Gran escándalo se ha producido por el uso de las lenguas cooficiales en el Senado. ¡Imperdonable despilfarro en épocas de crisis! El debate ha dividido a quienes están a favor de la visibilidad de las lenguas minoritarias, frente a quienes lo ven innecesario y caro.
No voy a entrar a fondo en algo ya tan debatido por otras personas. Pero me permito presentar un compromiso, a la vez original y razonable: que se usen todas las lenguas españolas pero no se traduzcan.
¿De verdad un senador no es capaz de entender el gallego o el catalán sin un traductor (el caso del vasco lo dejo para luego)? Una Cámara diseñada para representar la pluralidad de España debe mostrarla en su seno, pero es que también sus integrantes deberían ser conscientes y representantes de esta diversidad.
Además, creo que no es difícil. Se ha hecho casi habitual no traducir ni subtitular las declaraciones que se muestran en gallego en la televisión, y casi todos los hispanohablantes son capaces de entenderlas sin grandes dificultades. El caso del catalán no es muy diferente, y conozco a algún gallego que se ofende de que no se subtitule su lengua pero sí el catalán. En cualquier caso, incluso aunque no sea inmediato para todo el mundo, los senadores podrían hacer un esfuerzo, y además nos evitamos las polémicas sobre el caso del valenciano o el balear. Ojo: no estoy hablando de aprender a hablar o escribir la lengua, sino de entenderla. Es decir, sugiero un bilingüismo pasivo.
Si hace falta, creo que nadie se opondría a que se impartieran clases para los senadores nuevos al principio de la legislatura. Sólo en casos excepcionales podría recurrirse a los traductores, o incluso, dado que actualmente casi todos los discursos suelen ser leídos, a la entrega previa de una traducción escrita, lo cual por otra parte sería inevitable en la práctica en el caso del eusquera.
Ello evitaría la mayor parte de los gastos que tanto parecen importar en estos tiempos (aunque si se recurriera a la medida de los famileuros que proponía en un anterior artículo se observaría que estamos hablando de cantidades de unos familicéntimos, muy inferiores a lo que se gasta en otros proyectos mucho menos importantes). Además, el mismo método podría emplearse en el resto de encuentros informales, en comisiones, pasillos o cafeterías, que también se han mencionado en otras reacciones.
Pero sobre todo sentaría un importante ejemplo para otros encuentros que se plantean en la convivencia cotidiana en España. Seguramente ganaría la normalización si viéramos que nuestros representantes son capaces de hacerlo. La mayoría de españoles medianamente cultos podrían llegar fácilmente a alcanzar un nivel suficiente para niveles medios de comprensión.
Además, creo que este procedimiento se podría generalizar. No sólo al resto de ciudadanos, sino a otras lenguas.
Entender las lenguas romances
De hecho, a pesar de que he aprovechado esta circunstancia particular del debate en el Senado, se trata de una propuesta que me ronda desde hace algún tiempo, y al que ya hace tiempo tenía previsto dedicar algún artículo, tras diversos contactos con italianos y hablantes de portugués. Y es que con carácter general debería ser innecesario traducir entre la mayoría de las lenguas romances. Desde luego, más absurdo aún es emplear una lengua de relación perteneciente a una familia separada, como el inglés, algo que he experimentado y he visto hacer a menudo a turistas españoles en Italia.
En realidad, la mayoría de las lenguas romances se parecen lo suficiente como para que, con un pequeño entrenamiento, casi cualquier persona pueda entender a un hablante de otra de estas lenguas. Insisto: no digo hablar el idioma, lo cual es evidentemente más difícil, sino entenderlo. Es decir, practicar el bilingüismo pasivo al que hacía referencia anteriormente.
Sé que tampoco es inmediato, y por eso hablo de entrenamiento, aunque mejor tendría que decir educación. Los gobiernos de países latinos deberían promover la enseñanza del resto de lenguas de la misma familia. Podría incluso sustituirse las lecciones de latín de la enseñanza media, que no tienen ningún sentido tal como hoy en día se promueven, y sustituirlas o complementarlas con una asignatura de lenguas latinas, más amplia y más general. Esta asignatura, coordinada en los distintos países, podría ayudar a alcanzar ese conocimiento pasivo de algunos de los idiomas más cercanos. Soy consciente de que en el caso de los hispanoparlantes ello no es fácil para conocer el francés o el rumano, pero al menos podría alcanzarse un nivel medio, mientras que entender italiano, portugués, y, desde luego, catalán o gallego, no presentaría ninguna dificultad.
Sugiero además que los acuerdos sean multilaterales y regionales. No sería difícil que los gobiernos latinos europeos se pusieran de acuerdo. También en el caso de Latinoamérica, aunque quizás con algunos matices diferentes (por ejemplo, insistiendo más en el español y el portugués). Un acuerdo más general corre el riesgo de quedarse en simbólico, como ocurre en el caso de la casi inoperante Unión Latina.
Se podría incluso incluir al esperanto, que en muchos aspectos es casi una lengua romance. De todos modos, en este caso no hay problema, ya que aquí el idioma se puede aprender de forma activa con la misma facilidad. Pero eso da para otro texto 😉
Queria decirte que en una pagina llamada Livemocha para el aprendizaje de idiomas, sin ningun tipo de conexión con el movimiento esperantista, esta enseñando esperanto basico.
Sería como Star Wars, cuando Han Solo habla con Jabba the Hutt.
