreras con límites de plazas, es el siguiente: una vez definida la nota final del bachillerato y el examen de selectividad (o como se llame ahora), te preinscribes en todas las universidades posibles y quizás en varias carreras, y esperas a la nota de corte. Si te llega la nota en una universidad, aunque no sea tu primera elección, empiezas el proceso de matrícula, pero manteniendo tu atención a lo que ocurre en el resto de universidades. Como todo el mundo ha hecho lo mismo, los que han conseguido ya una plaza van renunciando a las segundas y sucesivas opciones, así que se van abriendo nuevas oportunidades para los siguientes. En estas fases sucesivas se van creando nuevas posibilidades de conseguir plaza en una universidad o carrera, así que puedes renunciar a tu elección previa, aunque ya te hubieras matriculado (es decir, hubieras completado toda la labor burocrática, realizado el traslado de expediente e incluso pagado), y puedes comenzar el proceso de nuevo. Como cada universidad ha establecido un procedimiento diferente, con distintas exigencias burocráticas, con plazos diferentes, todo se puede complicar hasta el infinito.

No hace falta ser un lince ni un arbitrista para ver cómo todo el proceso se podría solucionar en cinco minutos: con una aplicación que pidiese a los alumnos ordenar sus preferencias por carrera y universidad, y fuera asignándolas en función de las calificaciones obtenidas, con las correcciones que se estimasen necesarias. Incluso yo mismo, que no tengo conocimientos informáticos especializados, sabría programarlo para que en una mañana todo el mundo supiera dónde iba a estudiar. Con el sistema actual, a día de hoy, dos meses después de que empezara el proceso, y tres semanas después de que hayan comenzado las clases en algunas universidades, cientos de estudiantes (entre ellos mi hija) no saben dónde va a terminar estudiando. A finales de septiembre sigue habiendo renuncias y matriculaciones, pagos y devoluciones, viajes y papeleos. Una pesadilla, un caos.

Me he extendido en este caso porque me ha tocado (me sigue tocando) de cerca, por pura frustración, pero los ejemplos son infinitos. En mi propio trabajo me encuentro situaciones similares de forma continua. La normativa de gestión de residuos, por poner un ejemplo, se diseña a nivel europeo, se aprueba por el Estado central, se aplica a nivel autonómico o local. En teoría todo tiene lógica: la protección del medio ambiente debería ser global, la gestión ha de hacerse donde se crea el problema. En la práctica, para una compañía que genere o gestione residuos en todo el territorio español, los requisitos documentales (permisos, trámites, justificantes) se complican infinitamente. Como me reconoció un día un alto representante de una Comunidad Autónoma, es más fácil transportar un residuo desde Galicia a Brasil que a Murcia.

Ejemplos como estos se podrían multiplicar hasta el infinito, y supongo que cada lector de estas líneas puede aportar el suyo: tratamientos médicos, convalidaciones educativas, trámites para cualquier permiso.

Uno podría suponer que la división en Comunidades Autónomas iba a acercar los procesos de gestión y decisión a los ciudadanos, pero no es eso lo que ha ocurrido. También podría pensarse que íbamos a adaptar las normativas a las características de cada territorio, pero ninguno de los ejemplos que he detallado tienen nada que ver con esto. Es sólo el capricho o la buena intención de cada Consejero o Jefe de Negociado los que han creado normativas diferentes, interpretaciones propias. Todo el mundo es consciente de que el sistema no funciona, que son necesarios procesos de coordinación o clarificación, pero cada uno es celoso de su competencia, temeroso de las intenciones de los otros niveles de decisión, y la conclusión es que cada organismo oficial compite por hacerle la vida más complicada al ciudadano.

¿Cómo hemos llegado aquí?

Lo confieso: yo pertenezco a la generación que creó este sistema, y me considero en parte responsable de él. No voy a echarle la culpa a nadie. No he tenido responsabilidades políticas, pero con mi voto y mi asentimiento he ayudado a crear el Estado de las Autonomías.

Me parecía, como a otros muchos, la mejor manera de solventar muchos de los problemas de los años de salida de la Dictadura. Dar respuesta a la evidente diversidad del país, contentar las ansias autonómicas de diversos territorios, evitar privilegios para una parte de los ciudadanos, eliminar las viejas élites gobernantes y los caciques enquistados. Nunca nadie se hizo muchas ilusiones de que fuera un sistema perfecto, y de hecho ya hace unos años comenté aquí una de las consecuencias más absurdas: la existencia de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Pero lo que era un parche, que continuaba existiendo a falta de una alternativa mejor, se ha convertido en una carga inaguantable. No sirve para contentar a las nacionalidades con mayor voluntad de autogobierno, como estamos comprobando todos estos días en Cataluña. No acerca la Administración al ciudadano. Pone barreras artificiales a la utilización de los servicios públicos. Favorece a los poderosos que quieren presionar a administraciones más débiles. Multiplica el número de funcionarios, sin que mejore el servicio. Nos sale carísimo, en un momento de fuerte crisis económica.

¿Y cuál es la solución? Pues debo confesar que no lo sé. Se me ocurren muchas, como a cualquiera en la barra del bar o un foro de Internet, pero tampoco voy a ser tan orgulloso como para creer que las mías iban a funcionar mejor que ninguna otra.

Tengo claro que la secesión no es una solución. No lo ha sido ni siquiera para los casos que todo el mundo veía claro, como el de Sudán del Sur, sobre el que fui uno de los poquísimos en mostrar públicamente mi escepticismo antes de la espiral de violencia en que se ha sumido el país, e incluso he manifestado mi posición contraria, frente a casi todos en España y en la izquierda, a la independencia del Sáhara Occidental. Al fin y al cabo este proceso lo único que va a servir es para incrementar el nacionalismo español, en su versión castellano-madrileña, de la misma forma que el referéndum escocés ha reforzado el nacionalismo inglés, y para reforzar a las mismas élites corruptas en ambos lados de la batalla.

Tampoco me parece que el incremento del centralismo, en su versión más clásica, «todo se decide en Madrid», fuera a mejorar la mayoría de los problemas. No va a ser sacando banderas cada vez más grandes como se van a solucionar los problemas sociales y de funcionamiento de la Administración.

