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Nueva etapa

Inauguro con este texto una nueva etapa del blog. Lo he tenido medio abandonado durante estos últimos años, sobre todo por mi responsabilidad como presidente de la Federación Española de Esperanto, que me requería que atendiera más a otras webs, pero en octubre he dejado el puesto y ahora me puedo dedicar a asuntos más desenvueltos. Así que he renovado un poco la fachada de este espacio, y voy a ver si me animo a ir publicando nuevos textos.

También es verdad que no sé si el esfuerzo merecerá la pena. Durante estos años la forma de comunicarse en la web ha cambiado bastante, y las bitácoras están perdiendo gran parte de su audiencia. La mayor parte de los autores y de los lectores se han pasado a las redes sociales, es decir, a textos mucho más cortos y espontáneos, o bien a medios audiovisuales (vídeos de Youtube, fotos en Instagram, microvídeos en Tiktok, podcasts), así que la costumbre de leer artículos largos parece que ha disminuido notablemente. Pero, en cambio, me da la impresión de que la calidad media de los blogs ha crecido, quizás porque ha habido un proceso de depuración y han quedado los que tienen algo profundo que decir. Así que vamos a intentarlo, a ver si los lectores están de acuerdo.

Ya habrá ocasión de contar algo más, pero termino el texto de hoy comentando que, como los antiguos visitantes habrán notado, he cambiado el diseño del blog, y quiero llamar la atención sobre las dos figuras que he incluido en el mismo. La que se adivina en el título superior procede de un cartel de la época republicana, que me gusta especialmente, y que puede verse con detalle, en todo su esplendor, en este enlace.

Saluton, amiko, bonan matenonLa viñeta del margen derecho es obra del dibujante Alfonso Zapico (con su permiso), y originalmente se publicó acompañando a un reportaje de «La Nueva España» sobre el esperanto en las cuencas mineras asturianas. Se unen en ella dos temas a los que estoy muy ligado, el mundo universalista del esperanto y mi relación familiar a la minería del carbón. Justamente sobre la relación entre ambos, sobre el esperanto y la educación obrera, escribí hace algún tiempo con amplitud, así que aquí va el enlace, para que no se te quede corta esta entrada.

¿Dónde están ahora las banderas republicanas?

A pesar de los muchos amigos, sobre todo esperantistas de fuera de España, que me preguntan mi opinión, me he resistido hasta ahora como un jabato a escribir sobre el “tema catalán”, porque sé que, a pesar de lo que escribí cuando pasé a ser presidente de la Federación Española de Esperanto, que una cosa sería mi papel institucional y otra mis opiniones personales, va a haber mucha gente a la que costará hacer esa distinción.

Por tanto, sobre el fondo del tema no quiero entrar mucho, aunque supongo que a nadie le extrañaría mi posición, dado que por aquí he escrito varias veces que soy esperantista porque no creo en las fronteras y aspiro a borrarlas, no a crear otras nuevas; y que no creo en los etnonacionalismos ni en el llamado derecho de secesión/autodeterminación, ni siquiera en los casos en que parece que todo el mundo opina que la separación es lo mejor (como en Sudán del Sur, en el que por desgracia el tiempo me ha dado la razón)

Pero estaba dándole vueltas a comentar un tema que parece que a muchos les ha pasado inadvertido: ¿adónde han ido a parar las banderas republicanas españolas?

Me ha terminado de decidir la aparición hoy mismo de un artículo de un escritor con el que suelo estar de acuerdo a menudo, Isaac Rosa, asombrándose de la súbita aparición de banderas españolas en los balcones y la manifestación pública de un nacionalismo español agresivo.

Lo llamativo es que hace unos meses el mismo Isaac Rosa afirmaba que el proceso independentista catalán era lo mejor que podría pasarle a España, porque podría “agrietar más el ya de por sí tambaleante edificio institucional español” y nos invitaba a “ver Cataluña como la más verosímil, sino [sic] la única, opción de cambio en España a corto plazo”. Utilizaba un argumento de Antonio Baños en su libro “La rebelión catalana”, y ello me animó a leer el libro original. Debo confesar que me dejó de piedra: no sólo es el libro más hipócrita y demagógico que he leído en mucho tiempo, sino que mostraba una ceguera inaudita y un desconocimiento de la historia que me resulta increíble, y que, por lo que he visto estos días, es común a muchos de mis amigos, catalanes o izquierdistas de otros lugares.

El argumento de Isaac Rosa en ese texto me pareció ya entonces extraño porque en un artículo anterior (“Cataluña, no nos dejes solos”) había  mostrado una idea con la que yo estaba de acuerdo: “amigos catalanes, no os vayáis, no nos dejéis solos, quedaos con nosotros y cambiemos juntos esta España, construyamos otra donde ni vosotros ni los demás nos sintamos incómodos, una España que tenga futuro y en la que no tengamos más motivos para temer o avergonzarnos de los que tienen los habitantes de otros países”, de la que quizás por entonces había desesperado.

Jamás, jamás de los jamases, el enfrentamiento nacional en un país europeo, y mucho menos en España, ha favorecido a las fuerzas de izquierda. Al contrario, la derecha española ha aprovechado siempre el “problema catalán” (permítaseme la expresión, que no me gusta) para machacar a los movimientos progresistas. Lo hizo en 1909, en 1917, en 1934, en 1936 y en muchos otros momentos de la historia contemporánea. ¿Por qué ahora iba a ser diferente?

Los nacionalismos se apoyan unos a otros, se legitimizan entre sí. Claro que nunca se han visto más banderas rojigualdas que ahora, ni siquiera durante los acontecimientos deportivos. Pero es que incluso a los independentistas les ha encantado verla en las manifestaciones o durante la jornada del referéndum.

A mí no me gustan las banderas territoriales. banderasNo digo que me den igual, porque está claro que las banderas son símbolos muy poderosos, y a mí mismo no me importa usar otro tipo de estandartes. Las banderas son marcadores de ideas, y yo he mostrado a menudo la republicana española no como un símbolo de un territorio concreto, sino como un ideal organizativo, y a veces en combinación con otras dos con las que me identifico más.

Pero la bandera republicana ha sido una de las víctimas de los acontecimientos de estos días. Ha desaparecido del mapa. Incluso los que exploran otras vías piden que no se usen ninguna, ni siquiera ésta.

Por una vez soy mejor adivino que Isaac Rosa. Hace tres años vaticiné que “este proceso lo único que va a servir es para incrementar el nacionalismo español, en su versión castellano-madrileña, y para reforzar a las mismas élites corruptas en ambos lados de la batalla”.

No me atrevo a predecir los detalles de la salida de esta crisis (y menos en un día como hoy), pero sí tengo claro un resultado: la izquierda española y la izquierda catalana van a salir destrozadas. Y nos lo habremos merecido, por entrar en su juego: en cuestiones de nacionalismos, la derecha siempre juega en su terreno.

Confesémoslo: el Estado de las Autonomías ha fracasado

Estas últimas semanas varios miles de chavales de 18 años han tenido su primera experiencia directa con la maquinaria burocrática del Estado. Y miles de ellos han podido comprobar que la autonomía, la de las Autonomías y la de las Universidades, sólo ha conseguido hacerles la vida más difícil. Perder tiempo, dinero y nervios. Sin ventajas, sin justificación, lo que podría haberse solucionado en 5 minutos, sin coste, se ha convertido en un proceso desesperante, absurdo, ineficiente.

