Pronóstico equivocado sobre los Nobel

Está claro que este año no tengo suerte como adivino. Hace poco fallé en mi previsión sobre el vencedor del Mundial de Fútbol (aunque por poco), y ahora me he equivocado al pronosticar sobre los premios Nobel.

Cuando empezaron a anunciarse los resultados de los premios, comencé a albergar la esperanza de que este año se repitiese la experiencia del 2008. A saber, que de nuevo iban a resultar mucho más atractivos los premiados con las disciplinas científicas, confirmando la tendencia que en otros artículos he apuntado, de que la ciencia y los científicos están alcanzando cada más la atención pública.

Este año, el Premio Nobel de Medicina ha premiado un adelanto no sólo valioso, sino también popular (excepto entre la Iglesia católica, como siempre), la reproducción asistida. También el Premio de Física ha sido muy atractivo, no sólo por el hallazgo, del que sin duda vamos a oír hablar mucho en el futuro, sino también por la personalidad de los premiados, uno de ellos muy joven (poco menos que la referencia que comentaba recientemente, Paul Dirac), y el otro conocido también por sus esfuerzos divulgadores, que le habían llevado ya a recibir anteriormente el paródico premio IgNobel (¡ver abajo una rana levitando!). Los premiados de Química son algo más oscuros, al menos para mí, aunque el hecho de que las dos últimas categorías tengan que ver con el carbono conduce a un interesante punto de encuentro.

Animado por estas circunstancias, como decía, me atreví a pronosticar que este año los Premios de Literatura y de la Paz iban a ser adjudicados a personas de bajo perfil, quizás merecidos, pero no muy populares, y que de nuevo y excepcionalmente los científicos se iban a llevar el protagonismo. No ha sido así, al menos por el momento. Está claro que Mario Vargas Llosa es un premiado espectacular, y al menos en Latinoamérica y España se va a llevar todo el protagonismo. Creo que aún puede ocurrir el Premio Nobel de la Paz vaya a una persona o institución de más bajo perfil, o al menos no demasiado espectacular (ACTUALIZACIÓN: tampoco en esto he acertado, evidentemente), para compensar la polémica del año pasado, cuando se adjudicó a Obama, pero en cualquier caso el fenómeno que yo preveía ya no se va a producir.

Sobre Vargas Llosa no voy a escribir mucho aquí, porque ya bastante va a iniciar los medios y la red en español, aunque sí me extiendo algo más en mi blog en esperanto, un idioma al que, salvo error, no está todavía traducido. Hace tiempo que no leo ficción, y creo que él fue uno de los causantes de que dejara de hacerlo, así que no le sigo mucho últimamente. Tampoco suelo leer sus artículos periodísticos, ya que, como casualmente mencioné hace un par de artículos, me parece que suelen utilizar un método demasiado fácil y oportunista, glosando artículos de otros. Recuerdo que uno de los últimos que leí trataba sobre una familia de emprendedores peruanos, y para ello utilizaba como fuentes de información The Economist y The Wall Street Journal. ¿Cómo extrañarse de que perdiera la elección presidencial peruana, si para hablar sobre la situación de su país tiene que utilizar como referencia periódicos económicos anglosajones?

Sobre sus opiniones políticas, yo que me considero liberal y antinacionalista debería estar de acuerdo con él. Sin embargo, su liberalismo y su cosmopolitismo son muy distintos de los míos, ya que él considera ambos ligados y subordinados al mercado. Léase mi crítica a George Soros: creo que me evita repetir el artículo.

El esperanto interesa a los cineastas

Hace unos años escribí un breve artículo sobre el uso del esperanto en el cine, que se puede leer en esta misma web (en parte actualizado desde la primera edición del 2003) y que hace poco traduje al inglés. En él comentaba las dificultades que encuentra esta forma artística en la lengua internacional, sobre todo por la dispersión de hablantes y la dificultad en la distribución. También comentaba que ello en parte se iba a solucionar gracias a las nuevas formas de difusión, principalmente a través de la Red.