Pero sí tengo claro que lo primero necesario es claridad y coordinación. Normas y procedimientos sencillos, con responsables bien definidos, con órganos de colaboración. Que esté clara la competencia en cada nivel. Si  una competencia es del Estado Español, sobran embajadas autonómicas (y no me refiero sólo a las catalanas). Si es autonómica, sobra el Ministerio correspondiente. Basta una Secretaría de Estado, que deje claro que no compite con las Consejerías, pero que pudiera ayudar a coordinar los procedimientos comunes. Con oficinas únicas que dirijan los procedimientos adonde correspondan, sin que el ciudadano deba volverse loco intentando adivinar la instancia pertinente (en una visita reciente a una capital me encontré las sedes de la subdelegación del gobierno central, la delegación del gobierno autonómico, la diputación provincial y el ayuntamiento en un radio de unos 500 metros; el responsable de una de ellas me comentó que se pasan el tiempo reuniéndose para ver a quién corresponde cada competencia, y eso lo puedo entender porque ocurre en cualquier organización compleja, pero es inadmisible que esa situación la sufra el ciudadano que paga el sueldo de todos ellos)

Bueno para los ricos

He dejado para el final el efecto más perverso de este proceso de competición y descoordinación: que beneficia a los poderosos. Estos días lo hemos comprobado, a pesar de que la prensa (con su creciente servilismo ante los potentados) apenas ha hablado de ello: los impuestos por la herencia de Emilio Botín van a ser ridículos, entre otras razones por la pelea a la baja que desde hace unos años se ha entablado entre las Comunidades Autónomas para atraer los impuestos de los ricos, o para regalarles exenciones. Como consecuencia, en la práctica casi han desaparecido los impuestos de Sucesiones y de Patrimonio, al menos para las grandes fortunas. Si se suman los esfuerzos de las Comunidades Forales para reducir los impuestos sobre los beneficios empresariales, la conclusión es que el sistema autonómico es una de las fuerzas principales para que los presupuestos públicos se basen en la actualidad casi exclusivamente en el trabajo y el consumo personales.de la wikipedia: doble irlandés con sandwich holandés

Aprovecho este ejemplo para dejar claro que mi queja no se queda en el nivel estatal. Exactamente el mismo problema de competición y falta de coordinación es aplicable a la Unión Europea. La libertad de comercio es absoluta, pero los impuestos se pagan donde uno quiere, es decir, no se pagan. Parece mentira, pero existe un procedimiento llamado «doble irlandés con sándwich holandés», que incluso dispone de un artículo en alguna wikipedia (no en la española, aquí nadie parece ser consciente de él), por el que las compañías se quedan con miles de millones de beneficios sin pagar ni un céntimo en impuestos.

También a nivel supranacional, la existencia de barreras para la acción de los Estados y los ciudadanos, pero no para las grandes empresas, empieza a hacerse inaguantable. Las estratagemas para evitar regulaciones y para no pagar impuestos se están revelando cada vez con mayor descaro. Ya no sólo son las corporaciones de comercio electrónico: hasta quien trabaja con tiendas físicas se las arregla para deslocalizar su sede para pagar menos impuestos. Y que sigan existiendo paraísos fiscales, años después de los teóricos compromisos para acabar con ellos, demuestra que los poderosos siempre se salen con la suya. Al final, los políticos y economistas, obsesionados con las grandes magnitudes nacionales, no son capaces de salir de esa dinámica (o directamente no lo desean).

Yo estoy en contra de las fronteras, por eso aprendí esperanto y formo parte de organizaciones anacionalistas (no internacionalistas, voy incluso más allá). Espero que desaparezcan las barreras dentro de la Unión Europea, y confío en que esto sea sólo un paso para que vayan difuminándose las fronteras también en otras regiones. Que hayamos creado más fronteras dentro de las que había, me parece ahora un error.

Y también lo han comprobado en su primer contacto con la Administración los jóvenes que van a gobernar la sociedad de pasado-mañana. Ya sospechaban que el Sistema político actual no funciona en general. Ahora han comprobado de forma práctica que la organización territorial es otro de los aspectos que hay que cambiar. No sólo desde el nacionalismo.

La conspiración angloparlante

En la polémica sobre el espionaje de Estados Unidos a los gobiernos presuntamente aliados (europeos y latinoamericanos) hay un detalle que me parece altamente significativo y sobre el que estimo que no se ha hecho el suficiente hincapié: que estas acciones no han caído sobre todas las naciones y todos los ciudadanos, ya de ellas no sólo se han librado, sino que incluso han cooperado, otros países, unidos por un lazo común: el idioma. Hasta el punto de que podríamos hablar de una auténtica «conspiración angloparlante».

Aclaro que no creo en «la gran conspiración». Un plan maestro, de los judíos, Davos, el club Bilderberg, la CIA o los extraterrestres. Mi educación científica me lleva a inclinarme ante la «navaja de Occam»: la explicación más sencilla es la más probable. De hecho, tenía medio redactado un texto contra la llamada conspiranoia para un dosier para una revista en esperanto en la que colaboro a veces, y algunos de cuyos miembros en ocasiones se han mostrado demasiado proclives a interpretar el mundo como un gran teatro manejado por una mano oculta. Este visión me parece no sólo errónea, sino peligrosa, porque nos hace sentir inferiores y paraliza la rebelión contra las iniquidades del sistema.

Pero es evidente que existen conspiraciones, es decir, que hay individuos, organizaciones y gobiernos que con-spiran, respiran (y planifican y actúan) juntos. Y que algunos de ellos son más poderosos que los demás, y de alguna manera nos marcan el camino.

Tanto en el caso actual de la NSA, como el ya conocido de Echelon, no es verdad que EEUU espíe a todos, amigos como enemigos. En realidad se ha confirmado que no espía a los gobiernos anglosajones: Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Es más, colabora con ellos para espiar a los demás, incluso por motivos meramente económicos. Hay aquí una verdadera conspiración, que es mucho más significativa de lo que parece: con los que comparten el mismo idioma y cultura frente a todos los demás, incluidos los que parecían aliados pero son considerados como «los otros»

En las noticias se han filtrado detalles sobre reuniones secretas, acuerdos ocultos de los que no se enteran ni las autoridades poco fiables, intentos de dominación mundial de un bloque. Lo que podríamos llamar una conspiración. Incluso con un nombre en clave, «Cinco Ojos» (Five Eyes)

Así que de conspiración podemos calificar los intentos de extender el inglés como única lengua internacional. Debo confesar de nuevo que era una idea en la que algunos compañeros esperantistas suelen insistir, y que yo consideraba simplemente como una de las vías de dominación cultural, a la que no merecería la pena calificar como conspiración porque se trata de un medio de promoción de la supremacía cultural, similar a los esfuerzos similares del Instituto Cervantes u otros similares.