Me estoy refiriendo, claro está, al proceso de matriculación en las universidades. Para quien no lo conozca, el procedimiento que han tenido que seguir los nuevos estudiantes, para las carreras con límites de plazas, es el siguiente: una vez definida la nota final del bachillerato y el examen de selectividad (o como se llame ahora), te preinscribes en todas las universidades posibles y quizás en varias carreras, y esperas a la nota de corte. Si te llega la nota en una universidad, aunque no sea tu primera elección, empiezas el proceso de matrícula, pero manteniendo tu atención a lo que ocurre en el resto de universidades. Como todo el mundo ha hecho lo mismo, los que han conseguido ya una plaza van renunciando a las segundas y sucesivas opciones, así que se van abriendo nuevas oportunidades para los siguientes. En estas fases sucesivas se van creando nuevas posibilidades de conseguir plaza en una universidad o carrera, así que puedes renunciar a tu elección previa, aunque ya te hubieras matriculado (es decir, hubieras completado toda la labor burocrática, realizado el traslado de expediente e incluso pagado), y puedes comenzar el proceso de nuevo. Como cada universidad ha establecido un procedimiento diferente, con distintas exigencias burocráticas, con plazos diferentes, todo se puede complicar hasta el infinito.

No hace falta ser un lince ni un arbitrista para ver cómo todo el proceso se podría solucionar en cinco minutos: con una aplicación que pidiese a los alumnos ordenar sus preferencias por carrera y universidad, y fuera asignándolas en función de las calificaciones obtenidas, con las correcciones que se estimasen necesarias. Incluso yo mismo, que no tengo conocimientos informáticos especializados, sabría programarlo para que en una mañana todo el mundo supiera dónde iba a estudiar. Con el sistema actual, a día de hoy, dos meses después de que empezara el proceso, y tres semanas después de que hayan comenzado las clases en algunas universidades, cientos de estudiantes (entre ellos mi hija) no saben dónde va a terminar estudiando. A finales de septiembre sigue habiendo renuncias y matriculaciones, pagos y devoluciones, viajes y papeleos. Una pesadilla, un caos.

Me he extendido en este caso porque me ha tocado (me sigue tocando) de cerca, por pura frustración, pero los ejemplos son infinitos. En mi propio trabajo me encuentro situaciones similares de forma continua. La normativa de gestión de residuos, por poner un ejemplo, se diseña a nivel europeo, se aprueba por el Estado central, se aplica a nivel autonómico o local. En teoría todo tiene lógica: la protección del medio ambiente debería ser global, la gestión ha de hacerse donde se crea el problema. En la práctica, para una compañía que genere o gestione residuos en todo el territorio español, los requisitos documentales (permisos, trámites, justificantes) se complican infinitamente. Como me reconoció un día un alto representante de una Comunidad Autónoma, es más fácil transportar un residuo desde Galicia a Brasil que a Murcia.

Ejemplos como estos se podrían multiplicar hasta el infinito, y supongo que cada lector de estas líneas puede aportar el suyo: tratamientos médicos, convalidaciones educativas, trámites para cualquier permiso.

Uno podría suponer que la división en Comunidades Autónomas iba a acercar los procesos de gestión y decisión a los ciudadanos, pero no es eso lo que ha ocurrido. También podría pensarse que íbamos a adaptar las normativas a las características de cada territorio, pero ninguno de los ejemplos que he detallado tienen nada que ver con esto. Es sólo el capricho o la buena intención de cada Consejero o Jefe de Negociado los que han creado normativas diferentes, interpretaciones propias. Todo el mundo es consciente de que el sistema no funciona, que son necesarios procesos de coordinación o clarificación, pero cada uno es celoso de su competencia, temeroso de las intenciones de los otros niveles de decisión, y la conclusión es que cada organismo oficial compite por hacerle la vida más complicada al ciudadano.

¿Cómo hemos llegado aquí?

Lo confieso: yo pertenezco a la generación que creó este sistema, y me considero en parte responsable de él. No voy a echarle la culpa a nadie. No he tenido responsabilidades políticas, pero con mi voto y mi asentimiento he ayudado a crear el Estado de las Autonomías.

Me parecía, como a otros muchos, la mejor manera de solventar muchos de los problemas de los años de salida de la Dictadura. Dar respuesta a la evidente diversidad del país, contentar las ansias autonómicas de diversos territorios, evitar privilegios para una parte de los ciudadanos, eliminar las viejas élites gobernantes y los caciques enquistados. Nunca nadie se hizo muchas ilusiones de que fuera un sistema perfecto, y de hecho ya hace unos años comenté aquí una de las consecuencias más absurdas: la existencia de la Comunidad Autónoma de Madrid.

Pero lo que era un parche, que continuaba existiendo a falta de una alternativa mejor, se ha convertido en una carga inaguantable. No sirve para contentar a las nacionalidades con mayor voluntad de autogobierno, como estamos comprobando todos estos días en Cataluña. No acerca la Administración al ciudadano. Pone barreras artificiales a la utilización de los servicios públicos. Favorece a los poderosos que quieren presionar a administraciones más débiles. Multiplica el número de funcionarios, sin que mejore el servicio. Nos sale carísimo, en un momento de fuerte crisis económica.

¿Y cuál es la solución? Pues debo confesar que no lo sé. Se me ocurren muchas, como a cualquiera en la barra del bar o un foro de Internet, pero tampoco voy a ser tan orgulloso como para creer que las mías iban a funcionar mejor que ninguna otra.

Tengo claro que la secesión no es una solución. No lo ha sido ni siquiera para los casos que todo el mundo veía claro, como el de Sudán del Sur, sobre el que fui uno de los poquísimos en mostrar públicamente mi escepticismo antes de la espiral de violencia en que se ha sumido el país, e incluso he manifestado mi posición contraria, frente a casi todos en España y en la izquierda, a la independencia del Sáhara Occidental. Al fin y al cabo este proceso lo único que va a servir es para incrementar el nacionalismo español, en su versión castellano-madrileña, de la misma forma que el referéndum escocés ha reforzado el nacionalismo inglés, y para reforzar a las mismas élites corruptas en ambos lados de la batalla.

Tampoco me parece que el incremento del centralismo, en su versión más clásica, «todo se decide en Madrid», fuera a mejorar la mayoría de los problemas. No va a ser sacando banderas cada vez más grandes como se van a solucionar los problemas sociales y de funcionamiento de la Administración.

Pero sí tengo claro que lo primero necesario es claridad y coordinación. Normas y procedimientos sencillos, con responsables bien definidos, con órganos de colaboración. Que esté clara la competencia en cada nivel. Si  una competencia es del Estado Español, sobran embajadas autonómicas (y no me refiero sólo a las catalanas). Si es autonómica, sobra el Ministerio correspondiente. Basta una Secretaría de Estado, que deje claro que no compite con las Consejerías, pero que pudiera ayudar a coordinar los procedimientos comunes. Con oficinas únicas que dirijan los procedimientos adonde correspondan, sin que el ciudadano deba volverse loco intentando adivinar la instancia pertinente (en una visita reciente a una capital me encontré las sedes de la subdelegación del gobierno central, la delegación del gobierno autonómico, la diputación provincial y el ayuntamiento en un radio de unos 500 metros; el responsable de una de ellas me comentó que se pasan el tiempo reuniéndose para ver a quién corresponde cada competencia, y eso lo puedo entender porque ocurre en cualquier organización compleja, pero es inadmisible que esa situación la sufra el ciudadano que paga el sueldo de todos ellos)