La previsión no era arriesgada, ya que ya entonces se estaban viendo los primeros pasos, pero desde entonces se evidencia un fuerte progreso en ese proceso. Más llamativo es que también aumenta una tendencia que entonces describía, y que a muchos les resulta más curiosa: el uso del esperanto por parte de cineastas no esperantistas, en ocasiones para dar un efecto especial a su obra. El ejemplo es más reciente es el corto de una directora turca, Tuğçe Sen, cuyo título original es “Senmova” (“Inmóvil” en esperanto), completamente hablado en esperanto, con subtítulos en inglés.

El cine y la cultura en esperanto

El esperanto ha sido considerado tradicionalmente como una lengua “libresca”. Nació por medio de la publicación de un libro, y con libros es como normalmente se aprendía y practicaba. La literatura era la joya de la cultura en esa lengua, y las personas más admiradas en el movimiento esperantista eran autores literarios. Evidentemente, también había formas de cultivar la lengua oral, en clubes, encuentros y congresos, pero en este campo sólo la radio ofrecía cierta continuidad. El dilema para muchos interesados en la difusión de esta lengua era: ¿cómo puede el esperanto convertirse en un medio de cultura popular en un mundo en el que el libro pierde su posición central entre las formas de cultura?

Como decía, hasta hace unos veinte años, la dispersión del movimiento esperantista impedía el cultivo regular de otras formas artísticas como la música o el cine. Pero los avances técnicos, y sobre todo la red, que tanto ha hecho por popularizar ambas formas, hasta el punto de que ambos se han hecho permanentes entre los jóvenes, también favorece el desarrollo de las mismas en el mundo del esperanto. Sobre todo la música en esperanto ha experimentado un desarrollo explosivo, plenamente consolidado, cuyo desarrollo posterior ya sólo depende del talento de los músicos.

En el caso del cine, los pasos son más inestables. Los canales de Youtube, Vimeo y otras redes disponen de bastante material, aunque la calidad de la serie “El esperanto es”, es más una excepción que una regla. Pero si se quiere disfrutar de mayor calidad y rigor, se puede acceder a una magnífica colección en la web Filmoj.net, que dispone no sólo de material original en esperanto, sino también subtitulado e incluso doblado a ese idioma.

El subtitulado es actualmente una tendencia en boga en la red. Google acaba de anunciar una iniciativa de subtitulación automática masiva, y aunque los traductores automáticos al esperanto dan todavía una calidad reducida, no es descabellado pensar que esa tendencia llegará también a esta lengua. Mientras tanto, pueden verse ejemplos de vídeos subtitulados en las conferencias de TED o en la página Subtekste.

Documentales

Las webs como Youtube se están empleando también para la introducción de material puramente documental, y hasta la organización más importante de este movimiento, la Asociación Universal de Esperanto ha creado su propio canal en esa red. Para hispanohablantes puede resultar interesante consultar la colección del canal abierto por el escritor Miguel Gutiérrez Adúriz, con material muy diverso, pero interesante incluso si no se habla esperanto.

Pero para este último público, es decir, personas interesadas en el esperanto, pero que no lo hablan, prefiero citar un reciente documental, de Sam Green, “Utopía en cuatro movimientos”. En la actualidad, otra importante organización, la más comprometida Asociación Mundial Anacional, SAT, está produciendo una película documental, dirigida por un director profesional Dominique Gautier, mostrando la viveza del movimiento y el carácter revolucionario de la lengua. El proyecto puede seguirse en la web.

Esperanto en películas de no esperantistas

El esperanto parece tener cierto atractivo para los cineastas, incluso si no hablan la lengua. Bueno, para ser más modestos, lo que pasa en ocasiones es que una lengua artificial da la oportunidad de crear una atmósfera especial, y no faltan ejemplos de creación de una lengua completamente nueva para una serie de películas (el klingon de “Star Trek” es el caso más conocido, y el na’vi de “Avatar” el más reciente)

Como comentaba en el artículo antes citado, el uso del esperanto puede dar matices de universalismo (“El gran dictador”), extranjería (“Noche del tren galáctico”), utopía (“El coche de pedales”), multilingüismo (“Blade:Trinity”), futurismo (“Gattaca”), neutralismo (“Idiot’s delight”), exotismo (“Camino a Singapur”), anarquismo (“La ciudad quemada”), o misterio, como en el filme más famoso de este tipo, el curioso “Incubus”, muy citado entre los amantes del cine de género, entre otras por el papel de William Shatner, una especie de icono en ciertas subculturas.