Creo que me voy a tener que tragar parte de mi escepticismo. Las conspiraciones existen. Y la hegemonía del inglés, por si alguien lo dudaba, no es casual. Está promovida por los países anglosajones para defender su interés común. Como dijo abiertamente Margaret Thatcher ante la Hoover Institution en la Universidad de Stanford en julio del 2000:

«In this twenty-first century, the dominant power is America; the global language is English; the pervasive economic model is Anglo-Saxon capitalism.»

La conclusión que yo deduzco es que los que pretenden transformar el mundo deberían con-spirar más, en vez de hacer cada uno la guerra por su cuenta y fiarlo todo a la revolución interna individual. Deberíamos promover más la colaboración, y, visto lo visto, tampoco vendría mal algo de secretismo, en vez de tantas plazas abiertas y tantas asambleas. Y deberíamos darnos cuenta que una lengua como el esperanto no es un lujo ni una frikada: es un elemento de resistencia a la dominación imperial. Ellos tienen clara la importancia del idioma.

Ana Botella y nuestro complejo con el inglés

Hace un par de años defendí en este blog a José María Aznar por atreverse a hablar en inglés, y ahora voy a hacer lo mismo con su mujer. A quien me conozca, le va a parecer que me he vuelto loco, y más si tenemos en cuenta que soy un conocido defensor del esperanto. Mi fama de sostener ideas excéntricas va a aumentar todavía más. Pero es que me parece que las críticas que se le han hecho estos días a la alcaldesa de Madrid por este motivo son despiadadas y desproporcionadas, producto más bien de los complejos de los españoles en relación con la lengua inglesa.

Las redes sociales se han hartado de ridiculizar el discurso de Ana Botella ante el Comité Olímpico Internacional, con ocasión de la presentación de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos del año 2020. La fiesta empezó con el programa de El Gran Wyoming, que ridiculizó la actitud de la alcaldesa durante la rueda de prensa previa. Sin embargo, si se examina el clip con detalle, me temo que el problema no es el inglés de la alcaldesa, que demostró que se defiende bien, sino otros rasgos. Por ejemplo, el pecado básico de los políticos (y muchos otros) de responder lo que quieren aunque no tenga que ver con lo que le preguntan, o la falta de precisión sobre las cifras, que hacen dudar a cualquiera sobre el argumento básico (que a mí aún me asombra que alguien creyera) de que casi todas las infraestructuras ya estaban construidas. El problema verdadero de dominio del inglés estaba en el presidente del Comité Olímpico Español… y luego vuelvo a ello.

Cuando llegó el discurso ante el COI, creo que todo el mundo tenía el hacha levantada. Si se escucha sólo una parte, seleccionada por las redes, el impacto puede ser negativo, pero recomiendo que se escuche el vídeo completo y original.

En mi opinión, para nada se trata de un mal discurso desde el punto de vista del idioma. La pronunciación es clara, con acento, lógicamente, pero no excesivo. Cualquier miembro de un organismo internacional está acostumbrado a discursos con peor nivel, con acentos ininteligibles. Incluso lo de mezclar un par de expresiones en español, como el ya famoso «relaxing café con leche in the Plaza Mayor» es una figura retórica inobjetable, que seguro que entendieron todos y tomaron como una invitación amigable y hasta cálida. Sinceramente, creo que no es ahí dónde está el problema, y si hay que buscar una pega, es más bien la pésima oratoria que la mujer de Aznar posee incluso en castellano.

Es más, parece que es lo que se menciona en redes sociales en inglés, donde no se ve el problema. Incluso he mirado en la prensa anglosajona y no he encontrado críticas en este sentido… salvo en los comentarios escritos por españoles.

Si me lanzo a escribir esto, y a sostener una posición que por lo que veo es minoritaria en España, no es por espíritu de contradicción, ni por defender a una política que (en eso coincido con todo el mundo) no está capacitada para su puesto, al que obviamente ha llegado por nepotismo, sino por otras razones.

En primer lugar, y aunque pueda parecer paradójico, creo que esta crítica tan despiadada va a hacer daño al dominio de idiomas en España. Me explico: uno de los grandes problemas de los españoles en relación con el aprendizaje de otras lenguas, y que no tienen otros hablantes, es el miedo al ridículo, a no hacerlo de forma perfecta, lo que frena la espontaneidad. Para aprender un idioma (como digo yo siempre a los que están aprendiendo incluso el más fácil de todos, el citado esperanto) sólo hay una manera: practicar, practicar y equivocarse. Las burlas a Ana Botella van a hacer que la gente se corte aún más.

La segunda razón es que constato de nuevo los complejos de los españoles con relación al inglés: nos creemos que en todos los países se habla inglés como en los Países Bajos o Suecia, pero no es así. Repito lo que dije en el primer enlace que incluí arriba: a los políticos españoles, y a los madrileños en especial, se les puede criticar por muchas razones, y los Juegos Olímpicos nos han dado razones sobradas para ello, pero es injusto que la medida sea el dominio de una lengua extranjera.

Eso sí, quien es indefendible es el Presidente del Comité Olímpico Español, porque en este caso el dominio de idiomas es uno de sus principales cometidos. ¿Cómo es posible que tras tantos años de comilonas por todo el mundo, con (se supone) negociaciones internacionales complejas, pueda soltar un «no listen the ask»? Es un auténtico impresentable, que debería haber dimitido hace tiempo, cuando se supo que había plagiado su tesis, dirigida por alguien a quien él mismo había dado una prebenda. O que es capaz de responder esto el día anterior:

Dios lo sabe todo de Madrid 2020, porque sabe lo importante que es para España. Ojalá ilumine a los que votan: ‘Ayuda un poquito a este país, que tanto ha hecho’. Dios va con Madrid, no tengo duda.