Siempre me gustaba conversaciones entre personas hablando idiomas diferentes. También estoy de acuerdo de que entender un idioma extraño es más fácil de hablarlo.
Estic totalment d’acord amb la teva proposta, benvolgut Toño, i ja veus que l’aplico en aquest comentari. Però tu parteixes d’un punt de vista que, em temo, no és el de la gran majoria d’espanyols castellanoparlants que sembla que consideren que hi ha llengües de primera i llengües de segona. Llengües útils i llengües inútils. Hi ha uns quants indígenes que ens empenyem en parlar llengües inútils (“per molestar” opinen alguns), i no ens acontentem en parlar-les només en la intimitat, les volem parlar al carrer, als mitjans, a les escoles i a les universitats. Tot això ja és molt greu, però com a mínim està dins dels límits de la “reserva índia”. Però “manchar el senado español” amb llengües inútils, pecat capital, i a sobre que costi uns euros…
La teva proposta és innecessària i et diré per què: si els espanyols consideressin totes les llengües espanyoles com a iguals (com una riquesa…) només per tenir aquest punt de vista, l’espanyol mitjà ja hagués tingut, des de sempre, el mínim interès en, com a mínim, comprendre-les (a més, els mitjans ja n’haguessin fet una suficient difusió). Si no s’accepta el punt de vista inicial (com em temo que és el que passa), el que puguis dir els entrarà per una orella i els sortirà per l’altra perquè “no hay peor sordo que el que no quiere oir”.
Per a mi, una llengua no és un mer instrument, no és un martell que si no funciona el pots canviar per un altre (més modern, més potent, més internacional, més guai). La meva llengua no és el meu martell, és la meva mà! La meva llengua sóc jo! Per tant, suggerir que hi ha llengües pobres, petites, inútils, innecessàries, provincianes, perifèriques, no normals… és suggerir que jo sóc totes aquestes coses.
L’error estratègic dels espanyols monolíngües és, ha estat, espectacular: en lloc de considerar el gallec, el bable, el català, l’occità (aranès) i el basc com les llengües “més” espanyoles (ara ho explico), les han considerat quasi com a anti-espanyoles. Mentre que una persona que es digui Juan o José, el més probable és que no sigui espanyola, sinó americana, una persona que es digui Jordi o Itziar, pràcticament segur que té passaport espanyol. És a dir, el castellà és una llengua majoritàriament no espanyola (la majoria de diaris, publicacions, converses, webs… en aquesta llengua són fetes en territori no espanyol i per no espanyols), mentre que les converses, escrits, publicacions… en gallec, català i basc, pràcticament segur que es donen en el territori de l’actual Estat Espanyol i per persones que tenen aquesta ciutadania. Persones, que moltes d’elles (com un servidor) no se senten espanyoles, precisament pel rebuig que senten per ser com són. Han fet més feina els separadors que els separatistes!
Gracias a los tres por los comentarios.
Juan: efectivamente, sé que Livemocha tiene un curso de esperanto. No lo conozco bien, aunque supongo que será bueno. La ventaja de Lernu.net, que enlazo en el mensaje, es que contiene muchos recursos, incluidos foros, bibliotecas, etc.
Víctor: estic mes o menys d’acord 😉 De todas formas, el asunto de los nacionalismos y las lenguas es algo más matizable como para un simple comentario. Algún rato habrá que dedicarle un texto más largo pero mi tesis básica es que todo nacionalismo tiende a la homogeneización, y el monolingüismo es uno de los síntomas, quizás el más evidente en una sociedad moderna. El caso español es el más evidente aquí, pero no el único.
A algunas ideas parecidas llevo dándoles vueltas desde hace tiempo, pero no creo que sea precisamente buena idea quitar el latín del sistema educativo para sustituirlo por lenguas romances. Más bien lo que se debería hacer es enseñar el latín, de verdad, como lengua, de forma que realmente se sepa. Quien sabe latín y tiene “cuatro ideas” de cómo funcionan las lenguas romances en general y el tipo de cambios que hay, simplemente con una exposición regular a otra lengua romance puede hasta llegar a hablarla sin pasar por un estudio convencional de la misma. Yo más bien estaría a favor de que, de hecho, se diera más latín, para todos, desde más pronto y mucho mejor de lo que lo hacen demasiados profesores que aplican métodos “tradicionales” que vienen a tener un siglo de tradición rompedora con otros que en otras épocas fueron unidos a un uso internacional visible del latín.
Totalmente de acuerdo en lo absurdo que resulta una situación como que un italiano y un español se entiendan (o lo intenten, según el caso) en inglés. Es una cuestión de actitud hacia las lenguas y de consecuencias prácticas en lo que se aprende o no aprende. Si desde la base del sistema educativo se promovieran otras actitudes y experiencias concretas… Imaginemos, por ejemplo, programas extendidos de creación de contactos entre alumnos de diferentes países que sirvan para fomentar las lenguas romances y de la UE, más allá de que en algún colegio o instituto se ponga en contacto a los chicos españoles con las chicas inglesas y al revés… o una especie de Erasmus para primaria muy fomentado, aunque pronto vendrían las pegas monetarias…
Rodrigo: mi idea es más bien complementaria. El latín tal como se enseña (o como se enseñaba en mi tiempo) se convierte en una mera memorización de declinaciones. Una enseñanza de las bases del latín, junto con las reglas de las evoluciones que dieron lugar a las lenguas romances sería mucho más interesante, más útil y más atractiva.