Tales matices también se explotan en algunos filmes modernos, como la serie de televisión rusa “Casarosa”, el corto noruego “Que será, será” (sic: el título original está en castellano), o el corto español “Mondo” (en este caso es al revés: el título está en esperanto).

Pero uno de los más interesantes es precisamente el reciente “Senmova”. Se trata de un corto de 14 minutos, filmado en el 2009 y presentado desde entonces en varios festivales de cine. Trata de dos amigas de la infancia, la activa políticamente Ismene y la ingenua y apolítica Effie en un régimen totalitario en un tiempo indefinido, en el que se habla esperanto. El resumen de la directora es: “somos libres de elegir si somos activos o no, pero ¿podemos determinar las consecuencias de nuestra elección?”

Como decía, la película está hablada completamente en esperanto, y también su título está en este idioma. Se trata de una elección consciente de la directora, a pesar de que ella misma no es esperantista. Bueno, para ser precisos, no habla el idioma, pero ella considera que “en mi corazón y mi mente nací esperantista”, según una entrevista que yo mismo le he hecho para la revista en red “Libera Folio”, y que se acaba de publicar hoy. En ella, Tuğçe Sen se confiesa antinacionalista y ciudadana del mundo, y vio en el esperanto su forma de expresar este sentimiento en una película antitotalitaria.

La película ha sorprendido a la comunidad esperantista, entre otras razones porque tiene un nivel lingüístico irreprochable a pesar de haber sido hecha al margen de los esperantistas, y sólo con la ayuda de un hablante norteamericano, Jim Ryan, en la traducción (al contrario de lo que ocurrió en el citado “Incubus”, en que la pronunciación era atroz). Tuğçe ha anunciado su intención de filmar un largo, también con presencia del esperanto. A pesar de las dificultades que encuentra una persona como ella, mujer, no musulmana y no nacionalista, en la actual Turquía, a ver si tiene suerte.

Versión en esperanto, en «Libera Folio»

El hombre más genial

Acabo de leer la biografía de una de las personas más injustamente desconocidas por el público general, y al que el tiempo sin duda pondrá en el lugar que merece, no sólo entre la comunidad científica, donde su genialidad es ya apreciada sin controversia, sino también en la historia cultural del mundo: P.A.M. Dirac.

Sobre Dirac ya hablé en un texto anterior, donde le ponía como ejemplo de la distinta percepción que los medios de comunicación muestran entre los artistas y los científicos, haciendo referencia al tratamiento tan diferente que el diario “El País” había mostrado ante la muerte casi simultánea de Dirac y de François Truffaut: tres páginas completas al día siguiente más varias más en días sucesivos, en el caso del cineasta, y una brevísima necrológica tres días después en el caso de Dirac. Supongo que los historiadores culturales del futuro irán compensando poco a poco este abismo en la percepción pública, aunque uno nunca puede estar seguro (véase mi anterior artículo), ya que para ello será necesario que la ciencia ocupe el lugar que merece dentro de ese concepto tan vaporoso que es la cultura.

En cualquier caso, Dirac debería ser mucho más conocido por el público general, aunque sólo sea porque, como también indiqué en el artículo citado primeramente, de alguna manera, él fue el inventor de la antimateria, si puede utilizarse esta expresión para indicar que él fue quien de forma puramente matemática, y basándose en la belleza de las ecuaciones, predijo la existencia de este tipo de partículas, que sólo después serían descubiertas en la naturaleza. Sus desarrollos teóricos fueron impresionantes, sobre todo si se tiene en cuenta que fueron publicados cuando él tenía veintitantos años, lo que le llevó a ser aun hoy una de las personas que recibió el Premio Nobel a una edad más temprana.