En cualquier país medianamente serio, un inútil así hubiera dimitido ya hace tiempo. Que dos días después siga en su puesto, y encima jaleado por sus secuaces, demuestra que el menor de los problemas de nuestros representantes, y de nuestra sociedad, es nuestro acento.

¿Quién entiende la política occidental en Siria?

Estos días ha sido noticia en todos los informativos la última barbaridad en la guerra civil de Siria: un combatiente que extrae y muerde el corazón de un enemigo. Lo que a algunos ha sorprendido es que el perpetrador de ese crimen era uno de los buenos. Un comandante de uno de los grupos que están siendo apoyados por las potencias occidentales. ¿Hay alguien que lo entienda?

Quizás se podría decir que se trata de un incontrolado, y que no es representativo de la oposición. No lo discuto, pero aun así, incluso olvidándonos de este episodio, toda la política de Estados Unidos y Europa Occidental, con la complicidad de Israel, me parece un despropósito. Parece que no hemos aprendido nada de los fracasos y errores de la invasión de Irak: la limpieza étnica, la emergencia de poderes igualmente autoritarios, el crecimiento de la intolerancia religiosa, la catástrofe económica, el disgregamiento social. Lo mismo está ocurriendo en Siria, con el apoyo de quien debería saber más. La primera vez se podría alegar ignorancia, ahora no.

Que los únicos que van a sacar tajada de la situación van a ser los fundamentalistas, apenas es discutible. Y que no nos digan que se trata de apoyar la democracia: cuando los rebeldes están siendo armados por las monarquías del Golfo, y especialmente por el gobierno de Arabia Saudí, el régimen más opresor del mundo, ese argumento es insostenible.

No voy a dar lecciones a gente que seguro que conoce mejor toda esa zona, pero al menos puedo decir que ya lo había anunciado. Al comienzo del conflicto ya hice notar la importancia del etnismo, basándome en la experiencia de situaciones similares. El régimen semimonárquico de Assad puede ser opresor, pero no puede ser despreciado sin tener en cuenta la complejidad de la sociedad siria.

Tampoco voy a ofrecer soluciones, por la misma razón, aunque sospecho que las iniciativas de los gobiernos chino y ruso son en este caso mucho más realistas que los europeos, que están guiándose por la inercia de apoyar todo lo que hagan los Estados Unidos, y éstos a la vez por demostrar su propio liderazgo. En el fondo sospecho que se trata de una inmensa partida de ajedrez, donde hay cálculos geopolíticos relacionados con Irán, el petróleo, y otros aspectos similares, en los que el pueblo de Siria es un mero peón.

En algún momento los ciudadanos occidentales tendremos que reaccionar, y decir claramente a nuestros dirigentes: ¿no hay otro camino?

Buena iniciativa, pésimamente presentada

Se ha presentado estos días una iniciativa que yo considero una de las mayores prioridades políticas que se pueden plantear actualmente en nuestra sociedad: un Movimiento Antifascista a nivel europeo. En esta página se puede leer el Manifiesto Antifascista que se ha elaborado a iniciativa de los compañeros griegos que estos días están sufriendo el auge de un horrible movimiento neonazi, el llamado Amanecer Dorado. Estoy tan de acuerdo con el contenido, incluyendo la urgencia de organizarse para detener a la peste parda, que lo he traducido al esperanto, y espero que en breve esté accesible en la web.

El fascismo va a ser una de las consecuencias de esta crisis, sin duda. Las medidas de austeridad producen miedo, y el miedo conduce a refugiarse en grupos y en viejas estructuras, y la extrema derecha se aprovecha de ello. Si la izquierda no es capaz de mostrar que se trata de una crisis estructural, que sólo se cambiará con otro sistema económico y otras relaciones de poder, y si no es capaz de mostrar iniciativas a largo plazo, los más débiles van a buscar refugio en el patriotismo y el grupalismo, como ya he dicho en ocasiones anteriores en este blog. Volverá el fascismo como vino en los años 30 o terminaremos en un golpe monárquico como en los años 20.

Incluso estoy de acuerdo con que la batalla debe plantearse a nivel europeo, para lo que es necesario otro europeísmo.

No obstante, debo plantear una crítica, ya que creo que se ha cometido un error gravísimo en la presentación del Manifiesto y el Movimiento, al menos en España. Se ha difundido como un manifiesto de intelectuales, o al menos así ha salido en los pocos medios que se han hecho eco del mismo (1, 2, 3)

Escritores, profesores, políticos, es decir, los habituales firmantes de manifiestos públicos. Sólo faltaban los actores y ya hubiéramos tenido todos los ingredientes para atraer la indiferencia, cuando no el desprecio, de los que deben ser los verdaderos destinatarios de una iniciativa como ésta: los trabajadores y las clases populares que son los que pueden verse atraídos por las propuestas fascistas. En mi entorno tengo a numerosas personas que están siendo atraídas por los cantos de sirena de la extrema derecha, trabajadores modestos, que están buscando alternativas a una situación que les supera, y puedo asegurar que un escrito presentado en el Círculo de Bellas Artes no les va a impresionar, desgraciadamente. Respeto mucho a la mayoría de los que aparecen como firmantes en esas noticias, pero en la guerra de culturas que se está gestando en Europa, como antes en Estados Unidos, los trabajadores no se identifican con la mayoría de ellos, y necesitan referencias más cercanas. Es más, me temo que tampoco va a ayudar el énfasis que se hace sobre las reivindicaciones cercanas a la nueva izquierda, y el enfoque demasiado corto sobre las soluciones económicas y de poder.

En mi humilde opinión, debería haberse buscado otra forma de presentación, con representantes de movimientos emergentes, más de base, en un lugar verdaderamente popular. Puedo entender que no es fácil romper el bloqueo informativo, pero se necesita una renovación de planteamientos si se quiere un «movimiento unitario, democrático y de masas».

En cualquier caso la idea no sólo es buena: es imprescindible. La amenaza neofascista es real, y sólo uniéndonos por encima de las fronteras podremos pararla y crear auténticas mareas solidarias.

Soros nos descoloca a todos

George Soros descoloca a todos. Parece que una persona tan difícil de ubicar en la dicotomía izquierda/derecha, va a dar lugar a críticas por todos los lados.