Bueno para los ricos

He dejado para el final el efecto más perverso de este proceso de competición y descoordinación: que beneficia a los poderosos. Estos días lo hemos comprobado, a pesar de que la prensa (con su creciente servilismo ante los potentados) apenas ha hablado de ello: los impuestos por la herencia de Emilio Botín van a ser ridículos, entre otras razones por la pelea a la baja que desde hace unos años se ha entablado entre las Comunidades Autónomas para atraer los impuestos de los ricos, o para regalarles exenciones. Como consecuencia, en la práctica casi han desaparecido los impuestos de Sucesiones y de Patrimonio, al menos para las grandes fortunas. Si se suman los esfuerzos de las Comunidades Forales para reducir los impuestos sobre los beneficios empresariales, la conclusión es que el sistema autonómico es una de las fuerzas principales para que los presupuestos públicos se basen en la actualidad casi exclusivamente en el trabajo y el consumo personales.de la wikipedia: doble irlandés con sandwich holandés

Aprovecho este ejemplo para dejar claro que mi queja no se queda en el nivel estatal. Exactamente el mismo problema de competición y falta de coordinación es aplicable a la Unión Europea. La libertad de comercio es absoluta, pero los impuestos se pagan donde uno quiere, es decir, no se pagan. Parece mentira, pero existe un procedimiento llamado «doble irlandés con sándwich holandés», que incluso dispone de un artículo en alguna wikipedia (no en la española, aquí nadie parece ser consciente de él), por el que las compañías se quedan con miles de millones de beneficios sin pagar ni un céntimo en impuestos.

También a nivel supranacional, la existencia de barreras para la acción de los Estados y los ciudadanos, pero no para las grandes empresas, empieza a hacerse inaguantable. Las estratagemas para evitar regulaciones y para no pagar impuestos se están revelando cada vez con mayor descaro. Ya no sólo son las corporaciones de comercio electrónico: hasta quien trabaja con tiendas físicas se las arregla para deslocalizar su sede para pagar menos impuestos. Y que sigan existiendo paraísos fiscales, años después de los teóricos compromisos para acabar con ellos, demuestra que los poderosos siempre se salen con la suya. Al final, los políticos y economistas, obsesionados con las grandes magnitudes nacionales, no son capaces de salir de esa dinámica (o directamente no lo desean).

Yo estoy en contra de las fronteras, por eso aprendí esperanto y formo parte de organizaciones anacionalistas (no internacionalistas, voy incluso más allá). Espero que desaparezcan las barreras dentro de la Unión Europea, y confío en que esto sea sólo un paso para que vayan difuminándose las fronteras también en otras regiones. Que hayamos creado más fronteras dentro de las que había, me parece ahora un error.

Y también lo han comprobado en su primer contacto con la Administración los jóvenes que van a gobernar la sociedad de pasado-mañana. Ya sospechaban que el Sistema político actual no funciona en general. Ahora han comprobado de forma práctica que la organización territorial es otro de los aspectos que hay que cambiar. No sólo desde el nacionalismo.

Otra forma de ver Fukushima

Están a punto de cumplirse los tres años del terrible terremoto y tsunami que asolaron las costas de Japón, causando más de 15000 muertos y la devastación de una amplia zona en la costa oriental de Japón, sobre todo alrededor de la ciudad de Sendái. Una enorme tragedia, que fue recogida en todos los medios de comunicación del mundo, de la que se ha seguido hablando desde entonces y que la prensa va a recordar de nuevo durante estos días.

Pero voy a hacer una predicción y por eso escribo este texto dos días antes: en los reportajes que se publicarán el día 11 y alrededores se va a dedicar más del 50% de su espacio a una consecuencia concreta: el daño sufrido por los reactores nucleares de la Central de Fukushima-Daiichi. Es más, me atrevo a apostar que la palabra Fukushima aparecerá en la prensa 50 veces más que Sendái u otras ciudades que sufrieron mucho más por el terremoto.

Es una apuesta segura: es lo que lleva ocurriendo desde entonces; si no desde el principio, al menos desde que pasaron unos meses. Cualquier búsqueda actual en la web, tanto en los medios tradicionales como en las redes sociales o los foros de Internet, lleva a esa conclusión: de Fukushima se habla todas las semanas, del tsunami sólo causa coadyuvante a la tragedia nuclear.

Quizás a muchos les parezca lógico. A mí no.

No me parece mal que se hable del accidente nuclear, por supuesto, pero me parece fuera de cualquier criterio racional que se recuerde mucho más un problema que, sin minimizar su gravedad, no ha causado ni una sola muerte de forma directa, mientras que parece que todo el mundo ha olvidado las trágicas circunstancias del fenómeno original y se ignore el resto de las consecuencias que el tsunami ocasionó.

Es más, la mayoría de esas informaciones suelen adolecer de un carácter muy poco riguroso, y en ellas se mezclan las denuncias sobre errores reales con especulaciones poco sólidas y con estimaciones incorrectas sobre el propio carácter del riesgo nuclear. Y lo que es peor: parece que los entendidos en este campo han decidido callarse, y han renunciado a plantear un enfoque crítico o al menos objetivo de las informaciones. Es curioso, porque no es eso lo que ocurrió al comienzo de la crisis: aparecieron reportajes muy rigurosos sobre los problemas de la Central, y un tratamiento equilibrado en relación con el resto de las consecuencias. Algunos desmintieron las noticias más alarmistas, pero ahora es muy difícil encontrar este otro punto de vista, hasta el extremo de que incluso los que opinan y son honestos empiezan diciendo que no son expertos en la materia.

Así que lo voy a hacer yo. He pensado que a algún lector le puede resultar interesante conocer el punto de vista de alguien que conoce el mundo nuclear, ha trabajado en él, está acostumbrado a valorar los riesgos de otra manera, y es capaz de detectar las informaciones erróneas o sensacionalistas que a veces aparecen allí. A la vez, hace tiempo que dejé ese mundillo, y no tengo intereses directos (bueno, eso no es 100% cierto, pero lo voy a explicar más adelante), y tampoco me considero pro-nuclear (y también eso lo explicaré después), por lo que espero que, incluso aunque se me lea de forma crítica, no se desprecie mi opinión desde un comienzo, presuponiendo que pertenezco a un lobby pronuclear, como tan a menudo se zanjan las discusiones en determinados foros.

Debo decir que gran parte de lo que voy a decir aquí ya lo escribí al poco tiempo del inicio de la catástrofe. Sólo que había tantos especialistas que lo hicieron mejor que yo, que, como digo, ya no estoy tan al tanto de la ciencia y tecnología en el campo, que no me pareció necesario escribirlo en castellano. Lo hice en esperanto, porque en la comunidad de hablantes de ese idioma no es tan habitual encontrar especialistas en el tema, y me pareció que podía aportar algo. portada revista Kontakto sobre energía nuclearLo puedes leer en este enlace y de hecho tuvo cierto éxito, hasta el punto que el artículo también fue reproducido en otros medios, incluyendo “Kontakto”, la revista de la Asociación Mundial de Jóvenes Esperantistas. Como tres años después muchos hispanohablantes habrán olvidado esos artículos mejores que el mío, voy a presentar esa opinión ahora. Al repasarlo me he dado cuenta de que la mayor parte de lo que entonces contaba sigue siendo válido, así que en gran parte se trata de una traducción fiel de ese original.

Temor y otros sentimientos

Mi artículo en esperanto se titulaba justamente así “Temor y otros sentimientos”, y empezaba aclarando, como lo reitero ahora, que el temor a las consecuencias del accidente nuclear es un sentimiento perfectamente comprensible y legítimo. Cada uno valora su propia escala de riesgos, y nadie puede reprochar nada al respecto. Es más, soy consciente de que cuando intento poner el riesgo en contexto puedo parecer insensible. Pero es todo lo contrario: creo que puedo ayudar a muchos, porque definir los riesgos en su justa medida puede ayudar a disminuir la angustia que muchas personas están sufriendo y que, estoy convencido, es mucho más peligrosa que la misma radiación.