Su prestigio fue grande entre sus colegas ya desde el principio, y aun hoy sigue siendo un ídolo entre los físicos, que le consideran uno de los mayores genios que ha dado su gremio, sólo comparable a Einstein o Feynman.

Pero el hecho de que sea tan poco conocido no es culpa sólo de la incultura científica general. En este caso, también habría que tener en cuenta su propia personalidad. Al fin y al cabo, las dos personas que acabo de citar fueron a su manera estrellas mediáticas. Dirac, en cambio, no podía soportar la publicidad, y no hizo nada por difundir sus aportaciones fuera de un círculo especializado, ni por mostrarse ante el gran público.

Es justamente el carácter de Dirac lo que da título a la biografía recién publicada en inglés, “The strangest man” (“El hombre más extraño”). No estoy del todo de acuerdo con este calificativo, ya que este concurso seguro que está muy disputado, y además corremos el riesgo de reforzar la percepción popular de los científicos como seres asociales, metidos en su mundo, pero es verdad que Dirac era muy especial. En el libro se muestran casos de científicos igual de geniales, como Bohr o Heisenberg, o el mismo Einstein, con vidas muy normales y a veces hasta apasionantes, pero en el caso de Dirac el mito está justificado. Era un hombre parco en palabras hasta extremos desesperantes, frío en los primeros contactos, preciso en sus respuestas. Las anécdotas que circulaban entre sus colegas eran un tema de conversación muy socorrido, y a veces queda la duda de si no fueron embellecidas a posteriori. Sólo un ejemplo, de entre las que aparecen en el libro, es la siguiente:

Tras una conferencia en una universidad de Estados Unidos, al pasar al turno de preguntas, un asistente dijo: “No entiendo la ecuación que ha escrito en el lado superior izquierdo”. Todos miraron a Dirac, que permaneció en silencio. Tras un intervalo embarazoso, el moderador le preguntó si no deseaba responder, a lo que Dirac replicó: “No era una pregunta, era una afirmación”

La conclusión que saca el autor de la biografía, Graham Farmelo, es que Dirac era autista, y yo estoy de acuerdo con él. No soy especialista en este asunto, y ni siquiera tengo experiencia directa con personas con estos rasgos, pero es un tema que me fascina, y del que he leído algo, y la descripción de Dirac encaja completamente en la mayoría de las características de las personas que sufren esta enfermedad. Su forma de abordar la vida y las relaciones personales parecen extraídas del relato “El curioso incidente del perro a medianoche”, un libro fascinante sobre el que escribí el año pasado (lo siento, sólo en esperanto).

He utilizado la palabra enfermedad con desgana y en cursivas, ya que me resisto a considerar este tipo de condiciones personales como tal. De hecho, me parece más bien un tipo de personalidad, que algunos investigadores prefieren considerar como un extremo en el continuo que va de la racionalidad absoluta a la sentimentalidad incontrolada, y que describen de una manera imprecisa y algo peligrosa como cerebro masculino extremo. Comprendo que a quien tenga a un niño autista en la familia el sufrimiento emocional puede ser grande, pero el ejemplo de Dirac muestra que se puede llevar una vida tan normal como la de cualquiera.

En el pasado, se consideraba que el autismo se producía por tener padres poco cariñosos. Ahora se piensa más bien lo contrario, que son los padres los que reaccionan de forma diferente cuando se encuentran con un hijo que, seguramente por causas genéticas o congénitas, no responde emocionalmente de forma convencional. Y aquí está la parte más intrigante del caso de Dirac: en las pocas ocasiones en las que hablaba sobre sí mismo, él siempre acusó a su padre de haberle procurado una infancia tormentosa, y de las consecuencias que se derivaron de su forma de tratarle. Sin embargo, del libro emerge una imagen del padre, Charles Dirac, como una persona ciertamente algo extraña, quizás él mismo también con rasgos autistas, pero no peor que tantos otros padres que se esfuerzan ante un hijo difícil. No puedo por menos que identificarme con alguno de sus rasgos, no sólo porque él mismo era también esperantista (como, por cierto, los padres de otros genios como Cela o Dalí), sino porque uno no puede por menos que apreciar sus esfuerzos en acercarse a un hijo tan complicado.