Para empezar, nadie sabe muy bien como catalogar su discurso de hace un par de días en el encuentro de Davos. Como parece que no tiene ningún problema, a su edad y con su dinero, de decir lo que piensa, no me extraña que cada uno lo interprete a su manera (aunque la traducción de su intervención por parte de la agencia EFE no ayude tampoco)

Para intentar enterarme, he buscado un poco en sus intervenciones últimas, y he comprobado de nuevo que haga lo que haga sus intervenciones van a ser consideradas como de extrema izquierda y antiisraelíes por los conservadores norteamericanos y de otros países, y como ultracapitalistas y prosionistas por los progresistas del mundo entero. Dos ejemplos recientes.

Hace unas semanas se ha difundido una noticia sobre un conflicto dentro de la organización Human Rights Watch, en relación con el despido de un destacado investigador por sus artículos sobre Hamás. El hecho de que Soros financie en parte HRW, supone para este analista de Libertad Digital que la organización ha tomado una deriva antiisraelí, mientras que para este músico y escritor antisionista hay un evidente sesgo antipalestino y favorable a Israel.

Soros y Obama

La figura que acompaña este texto está tomada de Frontpage, una revista norteamericana ultra-conservadora. Según su teoría, Obama es un muñeco en las manos de Soros, que trata de convertir los Estados Unidos en un país socialista, con su financiación de nuevos movimientos en apoyo de Obama. Otros han visto esa iniciativa como un nuevo ejemplo de la influencia de las grandes corporaciones en la política de ese país.

No es la primera vez que se utiliza a Soros para atacar a Obama, ni es la primera caricatura en que se pinta a éste como un muñeco en manos de aquél. Ya hace un par de años comenté en este blog cómo sus ideas universalistas, heredadas en parte de su padre esperantista, habían sido distorsionadas para hacerle algo así como el padre de un Nuevo Orden Mundial, que anularía la excepción americana.

Incluso puede servir para ataques a la vez antisemitas y prosionistas. Y es que Soros da para eso y más. No hay quién se aclare con él.

En cambio, yo creo que su definición es clara: es un liberal clásico. No como los liberales españoles, que son todos funcionarios. Un liberal abierto, universalista y comprometido, sin dejar de estar a favor del libre mercado. No es de extrañar que muchos no puedan clasificarle fácilmente.

El inglés es malo para el debate europeo

No lo digo yo, y no es un caso de anglofobia: es un debate que está teniendo lugar estos días en la blogosfera europeísta: el predominio del inglés mata el debate europeo.

Es una frase de Ronny Patz, un politólogo, doctorando en la Universidad de Potsdam, que trabaja en Bruselas, en la oficina de la UE de la organización Transparencia Internacional, y es uno de los blogueros más destacados sobre temas europeos, editor entre otros del portal Bloggingportal.eu.

En su primer artículo del año 2013 ha vuelto a relanzar una discusión que se repite periódicamente y que han tratado recientemente también Javier Ruiz, otro bloguero español, ahora residente en Suecia, o Joe Litobarski, sobre los problemas causados ​​por el uso del inglés como lengua principal en la blogosfera común sobre asuntos relacionados con la Unión Europea.

El problema, según Patz, no es sólo el hecho de que los blogueros de otras lenguas permanecen encerrados en sus espacios nacionales, sino también que en la blogosfera en inglés dominan demasiado los debates específicos relacionados con los países que tienen este idioma como principal, y especialmente, cuando se trata de la UE, los de Gran Bretaña. En sus propias palabras:

El inglés como lengua común es malo. Si lográsemos acallar los debates recurrentes sobre Gran Bretaña, el inglés sería una herramienta excelente para un debate a escala europea. Pero como no podemos silenciar el debate británico, estamos condenados (nota: esto es una exageración). Por lo tanto, mi intención para el 2013 es la siguiente: en la medida de lo posible ignorar los debates británicos, no difundir las entradas sobre este asunto en Bloggingportal.eu, y en vez de ello enlazar a otras discusiones.

Cualquier debate sobre temas ingleses, como las repetidas amenazas sobre la salida del Reino Unido de la UE, se discute mucho más que, por ejemplo, los problemas de los campesinos polacos y la conveniencia o no de la entrada de Polonia en la zona euro.

Ya lo hice ver no hace mucho, en otro artículo de este blog, en el que abogaba por una Europa esperanto (es decir, «una Europa democrática, sin privilegios para habitantes de países poderosos ni para capas sociales que tienen los medios de influir en las decisiones tomadas en lugares alejados del resto de ciudadanos»): «se habla de que se necesita respeto a la diversidad, pero un idioma nacional domina la vida europea, al igual que un pensamiento único gobierna la política económica y una camarilla de políticos, o bien no electos o sólo designados por una parte de los ciudadanos, imponen todas las decisiones.»

Justamente el esperanto podría ser, en teoría, una solución a este problema. Un idioma neutral, de todos, suficientemente fácil como para poder dar las mismas oportunidades a cualquier persona que se interese por la política europea. De hecho, en esa misma discusión entre blogueros influyentes, uno de ellos Mathew Lowry, australiano de Bruselas, creador de la plataforma BlogActiv.eu, proponía a los esperantistas que creásemos una red de blogs en los distintos países para discutir temas relacionados con la UE.

Confieso que soy escéptico, y así lo he manifestado públicamente (en la revista en red Libera Folio). Europa CivitanoEs verdad que existe alguna iniciativa interesante, como el blog «Eŭropa Civitano» , que recoge informaciones muy variadas sobre los problemas europeos, de forma mucho más diversa y amplia que la mayoría de los medios convencionales, en una prueba más de la diversidad encarnada por el esperanto. Pero por el momento los avances son demasiado reducidos. Como ya dije en otro momento: nuestro problema actual es que no alcanzamos la necesaria masa crítica, y proyectos de este tipo requieren unos medios y compromiso de los que los esperantistas europeos carecemos.

Pero en general el debate puede ser un buen indicador de que los propios observadores más directos de la realidad de las instituciones europeas no están muy satisfechos con la situación actual.

Lo prueba también la espantá del periodista Jean Quatremer, corresponsal en las instituciones europeas del diario francés Libération, que se negó a asistir a la presentación de la nueva presidencia irlandesa de la Unión, en protesta por que todos los actos y documentos se presentaron únicamente en inglés. Un incidente muy difundido y polémico, pero que en España, que está siempre de espaldas a estos debates europeos, ha pasado inadvertido.