Hay que empezar por decir algo evidente: la energía nuclear es peligrosa. Si alguien os dijo lo contrario, es porque mintió o simplificó. Es por eso que existen departamentos de protección radiológica y seguridad nuclear en todas las instalaciones que usan esa fuente de energía. Por eso existen sistemas sucesivos para detener la transmisión de calor y contener el material radiactivo. No existe el riesgo nulo: eso lo saben y aceptan  todas las personas en cuanto comienzan a trabajar en una central nuclear. Simplemente, se deben pesar las ventajas y los riesgos, minimizar éstos últimos todo lo posible y comparar con otras alternativas similares para decidir qué riesgos son aceptables y cuáles no deben admitirse.

El punto de vista de una persona externa casi nunca es ése. La radiación es una tecnología nueva, que no parece natural (aunque en realidad eso no es así), que se emplea en instalaciones complejas y algo apartadas, fuera de la vista de la población. Además, es invisible y no se puede detectar por los sentidos, y para conocer su presencia y magnitud hay que depender de instancias oficiales o grandes empresas. Y para rematar, la primera vez que el gran público supo sobre ella fue como consecuencia de una hecatombe militar. Se juntan todos los ingredientes para que nazcan el temor y la desconfianza.

Así que comprendo perfectamente la reacción de muchas personas en relación con los eventos de Japón. Si además se pueden incluir elementos dramáticos, como la existencia de “malos” (TEPCO) y “buenos” (los héroes que mitigaron la catástrofe), no es de extrañar que la atención mediática se haya concentrado en este concreto incidente.

Lo que me molesta es el completo olvido de otros integrantes de la tragedia. ¿Por qué no aparecerán reportajes sobre la contaminación química, sobre las culpas en la construcción de barreras, sobre los abandonos de desplazados por la destrucción del tsunami? La primera foto que aparece en el artículo de la Wikipedia inglesa sobre el tsunami es el negro penacho por el incendio de una refinería ¿Por qué nadie plantea la prohibición del petróleo?

Un fenómeno más normal de lo que se supone

La explicación, como ya he comentado, es clara: una central nuclear aparece ante la mayoría como un riesgo completamente especial, mientras que para mí, y para todos los que trabajan en el sector, se trata en efecto de un riesgo, pero totalmente comparable a otros que no son considerados de la misma manera. vestido de nuclearUn ejemplo trivial: cada vez que aparecían noticias en los primeros momentos, los periódicos y televisiones solían mostrar a personas vestidas de blanco, midiendo radiactividad, y he comprobado que esas imágenes llaman la atención y crean inquietud. Sin embargo, para mí se trata de una imagen normal, neutra. Yo mismo me vestía así cuando trabajaba en esas instalaciones, y para mí era como vestir un mono de trabajo o ponerme una corbata. En la foto de al lado se me puede ver hace más de veinte años, y recuerdo haber enseñado la foto a la familia casi con orgullo, no con miedo ni vergüenza.

También en relación con las medidas de radiación el punto de vista de los profesionales es diferente. La radiación no puede verse, pero es muy fácil de detectar, por medio de equipos técnicos, pero no demasiado complicados. Es más, se trata de la manera más sensible que existe para detectar un material, y diversas variantes de ese proceso se emplean en numerosas técnicas para identificar trazas de materiales, tanto en la industria como la investigación o la medicina.

Por otra parte, hay que recordar que la naturaleza es radiactiva, y siempre lo ha sido. Todo lo que nos rodea, el aire, el agua, la tierra poseen cantidades notables de radiactividad. El uranio es mucho más abundante que el oro, por poner un ejemplo. Incluso nosotros mismos contenemos cantidades apreciables de radionúclidos (los radioisótopos carbono-14 y potasio-40, entre otros), y siempre los hemos tenido, incluso antes de que se descubriera la radiactividad y fuéramos capaces de detectarlo. Las cavernas y las casas de piedra donde vivían  nuestros antepasados estaban bañadas en radón.

Así que, cuando medimos la radiactividad en el ambiente, somos capaces de detectar incluso las cantidades más insignificantes, y el problema a menudo es establecer si se trata de un aumento real sobre la variabilidad natural en el ambiente. Incluso cuando la respuesta es positiva, casi siempre se trata de cantidades no significativas, es decir, que pueden estar dentro de los niveles de variación de unos lugares a otros (por ejemplo, inferior a la diferencia entre el noroeste de la región de Madrid, muy rica en granito y por tanto en radón, y el sureste de la misma región), y que no tienen ningún impacto real en la salud de los ciudadanos. Es por esa razón por la que tan a menudo se dan esos malentendidos en los reportajes sobre la presencia de radiactividad en un emplazamiento: es posible leer un titular periodístico “¡detectada radiactividad!” y un informe oficial “¡no existe riesgo de radiación!”, y ambos pueden ser igualmente verdaderos. No es de extrañar por tanto que los no especialistas experimenten una confusión total, piensen que se les engaña o que hay una conspiración de silencio. Es verdad que las autoridades y las empresas no difunden información, a veces por mala voluntad, pero más a menudo porque no consideran necesario llamar la atención sobre algo que consideran que no tiene la suficiente importancia.

Otro ejemplo: la famosa escala internacional de incidentes nucleares se creó para proporcionar cierta perspectiva sobre la importancia de éstos. Y sin embargo, he llegado a ver en portada de los periódicos informaciones sobre incidentes por debajo del nivel 1, que, por definición, significan que no tienen ninguna importancia (salvo como aviso para los profesionales)

Igualmente, recuerdo que cuando el accidente de Chernóbil se montó una gran polémica en relación con la llegada de radiactividad a la Península Ibérica, y se acusó al gobierno de ocultar los datos. La realidad es que los niveles eran tan reducidos que no era de extrañar que las autoridades dijeran que no había llegado radiactividad. Ni unos ni otros mentían.

Dilema político

En definitiva, ¿cómo abordamos las personas como yo el debate sobre la energía nuclear? Muy sencillo: como todos los fenómenos que contienen ventajas y riesgos, y comparando con las alternativas existentes. Dado que no se trata de un fenómeno especial, considerémoslo como se hace con cualquier otra forma de tecnología.

Un ejemplo sencillo para que se entienda es examinar un uso concreto de esta tecnología en un contexto no energético: la utilización de la radiación para detectar el cáncer, por ejemplo el de mama. El dilema para los especialistas es muy simple: a partir de qué edad se deben montar campañas para detectar el cáncer por medio de mamografías, que involucran el uso de una radiación ionizante, los rayos X, y que por tanto pueden causar cierta cantidad de cánceres ellas mismas. Pues bien: cuando los beneficios excedan los riesgos, teniendo en cuenta  las incertidumbres existentes y el resto de consideraciones sociales. Lo mismo ocurre cuando se usa la radiación para curar el cáncer, por medio de la Radioterapia; se estudian los riesgos y las alternativas (cirugía, quimioterapia, etc.); solamente los pirados se oponen a la radiación sólo porque el cáncer es natural y el cobalto-60 no.

El uso de la energía nuclear para producir electricidad debería seguir el mismo proceso, aunque en este caso reconozco que hay muchos más elementos en la ecuación. Se trata de medir las ventajas y los inconvenientes, incluyendo los riesgos respectivos de cada una de las fuentes de energía. Y aquí quiero subrayar algo evidente: la energía nuclear efectivamente presenta riesgos y desventajas. Si alguien dice que se trata de una decisión técnica, que hay que dejar a los expertos, no le hagáis caso. Pero tampoco es el diablo, como a menudo se lee, al que hay que condenar desde un principio.