El libro es excelente. El biógrafo, el también físico Graham Farmelo, ha hecho un trabajo realmente bueno, no sólo investigando los más pequeños detalles de la vida y carácter de Dirac, sino intentando explicar en un lenguaje sencillo los descubrimientos científicos, el contexto en el que se produjeron, y la importancia que tuvieron en su momento y en la actualidad. Combina lo mejor de la alta divulgación científica y del género biográfico. No sé si existen planes para traducirlo al español, pero si mi recomendación puede ayudar a que alguien lo haga, me parece que habré contribuido al conocimiento y apreciación de quien podríamos mejor llamar “el hombre más genial”.

El baile de Natacha

Siempre me pareció un procedimiento perezoso el que habitualmente utiliza(ba) Mario Vargas Llosa en sus artículos de prensa: tomar el último libro o texto leído, resumirlo y añadir un par de opiniones. Pero como acabo de pasar un par de semanas de vacaciones, voy a sucumbir a esa tentación y emplear en mis próximos artículos el mismo método: voy a hacer unos comentarios sobre alguno de los libros leídos. Prometo no abusar demasiado, pero quizás algunos de los comentarios (ni siquiera críticas) pueden resultar interesantes en algún caso.

Dos comentarios en concreto quiero hacer sobre “El baile de Natacha”, de Orlando Figes, un análisis clásico de la historia cultural de Rusia durante los últimos siglos, que sólo ahora he tenido ocasión de leer en su versión original (cumpliendo mi promesa, tantas otras veces rota, de no leer obras especializadas en traducciones). Confieso que el reciente escándalo en el que el autor (o su esposa, en este caso no importa mucho el detalle) se vio expuesto, al ser descubierto haciendo críticas anónimas maliciosas sobre libros de colegas competidores, estuvo a punto de echarme para atrás, pero he preferido no verme influido por una cuestión personal, incluso si puede resultar reveladora.Natasha's dance

Como decía, no quiero hacer una crítica sistemática, porque me faltan conocimientos para ello, y porque me interesaría más conocer el punto de vista de algún ruso (para lo que he pedido ayuda en un texto paralelo en esperanto), pero sí hay dos observaciones que quería compartir, una de las cuales al menos quizás sea algo original.

LA CULTURA ES POLÍTICA

Esa al menos es la conclusión que se puede sacar del libro. Aunque según el (sub)título la obra trata de cultura y arte, en realidad su tema es la política y las ideas. No lo apunto como crítica, sino al contrario. El libro muestra cómo la cultura no es una superestructura que cae del cielo, sino que se encarna en la sociedad en la que nace. Ese es uno de los puntos fuertes del libro, que explica claramente para personas como yo, que conocen gran parte de la cultura rusa desde un concepto y unas circunstancias lejanas, el fondo en el que las obras surgieron.

Incluso en la literatura, donde es más fácil percibir ese fondo, puede ocurrir, como a mí mismo me pasó hace no mucho, que uno lee “Almas muertas”, de Gogol, sin enterarse realmente de lo que pretendía el autor ni de lo que hay en la novela detrás de unas aventuras más bien superficiales. Más aún en música: mucho me gustan Glinka, o Chaikovski, o Prokofiev, y nada sabía sobre las razones de los estilos y estructuras que gobiernan sus obras. Sólo quedaba la pura forma.

En este contexto, en la relación entre cultura y política, el libro de Figes presenta dos partes muy diferenciadas: la época anterior a la Revolución y la posterior.