Quien mejor ha expresado la clave del asunto es, significativamente, Philip Gordon, encargado de Europa en la secretaría de Estado de los Estados Unidos, que dijo hace unos días

“Tenemos una relación creciente con la UE, que a su vez tiene una voz creciente en el mundo, y queremos ver una fuerte voz británica en ella. Va en interés de los Estados Unidos (That is in America’s interests). Gran Bretaña siempre ha sido un socio especial de los EE.UU. Comparte nuestros valores, nuestros intereses, y dispone de recursos significativos para aportar. Más que nadie, su voz en la Unión Europea es esencial y crítica para los EE.UU.”

El predominio del inglés en la UE avanza de forma imparable. Y a quien más le beneficia es al gobierno de Estados Unidos.

¿Y si no hubiera que buscar culpables?

Hace unos días una avalancha en un concierto de música electrónica en Madrid ha causado cuatro muertos y unos cuantos heridos. Como todo el mundo, he seguido las noticias con cierto horror (y luego diré por qué), y no he podido dejar de darme cuenta de lo rápido que todo el mundo ha corrido a buscar causas y culpables. No siempre para aprender, para evitar que esta tragedia se repita. No: me da la impresión de que la sociedad ha intentado exorcizar lo absurdo de que cuatro chicas mueran tan jóvenes, buscando algo que dé sentido a esta muerte. No se puede achacar el accidente a la mala suerte. Hay que buscar explicaciones y culpables.

Pero, ¿y si no hubiera ningún culpable?

Sí, es verdad que se han encontrado irregularidades en la organización, muchas, que ha habido fallos, pero (aun sabiendo que no soy juez y sólo tengo los mismos datos que han aparecido en los periódicos) me da la impresión de que ninguno de ellos era de verdad significativo, que habría podido pasar lo mismo, incluso aunque hubiera habido el triple de policías o de sanitarios, o los pasillos hubiesen sido el triple de grandes. La masificación conlleva riesgos, y si los jóvenes han bebido y presentan un elevado grado de euforia por una música excitante, más todavía.

Sin embargo, rápidamente se ha producido una carrera para buscar culpables, ya sea el empresario organizador o el ayuntamiento, o ambos. Ni la empresa ni, mucho menos, el actual Ayuntamiento de Madrid, gobernado por alguien tan incompetente como Ana Botella, me caen bien y no tengo ningún interés en defenderles. Es más, detesto la carrera que se ha producido, en este ambiente tan partidista que últimamente nos sofoca, por parte de los enemigos del equipo gobernante en Madrid para acusar a éste, pero sobre todo de sus partidarios para exculparle y echar culpa a los padres de las chicas fallecidas.

Pero justamente por eso quiero tratar ahora este tema, cuando no tengo por qué defender a nadie, ya que me preocupa desde hace mucho tiempo, incluso a nivel profesional. Porque es un problema más general, y creo que ambas partes yerran del todo.

Precisamente si debo criticar algo del Ayuntamiento es que su prisa en anunciar que nunca más se van a permitir este tipo de actos públicos en dependencias municipales. Creo que es una sobrerreacción tan enorme, incluso mayor que la de quienes se han aprestado a criticar, que confirma mi tesis previa: no sabemos gestionar el riesgo.

Los políticos saben que no tienen nada que ganar con tomar decisiones arriesgadas. Mejor no hacer nada o tomar las decisiones fáciles.

Otro ejemplo: el accidente en la central de nuclear de Fukushima producido tras el último tsunami de Japón. Las olas ocasionaron más de 10.000 muertos y una terrible devastación. Y sin embargo, toda la atención de la opinión pública fuera del propio Japón se centró exclusivamente en un accidente casi marginal, si se le compara con la tragedia real. Ni un solo muerto, dosis relativamente reducidas, una contaminación superficial que de ningún modo justifica la histeria causada. Conozco el sector nuclear, en el que trabajé hace años, y ya a los pocos días de la catástrofe traté este asunto en un artículo con el título “Miedo y otros sentimientos”, que escribí en mi blog en esperanto,  y que luego apareció en la revista de la Organización Mundial de Jóvenes Esperantistas.

Defendía ya entonces la misma tesis: que la sociedad tiene que aceptar que existen riesgos. Que este riesgo debe ser pesado frente a las posibles ventajas o satisfacciones, y sólo cuando la ecuación da un resultado negativo, tomar una decisión. No quiero decir, por supuesto, que haya que aceptar los riesgos sin más, sino que espero que la sociedad, y los políticos que la representan, sean capaces de hacer ese balance.

No es lo que ocurrió con la energía nuclear: tras el accidente de Fukushima, algunos países que nunca verán un tsunami en su vida decidieron cerrar sin más las nucleares. Ninguna evaluación clara, ningún debate. Se cierra y ya está. Adiós riesgo.

Mi interpretación, sin embargo, es que de alguna manera no fuimos capaces de asumir una tragedia natural, tan absurda, y que necesitábamos echarle la culpa a alguien. Una gran empresa eléctrica nos vino muy bien a todos.

Se podrían multiplicar los ejemplos. Cada vez que ocurre una tragedia hay que encontrar un culpable. Y no digo que ello no esté justificado en la mayor parte de las ocasiones. No se puede admitir la chapuza, ni el riesgo generado por el afán de lucrarse de forma desmedida. Disminuir el riesgo es un empeño muy loable. Pero creo que este afán de encontrar culpables siempre, de eliminar el riesgo a toda costa, es algo malsano para la sociedad, que jamás podrá avanzar si no se asume cierta incertidumbre como algo consustancial a la vida.

No tengo muy claras las causas de esta tendencia social. Es probable que una parte se deba a la inmediatez que se ha adueñado de los medios de comunicación, para los cuales un simple fallo, aunque sea tan nimio como un desliz en las manifestaciones de un político, domina sobre todo un discurso o una trayectoria de años. Nadie quiere arriesgarse, y por eso las declaraciones públicas son cada vez más insustanciales.