La decisión es política, en el sentido más noble de la palabra, no en el sentido de politiquería y partidismo que esa palabra ha llegado a significar para muchos. Es política en el sentido de que se trata de una elección entre las diversas preferencias que las personas muestran en su interacción social. Unas personas no desean experimentar riesgos, y prefieren una vida más tranquila, aunque para ello fuera menos rica. Otros valoran la seguridad en la obtención de electricidad, sin depender de otros factores. Unos quieren pagar lo mínimo posible, a otros no les importa pagar más si con ello reciben otras compensaciones. Unos temen a las instalaciones complejas y las grandes corporaciones, otros se sienten más protegidas por una organización sofisticada. A unos no les gusta depender de una tecnología dominada por las superpotencias, otros prefieren no depender de materias extraídas de países de los que no se fían. Para mí el problema de los residuos es muy importante, a otros les preocupa menos.

Es decir, no quiero hacer un alegato pronuclear. Yo mismo no tengo una opinión muy clara, y en un hipotético referéndum mi voto dependería de muchos factores, entre los cuales algunos personales.

Lo que quiero es insistir sobre la necesidad de que se definan las alternativas. El debate no es tan simple como suele presentarse, y desde luego lo enmaraña del todo la división derecha=pronuclear / izquierda=antinuclear, que en España es especialmente aguda y que desde mi punto de vista no tiene ningún sentido. Aquí los debates se parecen al fútbol: primero veo lo que piensan los míos y así me evito el trabajo de pensar. En cambio, en muchos otros lugares hay conservadores que se oponen a la energía nuclear (por algo son conservadores) y progresistas que la apoyan (porque la consideran progreso). Incluso hay ecologistas que prefieren esta alternativa cuando la comparan con las alternativas, y en ese sentido recomiendo el debate que en los últimos tiempos ha lanzado el británico George Monbiot.

También comprendo que al pesar las alternativas, el miedo es un factor muy importante, y como dice el refrán, es libre. Pero también es un mal consejero. Por desgracia, la gestión del riesgo en esta sociedad contemporánea – en la que se tratan los asuntos de forma superficial, sin atención al contexto, y en la que los políticos tienen terror a cometer el error más nimio – es casi imposible. Pero eso da para otro artículo en algún otro momento…

El caso de Fukushima

Creo que ahora se entiende mejor cómo abordo yo las noticias sobre Fukushima. Me parece una tragedia, por supuesto. Pero es que todo el terremoto me parece una tragedia, y me temo que nos hemos olvidado de ella.

Pero no es una tragedia terrorífica, que deba estar todos los días en las portadas de los agregadores de noticias. No ha causado ningún fallecimiento directo. Es posible que cause alguno de forma indirecta debido a la radiación, pero no creo que sean muchos – aunque no puedo asegurarlo, y a riesgo de equivocarme sobre un tema en que he dejado de ser especialista, como mucho habrá algún incremento en el cáncer de tiroides, una enfermedad bastante fácil de tratar. Insisto: no es que me parezca despreciable, es que seguro que se producen cánceres por los destrozos en las refinerías y las  plantas químicas afectadas por el tsunami, y nadie los está contabilizando. Los residentes en la zona tienen derecho a que se les controle, y me parece bien que lo exijan, pero al mismo nivel que los afectados en Tohoku.

Sin embargo, el principal daño que van a sufrir los habitantes van a ser de tipo psicológico, y en esto quiero insistir. En algunos medios de comunicación se recogieron declaraciones del responsable de la Comisión de Estudio oficial, que hablaban de más de mil muertos como consecuencia del accidente nuclear. Pues bien, independientemente de que no tengo muy claro el rigor del dato, el propio responsable afirmó que se trataba de muertes por motivos psicológicos y sociales, no por la radiación. Y aquí hay una tremenda paradoja: lo que mata no es la radiación, es la alarma generada. Es decir, ¡el propio hecho de que el accidente esté siendo portada todos los días contribuye a sus consecuencias!

Se ha hablado incluso de los divorcios de Fukushima: hombres que prefieren seguir viviendo en zonas cercanas, pero no inmediatas, a la Central, mientras que las mujeres se han desplazado a lugares más lejanos. Un ejemplo típico de diferencia en percepción del riesgo, incluido el influjo del género, en el que otro día entraré.

Cualquier estudio científico serio llega a la misma conclusión: es la radiofobia, no la radiación, quien está afectando a la salud de los evacuados.

En cuanto a los efectos sobre otros países, puede decirse algo más contundente: el efecto será cero. En Menéame y en los comentarios de los foros aparecen a menudo enlaces a artículos en algunas webs que se han especializado en alarmar sobre los efectos en Estados Unidos o en otros lugares. Cualquiera que conozca algo sobre radiación sabe que se trata en un 99,99% de las ocasiones de auténticas bobadas. En algunos casos por conspiranoia, en otros por intereses, es raro que tengan algún sentido. En cuanto al océano, puede haber efectos ecológicos locales, seguramente, y espero que el gobierno japonés pueda contener los vertidos, pero no va a producir ningún síndrome de China ni nada parecido. Y sin embargo es curioso que las noticias sobre contaminación convencional pasen casi inadvertidas, al menos en español.

Es más, el accidente nuclear va a tener un efecto medioambiental tremendo; ha provocado un aumento notable de la emisión de gases de efecto invernadero. La paralización de las centrales nucleares en Japón, que muchos consideran positiva, aparte de contribuir a cierto ahorro energético del país, de lo cual me alegro aunque me temo que va a tener un efecto muy temporal, ha necesitado de la puesta en servicio de instalaciones de carbón y petróleo. Un desastre sin paliativos.

Una nota personal

Si has llegado hasta aquí, espero que ahora comprendas el punto de vista con el que yo, y muchos otros que trabajan o han trabajado con radiaciones, vemos los acontecimientos y las consecuencias de Fukushima.

Cuando ocurrieron los hechos seguí con detalle los acontecimientos en Japón, entre otras razones porque gracias a mi actividad en el mundillo del esperanto tengo unos cuantos amigos en aquel país, alguno de los cuales informó de forma continua sobre los acontecimientos. No es que no me preocupara Fukushima, es que no focalizaba la atención en un solo apartado del conjunto.

Pero además seguía con atención lo que pasaba en Fukushima por una razón personal, que anuncié al principio y comento ahora: pensaba en parte de mi familia. Como he dicho antes, yo ya no trabajo en el sector desde hace mucho, pero uno de mis hermanos sí (y otro mantuvo alguna relación). Es decir, claro que entiendo la posición angustiosa que pasaron los trabajadores y los vecinos de la central. Podía imaginármela desde un punto de vista incluso personal.

Toda mi familia y mi entorno de origen tiene una trayectoria ligada con el riesgo: venimos de una zona de mineros del carbón, y para mi medio social el peligro ha sido siempre algo cotidiano, algo que se intentaba minimizar, pero que no constituía una barrera infranqueable, sino algo que se consideraba como parte de la ecuación de la vida. Cuando mis hermanos empezaron a trabajar en la mina, a nadie nos resultó agradable, pero aceptamos el riesgo como un elemento más de la elección vital. Cuando la mina cerró y pasaron a trabajar en las nucleares, la transición fue equivalente, con la percepción incluso de que el riesgo era ahora mucho menos importante.

Es más, yo mismo en su tiempo, y mi hermano ahora, hubiéramos trabajado en una función equivalente a la de los famosos “héroes de Fukushima” si la tragedia hubiera sucedido aquí. héroes de FukushimaEs decir, sé de lo que va el riesgo y lo viví como propio. Por eso valoro su determinación y su valentía, pero a la vez me extrañó en parte la reacción de gran parte del público cuando llegaron las noticias, y cuando se les premió con el Príncipe de Asturias (un premio, por cierto, que hace tiempo dije que deberíamos eliminar cuanto antes). Los héroes fueron tales porque juzgaron los riesgos de forma realista y porque cumplieron con su deber.

