Estos días ha sido noticia en todos los informativos la última barbaridad en la guerra civil de Siria: un combatiente que extrae y muerde el corazón de un enemigo. Lo que a algunos ha sorprendido es que el perpetrador de ese crimen era uno de los buenos. Un comandante de uno de los grupos que están siendo apoyados por las potencias occidentales. ¿Hay alguien que lo entienda?
Quizás se podría decir que se trata de un incontrolado, y que no es representativo de la oposición. No lo discuto, pero aun así, incluso olvidándonos de este episodio, toda la política de Estados Unidos y Europa Occidental, con la complicidad de Israel, me parece un despropósito. Parece que no hemos aprendido nada de los fracasos y errores de la invasión de Irak: la limpieza étnica, la emergencia de poderes igualmente autoritarios, el crecimiento de la intolerancia religiosa, la catástrofe económica, el disgregamiento social. Lo mismo está ocurriendo en Siria, con el apoyo de quien debería saber más. La primera vez se podría alegar ignorancia, ahora no.
Que los únicos que van a sacar tajada de la situación van a ser los fundamentalistas, apenas es discutible. Y que no nos digan que se trata de apoyar la democracia: cuando los rebeldes están siendo armados por las monarquías del Golfo, y especialmente por el gobierno de Arabia Saudí, el régimen más opresor del mundo, ese argumento es insostenible.
No voy a dar lecciones a gente que seguro que conoce mejor toda esa zona, pero al menos puedo decir que ya lo había anunciado. Al comienzo del conflicto ya hice notar la importancia del etnismo, basándome en la experiencia de situaciones similares. El régimen semimonárquico de Assad puede ser opresor, pero no puede ser despreciado sin tener en cuenta la complejidad de la sociedad siria.
Tampoco voy a ofrecer soluciones, por la misma razón, aunque sospecho que las iniciativas de los gobiernos chino y ruso son en este caso mucho más realistas que los europeos, que están guiándose por la inercia de apoyar todo lo que hagan los Estados Unidos, y éstos a la vez por demostrar su propio liderazgo. En el fondo sospecho que se trata de una inmensa partida de ajedrez, donde hay cálculos geopolíticos relacionados con Irán, el petróleo, y otros aspectos similares, en los que el pueblo de Siria es un mero peón.
En algún momento los ciudadanos occidentales tendremos que reaccionar, y decir claramente a nuestros dirigentes: ¿no hay otro camino?