A veces pienso si no se trata también de una consecuencia de la feminización de la sociedad. Al fin y al cabo – y espero que esto no sea controvertido–  si hay una diferencia clara entre hombres y mujeres (con todas las excepciones que se quieran apuntar, y con todo lo que conlleva una generalización como ésta) es su diferente actitud ante el riesgo. Los varones tenemos en general una tolerancia mucho mayor al peligro. Se puede discutir sobre si ello se debe a una base genética o aprendida, y ambas son igualmente posibles, pero no creo que esta observación cause mucha controversia. Ser un joven arriesgado puede compensar (si se sobrevive); a las chicas no les merece la pena. Cuando además afecta a un hijo, la tolerancia de la madre al riesgo se aproxima a cero. Y si hay una consecuencia negativa, es muy difícil que una mujer acepte que ésta se ha producido como consecuencia del riesgo: debe haber siempre una causa y, si es posible, un culpable. También los hombres tienen la misma tendencia a buscar culpables, pero en general es más fácil que acepten que a veces «shit happens».

Reconozco que se trata de una especulación y no tengo datos científicos, más allá de que las decisiones sobre cierre de instalaciones municipales en Madrid o centrales nucleares en Alemania las hayan tomado mujeres. En cualquier caso, no planteo obviamente un cuestionamiento de ese poder femenino. Es sobre todo una llamada a que no sobrerreaccionemos. A que seamos capaces, como sociedad, de valorar los riesgos adecuadamente, si ello es posible.

Porque, por otra parte, nadie duda que el poder masculino puede ser aún más irracional. Sin salir del mundo nuclear, tenemos el caso en España de cómo tratar esos riesgos en plan macho. Aquí la decisión ha sido más esperpéntica y ni siquiera tiene que ver con una gestión del riesgo, sino con una efusión de testosterona: parece que se va a cerrar una central nuclear sólo porque la compañía eléctrica y el ministerio de Industria han decidido echar un pulso, y al final es posible que varios centenares de trabajadores se queden en la calle y un valle castellano se vaya al garete simplemente por mis cojones.

Acabo insistiendo en que mis consideraciones hacen referencia a una cuestión social. Desde el punto de vista personal cada persona y cada familia que sufre una tragedia tiene todo el derecho a buscar su forma de superarla. Como decía al comienzo, he seguido el tema con interés, precisamente porque mi hijo se encontraba en este evento, y el susto ha sido considerable. Pero no me lo va a quitar el echar la culpa a Ana Botella.

¿Cómo acabar con la brecha generacional en el activismo social?

Esta mañana ha habido unas manifestaciones en distintas ciudades, convocadas por las fuerzas sociales y sindicales que integran la Cumbre Social, en contra de los recortes y la actual situación económica y política. La participación no ha estado mal, al menos en Madrid, pero me ha llamado la atención una circunstancia: Manifestación de la Cumbre Social contra recortesen una estimación aproximada y subjetiva, me dio la impresión que casi el 90% de los asistentes eran de mediana edad, entre 35 y 70 años.

Hace unos días otra manifestación igualmente multitudinaria ocupaba los alrededores del Congreso de los Diputados, para una protesta similar, convocada por plataformas sociales alternativas. En este caso, lo que llamaba la atención era que un porcentaje similar de asistentes tenía, en este caso, menos de 35 años.

Las razones de ambas movilizaciones eran similares y la mayoría de los lemas coreados eran iguales, pero me atrevo a conjeturar que sólo una minoría muy pequeña de personas hemos participado en las dos. Y creo que ése es el gran problema de las fuerzas que se oponen a las medidas del actual gobierno español y el resto de poderes europeos y mundiales, y que puede hacer que el poder político y económico resulte vencedor, a pesar de la impopularidad de lo que está ejecutando. No hemos logrado una convergencia satisfactoria entre los dos principales sectores que tienen capacidad de movilización frente a los ataques del poder: los nuevos movimientos sociales, mayoritariamente jóvenes, que han comenzado a organizarse alrededor de lo que podríamos seguir llamando el 15-M, y el movimiento sindical que todavía agrupa a la clase trabajadora.

No se trata de saber quién tiene la culpa, que seguro que es compartida. Al contrario, entender por qué no se ha producido esa convergencia, y ser capaces de crear puentes y vías de comunicación es algo crítico, si no queremos que el poder continúe aplicando la táctica de divide y vencerás, que tan buenos resultados le está proporcionando hasta el momento.

Desde luego, no me parece insalvable que la separación entre ambos movimientos se vea como generacional. No hay ninguna razón para que los actores establecidos y los recién llegados no puedan entenderse. Entre otras razones, porque esa unión permitiría solventar los defectos de la otra parte.

Los problemas de los movimientos asamblearios

El problema con los nuevos movimientos coagulados alrededor del 15-M es, a mi entender, el de desorganización y falta de foco. Sé que esto algunos lo verán como algo positivo, como muestra de las potencialidades del movimiento y de la libertad de sus integrantes, y como una consecuencia deseable de la organización que permiten las nuevas tecnologías para actuar en red. Permitidme que, sin querer dar lecciones a nadie, sea un poco escéptico. Como viejo militante que ya experimentó intentos similares de activismo hace muchos años, con retóricas similares que tendían a la búsqueda de una nueva izquierda, sé que esas búsquedas abiertas son inevitables cuando se comienza en los inicios de un movimiento, pero son inútiles o incluso perjudiciales si rápidamente no se convierten en alternativas y organización.

Mucho se ha hablado de los incidentes en las movilizaciones para rodear el Congreso, y aunque tengo claro que la culpa fundamental la tienen los mandos políticos y policiales, que – como era evidente para todos los presentes– ya estaban preparados para ello o incluso lo provocaron, debo decir que el carácter anarquizante del movimiento convocante se lo puso muy fácil, y que ello era previsible ya tiempo antes de las cargas. Cuando no estaban claros los objetivos a corto plazo (¿rodear el Congreso u ocuparlo?), ni a largo (¿que se vayan los políticos o se cambie el sistema?), cuando no hay interlocutores o coordinadores que sean capaces de marcar tiempos y contener exaltados, cuando no se tiene experiencia en responder a provocaciones, es muy fácil ser infiltrados y finalmente derrotados por una fuerza inferior en número pero mejor organizada y con unos objetivos más claros. Lo aprendí yo hace una treintena de años, cuando intentaba organizar un movimiento estudiantil, lo aprendieron los milicianos espontaneístas en el 36, y lo aprenderán ahora los nuevos actores sociales alternativas. Sólo espero que sea antes de quemarse o ser destruidos.