Algunos medios hablaron de la cultura japonesa, y del código de honor de los samuráis. Gilipolleces. No dudo que los profesionales de la protección radiológica en las centrales nucleares españolas habrían actuado de la misma manera. De la misma manera que los mineros hispanos no dudan en arriesgar su vida cuando sus colegas están atrapados por un derrumbe o los bomberos entran en una casa en llamas, esos profesionales hacen lo que consideran su deber.

Fueron unos héroes, sin duda. Pero es un signo de los tiempos el que hacer su trabajo se considera una heroicidad. Quizás porque en la sociedad de consumo se ha olvidado que el trabajo es una de las principales fuentes de dignidad. Creo que todos debemos estar orgullosos de ellos. Y aceptar que los riesgos se afrontan, no se evaden.

Si deseamos acabar con la energía nuclear, que sea porque hemos valorado los riesgos y tenemos alternativas mejores. No porque nos hayan asustado con exageraciones y algunas mentiras.

La conspiración angloparlante

En la polémica sobre el espionaje de Estados Unidos a los gobiernos presuntamente aliados (europeos y latinoamericanos) hay un detalle que me parece altamente significativo y sobre el que estimo que no se ha hecho el suficiente hincapié: que estas acciones no han caído sobre todas las naciones y todos los ciudadanos, ya de ellas no sólo se han librado, sino que incluso han cooperado, otros países, unidos por un lazo común: el idioma. Hasta el punto de que podríamos hablar de una auténtica «conspiración angloparlante».

Aclaro que no creo en «la gran conspiración». Un plan maestro, de los judíos, Davos, el club Bilderberg, la CIA o los extraterrestres. Mi educación científica me lleva a inclinarme ante la «navaja de Occam»: la explicación más sencilla es la más probable. De hecho, tenía medio redactado un texto contra la llamada conspiranoia para un dosier para una revista en esperanto en la que colaboro a veces, y algunos de cuyos miembros en ocasiones se han mostrado demasiado proclives a interpretar el mundo como un gran teatro manejado por una mano oculta. Este visión me parece no sólo errónea, sino peligrosa, porque nos hace sentir inferiores y paraliza la rebelión contra las iniquidades del sistema.

Pero es evidente que existen conspiraciones, es decir, que hay individuos, organizaciones y gobiernos que con-spiran, respiran (y planifican y actúan) juntos. Y que algunos de ellos son más poderosos que los demás, y de alguna manera nos marcan el camino.

Tanto en el caso actual de la NSA, como el ya conocido de Echelon, no es verdad que EEUU espíe a todos, amigos como enemigos. En realidad se ha confirmado que no espía a los gobiernos anglosajones: Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Canadá. Es más, colabora con ellos para espiar a los demás, incluso por motivos meramente económicos. Hay aquí una verdadera conspiración, que es mucho más significativa de lo que parece: con los que comparten el mismo idioma y cultura frente a todos los demás, incluidos los que parecían aliados pero son considerados como «los otros»

En las noticias se han filtrado detalles sobre reuniones secretas, acuerdos ocultos de los que no se enteran ni las autoridades poco fiables, intentos de dominación mundial de un bloque. Lo que podríamos llamar una conspiración. Incluso con un nombre en clave, «Cinco Ojos» (Five Eyes)

Así que de conspiración podemos calificar los intentos de extender el inglés como única lengua internacional. Debo confesar de nuevo que era una idea en la que algunos compañeros esperantistas suelen insistir, y que yo consideraba simplemente como una de las vías de dominación cultural, a la que no merecería la pena calificar como conspiración porque se trata de un medio de promoción de la supremacía cultural, similar a los esfuerzos similares del Instituto Cervantes u otros similares.

Creo que me voy a tener que tragar parte de mi escepticismo. Las conspiraciones existen. Y la hegemonía del inglés, por si alguien lo dudaba, no es casual. Está promovida por los países anglosajones para defender su interés común. Como dijo abiertamente Margaret Thatcher ante la Hoover Institution en la Universidad de Stanford en julio del 2000:

«In this twenty-first century, the dominant power is America; the global language is English; the pervasive economic model is Anglo-Saxon capitalism.»

La conclusión que yo deduzco es que los que pretenden transformar el mundo deberían con-spirar más, en vez de hacer cada uno la guerra por su cuenta y fiarlo todo a la revolución interna individual. Deberíamos promover más la colaboración, y, visto lo visto, tampoco vendría mal algo de secretismo, en vez de tantas plazas abiertas y tantas asambleas. Y deberíamos darnos cuenta que una lengua como el esperanto no es un lujo ni una frikada: es un elemento de resistencia a la dominación imperial. Ellos tienen clara la importancia del idioma.

Ana Botella y nuestro complejo con el inglés

Hace un par de años defendí en este blog a José María Aznar por atreverse a hablar en inglés, y ahora voy a hacer lo mismo con su mujer. A quien me conozca, le va a parecer que me he vuelto loco, y más si tenemos en cuenta que soy un conocido defensor del esperanto. Mi fama de sostener ideas excéntricas va a aumentar todavía más. Pero es que me parece que las críticas que se le han hecho estos días a la alcaldesa de Madrid por este motivo son despiadadas y desproporcionadas, producto más bien de los complejos de los españoles en relación con la lengua inglesa.

Las redes sociales se han hartado de ridiculizar el discurso de Ana Botella ante el Comité Olímpico Internacional, con ocasión de la presentación de la candidatura de Madrid para los Juegos Olímpicos del año 2020. La fiesta empezó con el programa de El Gran Wyoming, que ridiculizó la actitud de la alcaldesa durante la rueda de prensa previa. Sin embargo, si se examina el clip con detalle, me temo que el problema no es el inglés de la alcaldesa, que demostró que se defiende bien, sino otros rasgos. Por ejemplo, el pecado básico de los políticos (y muchos otros) de responder lo que quieren aunque no tenga que ver con lo que le preguntan, o la falta de precisión sobre las cifras, que hacen dudar a cualquiera sobre el argumento básico (que a mí aún me asombra que alguien creyera) de que casi todas las infraestructuras ya estaban construidas. El problema verdadero de dominio del inglés estaba en el presidente del Comité Olímpico Español… y luego vuelvo a ello.

Cuando llegó el discurso ante el COI, creo que todo el mundo tenía el hacha levantada. Si se escucha sólo una parte, seleccionada por las redes, el impacto puede ser negativo, pero recomiendo que se escuche el vídeo completo y original.

En mi opinión, para nada se trata de un mal discurso desde el punto de vista del idioma. La pronunciación es clara, con acento, lógicamente, pero no excesivo. Cualquier miembro de un organismo internacional está acostumbrado a discursos con peor nivel, con acentos ininteligibles. Incluso lo de mezclar un par de expresiones en español, como el ya famoso «relaxing café con leche in the Plaza Mayor» es una figura retórica inobjetable, que seguro que entendieron todos y tomaron como una invitación amigable y hasta cálida. Sinceramente, creo que no es ahí dónde está el problema, y si hay que buscar una pega, es más bien la pésima oratoria que la mujer de Aznar posee incluso en castellano.

Es más, parece que es lo que se menciona en redes sociales en inglés, donde no se ve el problema. Incluso he mirado en la prensa anglosajona y no he encontrado críticas en este sentido… salvo en los comentarios escritos por españoles.

Si me lanzo a escribir esto, y a sostener una posición que por lo que veo es minoritaria en España, no es por espíritu de contradicción, ni por defender a una política que (en eso coincido con todo el mundo) no está capacitada para su puesto, al que obviamente ha llegado por nepotismo, sino por otras razones.

