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25 militares de la República

Al final salió: se acaba de publicar el libro «25 militares de la República», que, editado por el Ministerio de Defensa, recoge las biografías de, como indica el título, 25 militares profesionales que durante la guerra civil defendieron la legalidad republicana, y por ello sufrieron la venganza y la inquina del régimen triunfante. Portada del libro '25 militares de la República'Como hizo notar en la presentación del libro su coordinador, Javier García Fernández, de los veinticinco, siete murieron fusilados, quince exiliados, y tres en España, pero perseguidos o despreciados.

Hago notar un dato que he mencionado, y que podría pasar inadvertido: la obra ha sido editada por el Ministerio de Defensa. Ello es notable, porque por fin desde ese organismo se reconoce el valor de personalidades que fueron miembros de las fuerzas armadas, y de los que éstas no parecían sentirse herederas ni orgullosas. Se trata sin embargo de figuras que cumplieron con su deber de forma estricta: obedeciendo a sus superiores y a la legalidad de su país.

El libro contiene una contribución mía: la biografía del coronel Julio Mangada Rösenorn. Sobre este destacado militar ya he tratado en esta web en diversas ocasiones, dada su fuerte vinculación con el movimiento esperantista. Le había dedicado una amplia semblanza en esperanto, pero faltaba hasta el momento una biografía más completa en castellano. Como he dicho en otras ocasiones, era extraño que una persona que fue tan famosa en diversos periodos de su vida, hubiera sido condenada casi al olvido salvo en ambientes especializados. Peor aún: incluso en estos ámbitos su imagen está claramente distorsionada: se le adjudica una fama de loco, derivada de algunas caracterizaciones de la época, que creo que no merece, o que al menos deben ser fuertemente matizadas.

No voy a negar que ciertos rasgos de Mangada le acercan a una figura quijotesca, en ambos sentidos de la palabra («hombre que antepone sus ideales a su conveniencia y obra desinteresada y comprometidamente en defensa de causas que considera justas, sin conseguirlo» y «hombre alto, flaco y grave, cuyo aspecto y carácter hacen recordar al héroe cervantino», según el DRAE), y así lo he hecho notar en el texto. Pero espero haber dado los elementos de juicio necesarios para que cada lector saque una conclusión más fundada sobre su personalidad, sobre la que ha caído un juicio que sucesivos historiadores habían aceptado hasta ahora con poco espíritu crítico.

La biografía que he publicado cubre todas sus facetas: su vida personal y profesional, su activismo, su relación con diversos movimientos sociales, sus momentos de brillo y su posterior apagamiento, las opiniones muy polarizadas sobre su papel militar y político y sobre su carácter. En el proceso de edición se ha suprimido una parte de su relación con el esperanto, una de las actividades que más le ocuparon, y que en gran parte permite valorar su carácter, ya que su aproximación a este idioma estaba netamente ideologizada. Tampoco ha cabido la discusión sobre su amplia obra escrita, algo que le diferenciaba de la mayoría de sus colegas de armas. Es una pena, porque creo que completaban bien su figura, aunque comprendo que en el contexto de una obra como ésta no se puede profundizar en todos los aspectos que definen la personalidad de los biografiados.

Jorge Martínez Reverte y Javier García Fernández durante la presentación del libro '25 militares de la República'No sé si la obra va a tener la difusión que merece, y va a conseguir el objetivo que sería deseable. En los medios sólo he visto hasta el momento un reportaje amplio: la entrevista que «Público» hizo al coordinador del libro. La primera noticia sobre éste, no obstante, fue indirecta: el artículo de Ángel Viñas en «El País» sobre uno de sus biogrados, el coronel Segismundo Casado. Se trata sin embargo de un artículo que ilustra uno de los problemas historiográficos del que este libro al parecer no se libra: que incluso tras más de setenta años es difícil evitar la guerra cainita en el interior del campo republicano. Las polémicas sobre las culpabilidades de cada facción son irreconciliables, y aparecen a poco que se rasque. De hecho, en la propia presentación del libro se reprodujeron estas diferencias de opinión, en la intervención de Jorge Martínez Reverte, que copresentó el acto (y que aparece en la fotografía adjunta, junto con Javier García Fernández), y en el debate posterior. A mí no me parece mal el debate (y de hecho he expresado mi opinión en este mismo blog), pero me parece que a menudo la pasión puede sobre la objetividad, y que no era éste el lugar más adecuado para tratar un tema importante, pero que puede oscurecer el objetivo principal de la obra: recordar a aquéllos a quienes su condición de perdedores les hurtó de ser reconocidos como se merecen, incluso por la institución, el ejército, que tantos sirvieron con lealtad y honestidad.

Un debate contaminado por la Inmaculada

Voy a cumplir mi rito anual: como todos los años este día 8 de diciembre me voy a meter con la Purísima 🙂

Pero este año no voy a estar solo. Por fin se empieza a debatir si tiene sentido una fiesta como ésta. Aunque me temo que, como de costumbre, el debate se ha desenfocado a propósito, para dejar de lado la raíz de la cuestión, hablar sólo de productividad, y aprovechar para eliminar derechos sociales, sin entrar en el fondo. En concreto, el problema no es que haya muchas fiestas, con la posibilidad de unir días sueltos para aumentar el periodo de descanso, ya que en el fondo es mucho más importante el número total de horas trabajadas. Lo ha explicado mucho mejor Isaac Rosa, así que me evito más consideraciones.

Lo que ocurre es que se ha tomado una situación excepcional, este inmenso puente al final del año, como un espantajo para generalizar una situación particular, y para dar argumentos a un intento de eliminar otro tipo de derechos. En concreto, quiero defender que no es que haya demasiadas fiestas, sino que los periodos de descanso no los determina una planificación racional o una tradición aceptada, sino la fuerza injustificada de una instancia que aún mantiene más poder de la que merece: la Iglesia católica.

El problema con este puente es que se concentran fiestas en un mes que no las necesita, cuando ya están tan próximas las celebraciones del solsticio de invierno (perdón, de la navidad). En cambio, tendremos un primer trimestre sin apenas descansos, que se nos va a hacer larguííííísimo. La Virgen

Pero es que además esta fiesta no tiene ningún sentido: casi nadie sabe lo que se celebra. Es más, como ya dije en otra ocasión en mi anterior blog, quien cree que lo sabe, en la mayor parte de los casos está equivocado. Pruébalo: piénsalo y luego pincha en el enlace; es posible que te lleves una sorpresa (pista: no es el embarazo de María)

En fin, que si van a cambiar las fiestas, que no dejen opinar a la Iglesia católica. Quién sabe que nuevo calendario absurdo se les ocurriría proponer.