Hay también una confianza excesiva en los nuevos modos de activismo que permiten Internet o las redes sociales. De nuevo, yo soy más escéptico, y sé que estos medios son armas de doble filo. Creo que es de gran provecho leer lo que Evgeny Morozov escribe en su libro «The Net Delusion» (recientemente traducido al castellano como «El desengaño de Internet» aunque yo lo he leído en el original, por razones que ya comenté aquí), una obra que aunque se centra demasiado en los riesgos de los sistemas autoritarios, es fácilmente aplicable al activismo en un sistema como el español:

La descentralización de la organización política puede tener implicaciones magníficas para la creación de conocimiento (como muestra Wikipedia), pero la realidad es que la descentralización por sí misma no es una condición suficiente para una reforma política de éxito. En la mayoría de los casos, ni siquiera es una condición deseable, Cuando todos los nodos de una red pueden enviar un mensaje a todos los demás, la confusión se convierte en la nueva condición de equilibrio […]

La glorificación desmedida del activismo digital hace que sus practicantes confundan prioridades y posibilidades. Conseguir que la gente baje a la calle, aun cuando pueda hacerse más fácil gracias a las herramientas de comunicación modernas, suele ser la última etapa de un movimiento de protesta, tanto en democracias como en autocracias. No se puede empezar con las protestas y pensar después en las demandas políticas y los pasos posteriores. […]

Como un comentarista iraní comentó amargamente en su blog [tras las protestas por la democracia, hace unos pocos años]: “Un movimiento de protesta sin una relación adecuada con sus propios líderes no es un movimiento. No es más que una rebelión en las calles, que se esfumará antes de lo que uno imagina”.

La dificultad de la convergencia

Por otra parte, el movimiento sindical tendrá que sacar sus propias conclusiones de su terrible estado actual, en gran parte debido a campañas externas (yo siempre digo que si uno quiere conocer si su interlocutor es de derechas o izquierdas, pregúntale por lo que opina sobre la necesidad de la existencia de los sindicatos), pero también en gran parte de forma merecida. De nuevo, no quiero que parezca que doy lecciones, porque ni quiero ni estoy capacitado para ello. Sólo constato demasiada rigidez. La organización de esta mañana era excelente, algo que le falta al movimiento juvenil, pero por eso mismo parecía ahogar la espontaneidad. Falta algo de coraje y de imaginación. Parece que la movilización sólo se produce cuando le afecta a mi sector, a mi empresa, o mi propio bolsillo.

El movimiento sindical ha estado mucho tiempo sin moverse fuera de los despachos. Pero eso, a mi entender, y a riesgo de parecer paradójico, puede facilitar el encuentro con el movimiento alternativo. Durante muchos años ha faltado movilización social en el país, salvo para apoyar a nuestro equipo de fútbol, y cuanto antes lo asumamos todos, en vez de considerarlo como un arma arrojadiza frente a los demás, mejor será para encontrar una nueva razón para hacerlo de forma conjunta.

Debo reconocer que esto queda algo teórico, y que yo mismo no tengo claro cómo favorecer esa convergencia. Manifestación de apoyo a los mineros en MadridHasta el momento sólo he visto dos lugares o momentos donde se ha producido una unión por encima de generaciones. Una positiva: las movilizaciones de los mineros, los únicos que supieron combinar la radicalidad y el voluntarismo con la unidad y disciplina del movimiento sindical tradicional, y que en consecuencia recibieron la simpatía y el apoyo de todos los sectores transformadores.

El otro es el caso de Cataluña, donde el nacionalismo, el mejor cemento social, ha permitido unir todas las vías de descontento, creando un enemigo común territorial por encima de otros intereses. No está de más decir que, aunque entiendo las razones que están detrás (y que Isaac Rosa ha explicado mejor), no me parece que esa vía de escape sea la más adecuada, y que me parece profundamente reaccionaria, además de que debilita a las oposiciones y otorga más munición a los gobernantes en el resto del Estado.

Un caso concreto

Todo lo anterior queda quizás un poco teórico, y sin soluciones concretas. No participo en la primera línea de ninguno de los dos movimientos y no me atrevo a darles consejos a quienes se están bregando con las realidades organizativas. Pero sí conozco y trabajo en un grupo transformativo donde la situación es similar, donde cuesta romper una brecha generacional.

En la comunidad que usa y promueve el idioma esperanto se está produciendo un fenómeno similar: las nuevas generaciones que se acercan al idioma y lo aprenden están generando una cultura nueva. Es fácil aprender el esperanto en la red, practicarlo y relacionarse con personas de otros países y lenguas, y de forma natural se crean comunidades y redes virtuales que emplean el idioma. Los nuevos hablantes ya no necesitan los clubes y asociaciones tradicionales, que poco a poco están perdiendo fuerza y envejeciendo. Pero a su vez éstas hacen falta para consolidar el movimiento, realizar las labores de propaganda y movilización, relacionarse con las instancias oficiales y crear puntos de encuentro.

Se está dando incluso una nueva situación en los encuentros de esperanto: que se están segmentando por edades y circunstancias vitales. Los congresos tradicionales atraen a las personas de más edad, mientras que los jóvenes acuden a encuentros más informales, que se están multiplicando. Incluso en España estos últimos años estamos comprobando que los congresos tradicionales atraen sobre todo a las personas de mediana edad, mientras que los jóvenes se decantan por encuentros puramente juveniles, y los más veteranos se van a encontrar en un encuentro específico (que por cierto acaba de comenzar en Cambrils ayer mismo)

Pues bien, ello es magnífico desde el punto de vista del disfrute del esperanto y de la comunicación internacional, pero ocasiona problemas cuando se quiere consolidar un movimiento que mire a más largo plazo.

Hace tiempo que le doy vueltas, como responsable de una asociación que justamente pretende fomentar el esperanto, y producir un compromiso mayor entre los nuevos hablantes. Y constato que no es fácil unir a las dos comunidades y aprovechar las sinergias y los puntos fuertes relativos, sin recurrir a nacionalismos y grupalismos, que en el mundo del esperanto tienen aún menos sentido que en ningún otro lugar.

Por eso decía antes que yo mismo veo la necesidad imperiosa de la unión entre generaciones y tradiciones diferentes, a nivel español y a nivel mundial, pero no tengo claras las vías y las soluciones. ¿Alguna idea antes de que esto acabe en un desastre?