En la primera, el gran hilo conductor es la relación entre las grandes corrientes que gobiernan la cultura y las ideas de Rusia, y no sólo las tópicas europeísta y eslavista, sino todos los matices en su seno y entre ellas. Este me parece a mí el gran mérito de Figes, que no simplifica estos debates y enfrentamientos, sino que muestra los múltiples matices, flujos y complejidades del debate, tantas veces simplificado. No puedo juzgar la exactitud de su análisis (para eso haría fácil un especialista, o un ruso), pero no puedo por menos de hacer notar los paralelismos con algunos de los debates similares que se encuentran a veces en la historia cultural de España, entre europeístas y casticistas. Incluso el papel de las guerras napoleónicas en el desarrollo del debate, o en la propia política general fue similar en Rusia y en España (por ejemplo, pocos años separan el intento de golpe de los decembristas y la revolución de Riego, tan parecidos en muchos aspectos). También en esta península los intelectuales y literatos fueron en un momento dado a buscar el alma del país en los campesinos castellanos, para encontrarse al final que éstos apenas tenían nada que ver con sus ensoñaciones, ni entendían el objeto de su búsqueda (sobre la fascinación, incluso actual, de las capas medias urbanas por los aldeanos habría mucho que hablar, y quizás algún día lo haga con más detalle)

No quiero forzar demasiado las analogías, ya que seguramente ello se debe a alguna ley de la historia, o a un rasgo más general del desarrollo social en otros territorios de la periferia de Europa, pero no puedo por menos que mencionarlo. Y quizás mostrar que posiblemente estaban errados los eslavistas rusos (y los casticistas españoles), cuando se creen que su país es único y especial. Desgraciadamente, Figes no parece ser consciente de estas similaridades, y trata la polémica como un rasgo propio de la historia rusa.

El gran esfuerzo por matizar los debates y mostrar sus complejidades, desaparece en el libro, en mi opinión, cuando se llega al periodo de la Revolución Rusa. Me parece que aquí para el autor vale una sola regla: el artista es bueno sólo si o cuando choca con el Estado comunista. Si en el periodo anterior la cultura es política, en el sentido de que sigue las ideas y la evolución social del periodo, ahora la relación con la política pasa a ser en el sentido más directo: en lo que se relaciona con el poder. Aquí el autor toma partido, claro y evidente, occidental, sin matices. Hasta el arte revolucionario sólo vale si en un momento posterior es atacado por el poder, no por sus intenciones, méritos y resultados.

Es una pena, porque me da la impresión que éste es el canon que va a triunfar sobre el arte y la cultura rusas, al menos fuera de ese país. Como una confirmación de que la historia la escriben los vencedores.

¿ES QUE NO HUBO CIENCIA EN RUSIA?

El segundo punto que quería comentar sobre el libro es un tema que ya he tratado en otras ocasiones en este blog y en otros lugares: ¿es que la ciencia no es cultura?

Es asombroso que en un libro subtitulado “Una historia cultural de Rusia” apenas se trata la ciencia en ese país. ¿Es que no se hacía ciencia en Rusia en ese periodo? ¿O quizás el autor considera que la ciencia no es una parte de la cultura? Seguramente esto último es la explicación: 50 años después de la famosa conferencia de C.P. Snow, los historiadores culturales siguen considerando la ciencia como algo aparte. Y es una pena.

En algún momento del libro de Figes se trata alguna ciencia social: historiografía, geografía, antropología, crítica literaria. Cuando se encuentra alguna relación con las ciencias sociales, el biología o la geología pueden aparecer brevemente, pero las ciencias naturales brillan por su ausencia.

¿Cómo es posible que en un libro tan amplio no aparezca el nombre de Mendeleyev? En el índice hay dos referencias a Lomonosov, pero en una de ellas en su calidad de poeta. Los experimentos de Pavlov se mencionan para pasar a tratar sus consecuencias no estrictamente científicas. Kapitza y Sajarov se mencionan sólo de pasada, al tratar de una obra de ciencia-ficción. El rol de Lysenko y sus teorías son fundamentalmente malinterpretados por el autor.

Es más, la ciencia y la técnica aparecen en contextos negativos, como si el interés por ellas fuera contrario al verdadero desarrollo espiritual.

Y sin embargo, un estudio sobre el desarrollo de la ciencia y el papel de los científicos en Rusia pdrían decir mucho sobre el progreso cultural y social del país, y específicamente sobre la dialéctica entre europeísmo, eslavismo, aislamiento o apertura que atraviesan todo el libro.

¿Es por ignorancia, por desprecio, por prejuicios? En cualquier caso, hasta que los historiadores de la cultura no tengan en cuenta el desarrollo científico, sus obras, incluso las más meritorias, estarán siempre cojas.