En primer lugar, y aunque pueda parecer paradójico, creo que esta crítica tan despiadada va a hacer daño al dominio de idiomas en España. Me explico: uno de los grandes problemas de los españoles en relación con el aprendizaje de otras lenguas, y que no tienen otros hablantes, es el miedo al ridículo, a no hacerlo de forma perfecta, lo que frena la espontaneidad. Para aprender un idioma (como digo yo siempre a los que están aprendiendo incluso el más fácil de todos, el citado esperanto) sólo hay una manera: practicar, practicar y equivocarse. Las burlas a Ana Botella van a hacer que la gente se corte aún más.

La segunda razón es que constato de nuevo los complejos de los españoles con relación al inglés: nos creemos que en todos los países se habla inglés como en los Países Bajos o Suecia, pero no es así. Repito lo que dije en el primer enlace que incluí arriba: a los políticos españoles, y a los madrileños en especial, se les puede criticar por muchas razones, y los Juegos Olímpicos nos han dado razones sobradas para ello, pero es injusto que la medida sea el dominio de una lengua extranjera.

Eso sí, quien es indefendible es el Presidente del Comité Olímpico Español, porque en este caso el dominio de idiomas es uno de sus principales cometidos. ¿Cómo es posible que tras tantos años de comilonas por todo el mundo, con (se supone) negociaciones internacionales complejas, pueda soltar un «no listen the ask»? Es un auténtico impresentable, que debería haber dimitido hace tiempo, cuando se supo que había plagiado su tesis, dirigida por alguien a quien él mismo había dado una prebenda. O que es capaz de responder esto el día anterior:

Dios lo sabe todo de Madrid 2020, porque sabe lo importante que es para España. Ojalá ilumine a los que votan: ‘Ayuda un poquito a este país, que tanto ha hecho’. Dios va con Madrid, no tengo duda.

En cualquier país medianamente serio, un inútil así hubiera dimitido ya hace tiempo. Que dos días después siga en su puesto, y encima jaleado por sus secuaces, demuestra que el menor de los problemas de nuestros representantes, y de nuestra sociedad, es nuestro acento.

¿Quién entiende la política occidental en Siria?

Estos días ha sido noticia en todos los informativos la última barbaridad en la guerra civil de Siria: un combatiente que extrae y muerde el corazón de un enemigo. Lo que a algunos ha sorprendido es que el perpetrador de ese crimen era uno de los buenos. Un comandante de uno de los grupos que están siendo apoyados por las potencias occidentales. ¿Hay alguien que lo entienda?

Quizás se podría decir que se trata de un incontrolado, y que no es representativo de la oposición. No lo discuto, pero aun así, incluso olvidándonos de este episodio, toda la política de Estados Unidos y Europa Occidental, con la complicidad de Israel, me parece un despropósito. Parece que no hemos aprendido nada de los fracasos y errores de la invasión de Irak: la limpieza étnica, la emergencia de poderes igualmente autoritarios, el crecimiento de la intolerancia religiosa, la catástrofe económica, el disgregamiento social. Lo mismo está ocurriendo en Siria, con el apoyo de quien debería saber más. La primera vez se podría alegar ignorancia, ahora no.

Que los únicos que van a sacar tajada de la situación van a ser los fundamentalistas, apenas es discutible. Y que no nos digan que se trata de apoyar la democracia: cuando los rebeldes están siendo armados por las monarquías del Golfo, y especialmente por el gobierno de Arabia Saudí, el régimen más opresor del mundo, ese argumento es insostenible.

No voy a dar lecciones a gente que seguro que conoce mejor toda esa zona, pero al menos puedo decir que ya lo había anunciado. Al comienzo del conflicto ya hice notar la importancia del etnismo, basándome en la experiencia de situaciones similares. El régimen semimonárquico de Assad puede ser opresor, pero no puede ser despreciado sin tener en cuenta la complejidad de la sociedad siria.

Tampoco voy a ofrecer soluciones, por la misma razón, aunque sospecho que las iniciativas de los gobiernos chino y ruso son en este caso mucho más realistas que los europeos, que están guiándose por la inercia de apoyar todo lo que hagan los Estados Unidos, y éstos a la vez por demostrar su propio liderazgo. En el fondo sospecho que se trata de una inmensa partida de ajedrez, donde hay cálculos geopolíticos relacionados con Irán, el petróleo, y otros aspectos similares, en los que el pueblo de Siria es un mero peón.

En algún momento los ciudadanos occidentales tendremos que reaccionar, y decir claramente a nuestros dirigentes: ¿no hay otro camino?

Buena iniciativa, pésimamente presentada

Se ha presentado estos días una iniciativa que yo considero una de las mayores prioridades políticas que se pueden plantear actualmente en nuestra sociedad: un Movimiento Antifascista a nivel europeo. En esta página se puede leer el Manifiesto Antifascista que se ha elaborado a iniciativa de los compañeros griegos que estos días están sufriendo el auge de un horrible movimiento neonazi, el llamado Amanecer Dorado. Estoy tan de acuerdo con el contenido, incluyendo la urgencia de organizarse para detener a la peste parda, que lo he traducido al esperanto, y espero que en breve esté accesible en la web.

El fascismo va a ser una de las consecuencias de esta crisis, sin duda. Las medidas de austeridad producen miedo, y el miedo conduce a refugiarse en grupos y en viejas estructuras, y la extrema derecha se aprovecha de ello. Si la izquierda no es capaz de mostrar que se trata de una crisis estructural, que sólo se cambiará con otro sistema económico y otras relaciones de poder, y si no es capaz de mostrar iniciativas a largo plazo, los más débiles van a buscar refugio en el patriotismo y el grupalismo, como ya he dicho en ocasiones anteriores en este blog. Volverá el fascismo como vino en los años 30 o terminaremos en un golpe monárquico como en los años 20.

Incluso estoy de acuerdo con que la batalla debe plantearse a nivel europeo, para lo que es necesario otro europeísmo.

No obstante, debo plantear una crítica, ya que creo que se ha cometido un error gravísimo en la presentación del Manifiesto y el Movimiento, al menos en España. Se ha difundido como un manifiesto de intelectuales, o al menos así ha salido en los pocos medios que se han hecho eco del mismo (1, 2, 3)

Escritores, profesores, políticos, es decir, los habituales firmantes de manifiestos públicos. Sólo faltaban los actores y ya hubiéramos tenido todos los ingredientes para atraer la indiferencia, cuando no el desprecio, de los que deben ser los verdaderos destinatarios de una iniciativa como ésta: los trabajadores y las clases populares que son los que pueden verse atraídos por las propuestas fascistas. En mi entorno tengo a numerosas personas que están siendo atraídas por los cantos de sirena de la extrema derecha, trabajadores modestos, que están buscando alternativas a una situación que les supera, y puedo asegurar que un escrito presentado en el Círculo de Bellas Artes no les va a impresionar, desgraciadamente. Respeto mucho a la mayoría de los que aparecen como firmantes en esas noticias, pero en la guerra de culturas que se está gestando en Europa, como antes en Estados Unidos, los trabajadores no se identifican con la mayoría de ellos, y necesitan referencias más cercanas. Es más, me temo que tampoco va a ayudar el énfasis que se hace sobre las reivindicaciones cercanas a la nueva izquierda, y el enfoque demasiado corto sobre las soluciones económicas y de poder.

En mi humilde opinión, debería haberse buscado otra forma de presentación, con representantes de movimientos emergentes, más de base, en un lugar verdaderamente popular. Puedo entender que no es fácil romper el bloqueo informativo, pero se necesita una renovación de planteamientos si se quiere un «movimiento unitario, democrático y de masas».

En cualquier caso la idea no sólo es buena: es imprescindible. La amenaza neofascista es real, y sólo uniéndonos por encima de las fronteras podremos pararla y crear auténticas mareas solidarias.

Soros nos descoloca a todos

George Soros descoloca a todos. Parece que una persona tan difícil de ubicar en la dicotomía izquierda/derecha, va a dar lugar a críticas por todos los lados.

Para empezar, nadie sabe muy bien como catalogar su discurso de hace un par de días en el encuentro de Davos. Como parece que no tiene ningún problema, a su edad y con su dinero, de decir lo que piensa, no me extraña que cada uno lo interprete a su manera (aunque la traducción de su intervención por parte de la agencia EFE no ayude tampoco)

Para intentar enterarme, he buscado un poco en sus intervenciones últimas, y he comprobado de nuevo que haga lo que haga sus intervenciones van a ser consideradas como de extrema izquierda y antiisraelíes por los conservadores norteamericanos y de otros países, y como ultracapitalistas y prosionistas por los progresistas del mundo entero. Dos ejemplos recientes.

Hace unas semanas se ha difundido una noticia sobre un conflicto dentro de la organización Human Rights Watch, en relación con el despido de un destacado investigador por sus artículos sobre Hamás. El hecho de que Soros financie en parte HRW, supone para este analista de Libertad Digital que la organización ha tomado una deriva antiisraelí, mientras que para este músico y escritor antisionista hay un evidente sesgo antipalestino y favorable a Israel.

Soros y Obama

La figura que acompaña este texto está tomada de Frontpage, una revista norteamericana ultra-conservadora. Según su teoría, Obama es un muñeco en las manos de Soros, que trata de convertir los Estados Unidos en un país socialista, con su financiación de nuevos movimientos en apoyo de Obama. Otros han visto esa iniciativa como un nuevo ejemplo de la influencia de las grandes corporaciones en la política de ese país.

No es la primera vez que se utiliza a Soros para atacar a Obama, ni es la primera caricatura en que se pinta a éste como un muñeco en manos de aquél. Ya hace un par de años comenté en este blog cómo sus ideas universalistas, heredadas en parte de su padre esperantista, habían sido distorsionadas para hacerle algo así como el padre de un Nuevo Orden Mundial, que anularía la excepción americana.

Incluso puede servir para ataques a la vez antisemitas y prosionistas. Y es que Soros da para eso y más. No hay quién se aclare con él.

En cambio, yo creo que su definición es clara: es un liberal clásico. No como los liberales españoles, que son todos funcionarios. Un liberal abierto, universalista y comprometido, sin dejar de estar a favor del libre mercado. No es de extrañar que muchos no puedan clasificarle fácilmente.

El inglés es malo para el debate europeo

No lo digo yo, y no es un caso de anglofobia: es un debate que está teniendo lugar estos días en la blogosfera europeísta: el predominio del inglés mata el debate europeo.

Es una frase de Ronny Patz, un politólogo, doctorando en la Universidad de Potsdam, que trabaja en Bruselas, en la oficina de la UE de la organización Transparencia Internacional, y es uno de los blogueros más destacados sobre temas europeos, editor entre otros del portal Bloggingportal.eu.

En su primer artículo del año 2013 ha vuelto a relanzar una discusión que se repite periódicamente y que han tratado recientemente también Javier Ruiz, otro bloguero español, ahora residente en Suecia, o Joe Litobarski, sobre los problemas causados ​​por el uso del inglés como lengua principal en la blogosfera común sobre asuntos relacionados con la Unión Europea.

El problema, según Patz, no es sólo el hecho de que los blogueros de otras lenguas permanecen encerrados en sus espacios nacionales, sino también que en la blogosfera en inglés dominan demasiado los debates específicos relacionados con los países que tienen este idioma como principal, y especialmente, cuando se trata de la UE, los de Gran Bretaña. En sus propias palabras:

El inglés como lengua común es malo. Si lográsemos acallar los debates recurrentes sobre Gran Bretaña, el inglés sería una herramienta excelente para un debate a escala europea. Pero como no podemos silenciar el debate británico, estamos condenados (nota: esto es una exageración). Por lo tanto, mi intención para el 2013 es la siguiente: en la medida de lo posible ignorar los debates británicos, no difundir las entradas sobre este asunto en Bloggingportal.eu, y en vez de ello enlazar a otras discusiones.

Cualquier debate sobre temas ingleses, como las repetidas amenazas sobre la salida del Reino Unido de la UE, se discute mucho más que, por ejemplo, los problemas de los campesinos polacos y la conveniencia o no de la entrada de Polonia en la zona euro.

Ya lo hice ver no hace mucho, en otro artículo de este blog, en el que abogaba por una Europa esperanto (es decir, «una Europa democrática, sin privilegios para habitantes de países poderosos ni para capas sociales que tienen los medios de influir en las decisiones tomadas en lugares alejados del resto de ciudadanos»): «se habla de que se necesita respeto a la diversidad, pero un idioma nacional domina la vida europea, al igual que un pensamiento único gobierna la política económica y una camarilla de políticos, o bien no electos o sólo designados por una parte de los ciudadanos, imponen todas las decisiones.»

Justamente el esperanto podría ser, en teoría, una solución a este problema. Un idioma neutral, de todos, suficientemente fácil como para poder dar las mismas oportunidades a cualquier persona que se interese por la política europea. De hecho, en esa misma discusión entre blogueros influyentes, uno de ellos Mathew Lowry, australiano de Bruselas, creador de la plataforma BlogActiv.eu, proponía a los esperantistas que creásemos una red de blogs en los distintos países para discutir temas relacionados con la UE.

Confieso que soy escéptico, y así lo he manifestado públicamente (en la revista en red Libera Folio). Europa CivitanoEs verdad que existe alguna iniciativa interesante, como el blog «Eŭropa Civitano» , que recoge informaciones muy variadas sobre los problemas europeos, de forma mucho más diversa y amplia que la mayoría de los medios convencionales, en una prueba más de la diversidad encarnada por el esperanto. Pero por el momento los avances son demasiado reducidos. Como ya dije en otro momento: nuestro problema actual es que no alcanzamos la necesaria masa crítica, y proyectos de este tipo requieren unos medios y compromiso de los que los esperantistas europeos carecemos.

Pero en general el debate puede ser un buen indicador de que los propios observadores más directos de la realidad de las instituciones europeas no están muy satisfechos con la situación actual.

Lo prueba también la espantá del periodista Jean Quatremer, corresponsal en las instituciones europeas del diario francés Libération, que se negó a asistir a la presentación de la nueva presidencia irlandesa de la Unión, en protesta por que todos los actos y documentos se presentaron únicamente en inglés. Un incidente muy difundido y polémico, pero que en España, que está siempre de espaldas a estos debates europeos, ha pasado inadvertido.

Quien mejor ha expresado la clave del asunto es, significativamente, Philip Gordon, encargado de Europa en la secretaría de Estado de los Estados Unidos, que dijo hace unos días

“Tenemos una relación creciente con la UE, que a su vez tiene una voz creciente en el mundo, y queremos ver una fuerte voz británica en ella. Va en interés de los Estados Unidos (That is in America’s interests). Gran Bretaña siempre ha sido un socio especial de los EE.UU. Comparte nuestros valores, nuestros intereses, y dispone de recursos significativos para aportar. Más que nadie, su voz en la Unión Europea es esencial y crítica para los EE.UU.”

El predominio del inglés en la UE avanza de forma imparable. Y a quien más le beneficia es al gobierno de Estados Unidos.